EN EL DEBUT DE BAILANDO POR UN SUEÑO
El “momento edificante” según Tinelli

Serafín Zubiri en Bailando por un sueño 2008Por: Julián Gorodischer. Tan importante como el escandalete (por cierto cada vez peor montado en el jurado de Bailando por un sueño, donde Barbieri y Sofovich degradaron la credibilidad de la pelea matándose y amigándose en el mismo envío) es el momento edificante que purga los excesos de la comparsa. Se paga todos los años como un impuesto que no justifica el rating (como todo lo otro) sino la construcción de imagen corporativa, remozando el antiguo slogan de que “lo que el Estado no hace, lo hace la TV”.

Las experiencias más corruptas de la ayuda televisiva fueron las procesistas durante la Guerra de Malvinas; en su etapa reciente el género derivó en versiones mejor intencionadas a cargo de Julián Weich y, retomado por Tinelli, ocupa unos minutos de sus concursos de baile del lado de la transitoria notoriedad de los soñadores llegados de las provincias. Pero en 2008, con los soñadores menos visibles, se le confía el momento edificante a la performance del ciego Serafín Zubiri y su perro Yifo, importados del Mira quien baila de España.

El momento edificante se debilita; queda acotado a la figura de la autosuperación personal de un solo hombre. Se desdibuja por el hecho de que Serafín no reclama por necesidades básicas insatisfechas, no corre riesgos evidentes de fallar luego desmentidos por un triunfo rotundo y actúa con la red que le brinda su trayectoria mediática en España. No contó su historia en términos de caída y ascenso (lo que dramatizaría su performance) sino en términos de vodevil, con bromas sobre la ceguera que se detienen antes de llegar al humor negro.

Está actuado. Hasta aquí la constante durante el momento edificante era la infiltración de una espontaneidad propia del “afuera”. La tensión gestual de la “quemada con ácido en rostro”, otro año, era la pauta de que no era parte del circo de amaestrados sino que metía a “uno del mundo” en la burbuja, y el contraste entre los domados y “el salvaje” resaltaba al momento edificante. Pero Serafín está “montado”: se lo vio representando en la línea del monólogo de stand up, seguramente ensayado en su paso por el programa español. Entonces, se homologa al escándalo al menos en la forma de representar.

Retoma la presencia de animales respetando las fórmulas de “lo masivo” que nacieron con el cine mudo. A Serafín lo acompaña su perro Yifo. El perro, seguramente, será un protagonista de los balances de 2008, y hasta se lo puede imaginar en una tapa de “personajes del año”, con lo que Tinelli -que ya apeló a los niños en los “30 segundos de fama”- insiste sobre la eficacia de los básicos del espectáculo.

Involucra una idea positiva sobre cómo somos los argentinos ante el resto del mundo, compensando la vez en que Sofovich sacó a los gritos a un uruguayo o, más atrás, los excesos de los gomazos del viejo Showmatch que se burlaban de los ponjitas durante un par de mundiales de fútbol.

Aquí hay alguien que asciende socialmente, e inaugura una casta de ex soñadores que pasan al ramo de celebridades. Su promoción social es nueva en el formato local. Surge, de aquí en más, el “participante” profesionalizado.

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