juegos en la TV

Por Adriana Amado - @Lady__AA En la época en que todas las respuestas están en Google el éxito de la temporada son los programas de preguntas. En su versión digital, el juego “Preguntados” se ha convertido en la novedad de las redes y en un invento argentino de proyección mundial, que la tele incorporó en el programa de Susana Giménez, diva pionera en la timba televisiva y madrina oficial de casinos. Mientras en las redes se juega por el desafío colectivo a contestar lo que no contestábamos en la escuela, en la televisión la promesa para el ganador asciende a diez millones de pesos. Diez veces más que el premio máximo del éxito anterior de Susana, “El juego del millón” (Telefé). Con pequeñas variantes, el esquema se repite en todos los programas: una pregunta con opciones de respuesta que ayudan a achicar el margen del papelón. Las opciones abarcan desde “¿Cuántos son los locos de la novela de Roberto Arlt? Cuatro-cinco-siete-nueve” o “¿Cómo se llaman los personajes amarillos que aparecen en la película “Mi villano favorito”? Minions-onions-yellowis-ewoks”. (Las preguntas son, más o menos, las que se hicieron esta semana en la programación).

Escape perfecto” (Telefé) es el saqueo hecho juego y tiene tanta audiencia como la novela que reemplaza los miércoles y más que la del otro canal. Uno de los participantes gana con sus respuestas los minutos que el otro tendrá para entrar a una “jaula” llena de tesoros tales como espumadoras de leche para el café o planchitas para el pelo. El saqueador manoteará todo lo que se pueda antes de que la alarma le avise que la puerta está a punto de cerrarse, porque antes de que eso ocurra deberá salir sin soltar el botín. Como dice el conductor, “Si salís con vida de la jaula”, la mercadería se traducirá en pesos para medir el desempeño del atracador que es quien acapara el suspenso de la noche. Quizás por eso la cultura general de las preguntas es un poco más ecléctica que la media del género. Como que van desde “¿Cuál de estas palabras no está escrita correctamente? Gentilicio-gestión-jerarquía-jerminar” a “Según la canción de Illya Kuryaki, dónde quiere que la nena los abaraje? En la bacha-en el jacuzzi-en el bidet-en la bañera”. (El lector perspicaz sabrá jugar como cualquier espectador y me ahorrará indicarle la respuesta correcta).

Ocho escalones” (El trece) es la versión siglo veintiuno de “Odol Pregunta”. Los dos juegos responden a la cultura del dato enciclopédico pero mientras el clásico quiz show de Cacho Fontana indagaba más y más profundo en la especialidad del concursante, Guido Kaczka los lleva de un tema al otro, hasta que lleguen al octavo escalón. Desde “En el pene del hombre, ¿como se llama la porción de piel que une el prepucio con el glande? Himen-maraño-piquete-frenillo” hacia “Título que corresponde a una de las obras de Aristóteles: Metafísica-La República-El banquete-Los caracteres”. El esquema cuatro opciones de respuestas también ayuda a que las audiencias sientan que las saben todas. (Y, de paso, ver si se animan a inscribirse para participar en el programa, porque estos programas sin participantes, no son nada).

Guido también está todas las tardes gritando en “A todo o nada” (El trece), programa que, contrariamente a lo que indica su nombre, se juega apenas por una tableta o un microondas. Lo drástico del nombre alude a que es un juego de una chance. Pasá, jugá, ganá o perdé, chau, gracias por participar, vos cómo te llamás y así. La gente circula de uno en fondo, algunos con la mochila al hombro, como si pasaran por ahí y aprovecharan para tirarse el lance. Quién dice que, a lo mejor, se vuelve a casa con un regalito para la vieja. Total, la destreza que exigen las prendas no va más allá de reventar un globo, ensartar una pelotita, embocar un coso que puede ser una ratita, un autito de juguete, una bola de boliche, en una cosa, que puede ser un puente, una sombra, un surco. Es una versión de entrecasa del “Minuto para ganar” (Telefé), ese compilado de habilidades inútiles que todos podríamos hacer si estuviéramos interesados en entrenarnos en colgar clavos de un piolín o ensartar tuercas en un espagueti que sostenemos en la boca. Pero siguiendo la tendencia general de educar al soberano por TV, a las prendas aptas para todo público le agregó un juego de respuestas. Pero con una variante que habla de la poca fe que le tienen a la cultura de los participantes vespertinos: se le hacen diez preguntas al concursante para que memorice la respuesta correcta, y a continuación ¡se le hacen las mismas diez preguntas! Y aun así, le pifian más de lo que aciertan.

La razón del éxito de estos programas no habría que buscarla en los premios que son en su gran mayoría modestos. En “Ocho escalones” se ofrece un premio de $ 20 mil en el escalón 8 y revancha por 50 y 100 mil, y algo parecido en “Preguntados”. En “Escape perfecto” y “A todo o nada” se compite por el electrodoméstico menudo, con premios excepcionales como autos o viajes. Lo llamativo es que se hayan convertido en plaga, con ediciones especiales hacia el fin de semana y apoyo considerable de público justo ahora, en el momento en que el retroceso educativo argentino es certificado por pruebas internacionales. En la época en que toda discusión se zanja consultando en internet, la gente juega a que puede acertarlas sin ayuda por televisión. Podríamos pensar que es el efecto bingo-tragamonedas que así como florece en cada pequeña localidad abre un sucursal en la programación. Pero no deja de ser gracioso que al final que Gerardo Sofovich, el hombre del Yenga de los noventa se haya convertido en la Enciclopedia Argentina por estos días. La timba llevada a la cultura de datos inútiles. Si eso no habla de estos tiempos, no se me ocurre qué.