Además, la idea plantea una serie de puntos de evaluación que son totalmente ambiguos y  relativos. Y en esa relatividad planteada, ¿quién dice lo que es bueno y lo que es malo? ¿Por qué debo creer esa valoración?

En esa carrera a favor de lo bueno y en contra de lo malo, se pueden cometer muchos errores. Términos como obscenidad son completamente ambiguos; y aquello que para algunos es obsceno, para otros puede no serlo. Tal vez una determinada imagen que para algunas personas pueda ser de gran obscenidad, para otros, puede ser una simple expresión artística buscada.

En diálogo con los hipercríticos, coincido con Majul en la inutilidad de las cocardas. También coincido con Noriega en que la única manera de luchar contra la televisión basura, es no hablar de la televisión basura.

Si no hay programas buenos en la televisión, entonces se apaga, y a otra cosa. Y si no hay programas de calidad para comentar, si es que podemos, no los comentamos.

Finalmente, voy a coincidir plenamente con Llonto, que en este sentido señaló que siempre lo primero es la libertad. Libertad, libertad y más libertad. Yo personalmente puedo apagar la tele, o como periodista, no comentar un determinado producto. Sin embargo, si a millones de personas le gusta meterse en una casa o mirar una y otra vez de manera interminable y repetitiva la valoración de movimientos de baile, está muy bien. Y nadie puede decir que mirar eso es mejor o peor que mirar otro tipo de programas.

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