LA NACION ATACA DE NUEVO
Nueva cruzada contra la "TV basura"

La Tv en el tachoPor: Luis Majul. Esta columna fue pensada para analizar, investigar y criticar a los periodistas que trabajan de analistas políticos. Pero hoy haré una excepción, para comentar la polémica iniciativa que acaba de proponer Pablo Sirvén, crítico de televisión y jefe de la sección Espectáculos del diario La Nación. Pablo, un colega al que quiero y respeto, aunque en general no pienso como él,  ayer informó que La Nación colocará un distintivo de calidad, con la leyenda “TV que vale la pena” junto al comentario de aquellos programas “que procuren elevar ostensiblemente la calidad de lo que se ve en pantalla”. Es decir: una especie de antídoto contra la “TV basura”.

Para justificarlo, esgrimió “el preocupante deterioro de la televisión argentina actual”  y enumeró una serie de hechos y responsables, a saber:

- El corrimiento de los horarios
-“El circo sexual a toda hora”
- El lenguaje soez
- Los informes periodísticos ásperos o truculentos
- La ramplonería
- La hegemonía de lo banal
- El retroceso constante de la ficción local
- La falta de reacción del COMFER
- La pasividad de los anunciantes
- El silencio de los empresarios de la TV.

Sirvén justifica a su sección como plataforma de lanzamiento del distintivo con la excusa de que allí no se hace ese “seguimiento diario y aprobatorio de la cultura reality”.

La iniciativa del periodista es audaz y también controvertida.

Tiene como virtud generar un debate donde hoy sólo domina la dictadura del rating. Además, algunas de las “denuncias” que enumera están a la vista, y muchos de los que trabajamos dentro y fuera de la tele también desearíamos elevar la calidad de los contenidos.

Pero la movida parte de una plataforma supuestamente impoluta y políticamente correcta que a veces no se corresponde con la realidad.

Para que se entienda bien. Es verdad que La Nación Espectáculos no sigue todos los días el minuto a minuto de Showmatch vs Gran Hermano, pero la atención que le dedica, para bien o para mal, insume más tinta y más papel que cualquier otro asunto televisivo. También es cierto que la mayoría de los críticos de la sección intentan ser rigurosos y ecuánimes pero cuenta con otros, como Marcelo Stiletano, que sentencia de acuerdo a sus broncas personales -en muchos casos sin mirar con detenimiento los programas-, y lo hace en base a una sola y primera emisión, como si no supiera que los ciclos mejoran y empeoran pero nunca son iguales al estreno.       

Otro aspecto notable de la sección es la “prensa anticipada” que le hacen a las películas conocidas como “tanques de Hollywood”. Esto es algo que detectó hace un tiempo Gustavo Noriega. Esa información acrítica a veces incluye entrevistas a los protagonistas después de viajes e invitaciones que, hasta no hace mucho, pagaban las grandes productoras y distribuidoras de cine, lo que contradice la conducta ética que debería asumir cualquier periodista y en especial los que levantan el dedo y escriben para sentenciar lo que está bien o lo que esta mal.

Quizá la ocurrencia de Pablo Sirvén sirva para hacer un poco más de ruido alrededor de la televisión que queremos. El peligro sería tomarla demasiado en serio. Suponer que para mejorarla se debería televisar la temporada completa del Colón y emitirla en el horario central de todos los canales abiertos. O colocar el distintivo a programas como TVR, que por un lado levantan el dedo contra la pantalla chabacana y por el otro arman un informe de veinte minutos con mas caño, más tetas y mas culos que el canal Venus a la madrugada. O ponerle la cocarda al programa de libros cuyo conductor, con voz afectada, habla de las obras después de leer sólo la contratapa y que vive de la publicidad de las editoriales cuyas novedades debería criticar.

Porque si fuera así, si el distintivo de calidad se usara sólo para ignorar la cultura popular y defender los proyectos elitistas, la iniciativa no haría más que legitimar la cultura de la hipocresía que incluye a los críticos, la industria de la televisión, los televidentes y también muchos lectores de La Nación que miran Gran Hermano y Bailando por un sueño.

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