EL APRIETE DE SIGNO POSITIVO EN "CQC"
Hugo Torina, “el concejal que robaba”

GonzalitoHugo TorinaPor: Julián Gorodischer.  El representante comunal es un poder a mano. El justiciero encuentra en ese poder cercano, de ‘casta baja’, al alcance (sin asesores de consultoría) su carta de triunfo. Torina está ahí para el lucimiento de Gonzalito, el martes que pasó en Caiga quien caiga, que abandona el modelo zumbón de sus precursores y pasa a un modo de pelea callejera, sin agresión física, pero arrinconando, gozando en la postergación de ese instante en que rendido ante un trabajo de inteligencia que incluye el rastreo de la pieza “robada” –un aire acondicionado donado a Tartagal por la producción, que Torina se llevó a su casa-, deberá confesar: “Sí, lo hice”, excluido de todos los trucos de la video política: la omisión, la digresión, el misterio. “Sabe qué donamos Torina…, un colchón y un aire acondicionado. En vez de terminar en un hogar, en una escuela, terminó en su casa….”

Interrogación policial: Gonzalito aporta evidencia provista por un trabajo de inteligencia calificado, asume en una sola voz discurso de interrogado e interrogador, continuum que siempre tiene como función la descalificación. La representación del “político corrupto”, ese destinatario abstracto del odio de la masa desde la fundación de la República, se reduce al gordito de jean y camiseta, castellano rudimentario, un lumpen. El moscardón, impuesto mundialmente como icono del asedio irónico, con confrontación explícita a jefes de gobierno de ciudades y países, elige otra escala: la corrupción representada en el hurto de unidades puntuales, menos significativa para la vida social pero ideal a los efectos de la performance simbólica: el escenario es un ring en el que los golpes continúan después del knock out, y se recibe al noqueador con un aplauso cerrado.

“Se quedó helado Torina, ¿no? Le corrió un frío por la espalda. Yo lo sentí. Usted ahora está en el horno, Torina. Se arrepiente, ¿o no se arrepiente de habérselo llevado a su casa?” Ya está todo preparado para que el “político corrupto” devuelva el aire acondicionado, pero se inicia la segunda fase, posterior al interrogatorio. La crueldad “reparadora” es un sentido social admitido; el gladiador, el cruel, se merece el aplauso porque representa el interés y el beneficio del pueblo estafado. La unidad incautada resume el odio general anti-política, representa una causa antes que un bien; el cordero deberá ser degollado para que todos paguen. La investigación periodística se hace sketch: el personaje principal del hostigador venerable necesita un nuevo round, está en su apogeo, acaba de doblegar a Torina, ese “peligro” que acaba de confesar manzana y unidad habitacional, una calle sin número.    

Mano al bolsillo, anteojos negros, la mirada nunca se cruza con la del interpelado. La mirada del interrogador va a un fuera de campo que es menos el vacío que un tercero-testigo (luego se revela como un ayudante que acerca la evidencia empírica). El apriete encuentra su culminación en la causa justa; “puede ser”, asume bajito Torina, cuando asume propiedad del bien. Hay un goce más poderoso que el señalamiento del corrupto; “ahí está”, dice el movilero cuando lo ve cargando la prueba del delito. Torina accede a todos los requisitos del show, ahora a sacar en vivo el aire, él mismo, entregarlo a Gonzalito; sobreactúa la sumisión; “…cucheme Torina, ¿la escuela en la que usted lo va a dejar es en la que usted da clases?”

“Soy un simple profesor –reclama el arrepentido-. No tengo decisión de nada”. Sangra a un costado del ring, pero sigue contestando mientras carga sin ayuda la pieza robada, donde le dicen. Mientras pone al aire en el baúl, Gonzalito hace un gesto de victoria con la mano cerrada, a espaldas del corrupto. “Está todo sucio Torina, ni siquiera lo limpió. Torina, ¡la manguera!..., no, no, ¿cómo?, vaya a buscarla Torina, ¡la manguera!”. La causa redime y dignifica, habilita la prepotencia del acto. Todo será aplaudido en piso, donde las barras disfrutan de un verdugueo que se recibe limpio.

“Cuando alguien recibe algo y tiene que donarlo, lo dona”, concluye el veredicto. “Voy a renunciar a mi cargo, pido públicamente disculpas”, dice el arrepentido. Gonzalito aprueba: “Eso me parece bien y es la decisión correcta que usted tiene que tomar. Es un ejemplo de lo que no tiene que suceder en esta bendita Argentina. Muchas gracias”.

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