WARHOL SE VOLVERÍA A LA TUMBA
Cumbio y “la fama flogger”

CumbioPor: Julián Gorodischer. Llega Cumbio y cambia la celebridad mediática: la figuración es múltiple y la ley es del menor esfuerzo. Un pedacito de intimidad deberá ser exhibida. La fama flogger poco tiene que ver con el anterior relato de “construcción de estrellas”. Ya no rige el cuentito de ascenso y caída a lo “E! Thrue Hollywood Story”: los quince minutos le alcanzan para ser la cara de Nike y para llegar a la mesa de Mirtha. No tiene que hacer nada: posa e instala un tema, el besar a otra mujer.

La velocidad de la fama flogger se expande a otros lenguajes: hay panelistas que pasan a conductores en horario central (Maju Lozano, en Mañanas informales desde 2009), una ex Gran Hermano que encabeza cartel en el Maipo (Ximena la negra Capristo): el ecosistema tambalea. Tiembla la aristocracia de famosos de la mesa bien servida y el diván blanco: la fama flogger derriba la mitología de “la trayectoria”, esa ovación que merecía una celebridad, de ser posible de pie, en una entrega de los Martín Fierro, sólo por haber vivido. 

Los floggers célebres (nuestra Cumbio o el estadounidense Perez Hilton) son una descendencia virtuosa de los anteriores especímenes de la vida reality. Para empezar demuestran una mayor capacidad de autogestión; como “hechos a sí mismos” siempre aportan un punto a favor en relación al interés masivo de un relato. Ellos “se hicieron”, no los castearon, empezaron de abajo y de un día para otro fueron líderes. La marca del ascenso estelar la dan los contratos publicitarios y las dobles páginas en revistas de farándula.

Eso sí, la fama flogger impone condiciones: una resistencia activa. El/ la flogger se somete a entrevistas televisivas pero contesta, parco, y con monosílabos. Concede notas y se queja en sus fotologs de los resultados logrados por su entrevistador. Se deja auspiciar por la multinacional (Nike en el caso de Cumbio) y luego se jacta de su capacidad para la organización subterránea de encuentros en el hall del shopping Abasto. La fama flogger llega con contradicciones, paradoja que acompaña a los fenómenos complejos, menos lineal que la celebridad reality, que se fue haciendo cada vez más un modo de abaratar costos y llenar huecos de programación. 

Parece el inicio de algo grande, un cambio de paradigma que modifica el relato sobre estrellas: si antes el molde para contar a un ídolo era la película biográfica (biopic), extenso desarrollo que incluye un clímax emotivo, una derrota y una redención, aun siendo ésta post mortem, lo nuevo es la dinámica de la foto fija. La fama flogger es una toma que convive con la anterior sacada, hasta que son tantas que se empiezan a dejar de lado las más viejas. La promoción de famosos se da siempre como un flujo natural, un tránsito a otros rostros, nuevos temas. Porque la fama flogger es siempre temática, no personalista. No exige belleza o talento particulares, se conforma con crear o adaptar un motivo para conversar o vender “informes”: aquí la adaptación del fenómeno de la lesbploitation en Argentina. Es, por lo que se sabe hasta el momento una fama corta, con múltiples derivas narrativas  (la pelea de floggers y cumbieros, por ejemplo), con el atractivo de la repercusión inexplicable (¿por qué ella?). El secreto, sin embargo, podría estar en el alto valor de identificación, con permiso para imaginar un ascenso social tan inmediato en vísperas de la gran crisis: ¿yo también puedo, entonces?

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