Por: Adriana Amado. Un cuarto de la población argentina vive en el conurbano bonaerense y así somos muchos los que transitamos o evitamos, disfrutamos o padecemos ética y estética de la geografía metropolitana. Tan propia como el nombre, que no equivale a suburbano, sino que es un auténtico argentinismo lingüístico y geográfico. Las villas y barriadas populares son parte ineludible del conurbano pero a pesar de su persistencia tardaron mucho en entrar a la televisión. Primero lo hicieron en las noticias, después en el realismo sucio del docu-reality, y de a poco, muy tibiamente, en alguna ficción que habilitaba a los personajes humildes papeles secundarios. Ya iba siendo hora que el conurbano profundo fuera protagonista absoluto de una ficción. Con toda su crudeza y su belleza, y no con actores que visten y hablan como en Palermo Hollywood, ni con la penumbra con que el director busca diluir el efecto lacerante de la pobreza sin filtro.
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