GOBIERNO, CAMPO Y HORAS DECISIVAS |
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Pero la guerra total significaría:
* Una profundización de la desaceleración económica mezclada con un aumento de la inflación.
En el interior del país las compras de bienes y servicios se paralizaron. Las ventas de automotores y de propiedades empezaron a bajar, de manera abrupta, desde hace cerca de un mes. Pero los precios de los alimentos siguen en alza. Si no hay acuerdo el martes, los dirigentes agropecuarios podrían no levantar la cosecha o no venderla en el exterior. Esto significaría una brutal caída de la recaudación del Estado que haría peligrar el superávit fiscal.
* Una nueva caída de la imagen positiva de la Presidenta y de su Gobierno.
Desde que empezó el conflicto con el campo, hace más de 50 días, la Presidenta y el Gobierno están dejando en el camino enormes cuotas de confianza y credibilidad. Si bien no se trata de una situación terminal, si es una señal de alarma cuando todavía faltan tres años y medio de mandato.
* Una situación política inestable, de la que algunos grupos oportunistas se podrían aprovechar.
Hasta ahora, la oposición no supo como capitalizar los errores garrafales del Gobierno. Pero ese espacio, si la crisis aumenta, podría ser ocupado por grupos de oportunistas para crear más descontento y algo parecido al caos.
Por todas estas cosas, sería prudente que el ex presidente Néstor Kirchner le diera la razón al jefe de Gabinete Alberto Fernández y aceptara un acuerdo con el campo, sin vencedores ni vencidos.
Quedan 48 horas para volver a ser un país normal, o todo lo contrario.
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