scioli y macri

Por Luis Majul (Columna publicada en Diario La Nación) Ahora mismo Daniel Scioli y Mauricio Macri pelean los votos de a uno. La pura verdad es que ninguno de los dos obtuvo el porcentaje que esperaba. El candidato del Frente para la Victoria tenía "fe y esperanza" en alcanzar entre el 43 o el 44%. Es decir: un 5% más de lo que al final obtuvo. Y con una diferencia sobre Cambiemos de más del 10%. Ese resultado lo hubiera catapultado casi sin discusión a un triunfo en primera vuelta. Scioli hizo una muy buena elección, qué duda cabe. Pero no logró el objetivo que originalmente se propuso antes del domingo 9 de agosto.

 

No es muy diferente lo que le sucedió al candidato de Cambiemos. Macri aguardaba otro número mágico: el 35%. Es decir: 5 puntos más de los que finalmente logró. Imaginaba que conseguiría sólo él un 30% y que el resto lo completaría con el aporte de las fórmulas encabezadas por Ernesto Sanz y Elisa Carrió. Soñaba, para ser más precisos, con un 35% contra menos del 40 para Scioli. Pero algo falló. O tal vez el líder de Pro perdió el 5% de los votos propios en el último mes, al mismo tiempo en que Massa recuperaba seguidores con propuestas concretas y más o menos audaces. Desde devolver el 82% a los jubilados hasta someter a cadena perpetua a los implicados en delitos de narcotráfico. Ahora Macri no tiene dudas: la carencia de proposiciones concretas o su mala manera de comunicarlas le hizo perder un pedazo del electorado que volvió a UNA. "Eso, a partir de ahora, va a cambiar", le aseguró a su mesa chica.

Ya no será suficiente con responder que meter presos a los ladrones y asesinos será trabajo de una Justicia independiente. Su postura "republicana" para luchar contra el crimen organizado "no prende". Y es porque la mayoría de los argentinos no confía en una Justicia independiente. Macri también esperaba obtener muchos votos más en Córdoba, en Santa Fe y en la ciudad de Buenos Aires. Después de analizarlo con sus especialistas comprendió que son voluntades que fueron a parar al gobernador saliente de Córdoba, José Manuel de la Sota. "Y ése es el primer voto que vamos a ir a buscar, antes que cualquier otro", me explicó uno de los pocos armadores territoriales de Pro. ¿Por qué se lo pusieron como meta prioritaria? "Porque son votos naturalmente cordobeses, son votos antioficialistas y, ahora que De la Sota no competirá, van a migrar hacia el candidato al que consideran con más chances para ganarle al Gobierno", diagnosticó. Ni él ni nadie que tenga llegada a Macri cree necesario plantear un acuerdo explícito con el líder del Frente Renovador. Ni tampoco "operar" para que Massa decline su candidatura a presidente. "Sacarlo de la cancha a Sergio sería un grave error. Porque si se baja, correríamos el riesgo de que una parte de su electorado termine votando a Scioli y lo acerque a la primera vuelta", dicen.

Uno de los integrantes más importantes del nuevo gobierno de la ciudad, de origen peronista, no sólo piensa que sería una equivocación plantear una alianza con Massa, sino que propone algo más audaz: ayudarlo y contenerlo, pero respetando su sello partidario, en el territorio más apetecible: la provincia de Buenos Aires. ¿Y qué significa exactamente ayudarlo? "Ayudar a ganar a los intendentes de Massa en peligro de perder sus territorios, como Joaquín de laTorre, Héctor Acuña y Jesús Cariglino. Y hacerlo bajando a nuestros propios candidatos. Sostener a Solá para permitir que Felipe absorba algunos votos peronistas que fueron a Julián Domínguez en las PASO y lograr así, en octubre, que Aníbal [Fernández] no logre superar a María Eugenia [Vidal]."

Los cerebros de la campaña amarilla todavía no saben cómo hacer para equilibrar "el tsunami de votos del Frente para la Victoria en las provincias del norte de la Argentina" y la considerable ventaja que Scioli obtuvo en algunos distritos del conurbano. Precisamente allí es donde el todavía gobernador espera obtener un triunfo aún más contundente. Además planea acciones urgentes. Una: hablar con el intendente saliente Fernando Espinoza para garantizar que los votos de La Matanza no se fuguen hacia ninguna otra organización que no sea el Frente para la Victoria. Dos: armar un cara a cara con el gobernador entrante de Córdoba, Juan "el Gringo" Schiaretti, para levantar la contundente derrota que su propia candidatura presidencial obtuvo en esa provincia. Y tres: trabajar junto a los hermanos Rodríguez Saá para que su apoyo declarativo se transforme en algo más concreto. Una vez que concluya esa tarea, pondrá la mayor parte de su energía en evitar que la mala imagen de Aníbal Fernández se lo termine llevando puesto. Scioli sabe perfectamente que la denuncia presentada en Periodismo para todos una semana antes de las PASO contra el jefe de Gabinete tuvo un impacto muy negativo. Antes del programa, Aníbal superaba a Julián Domínguez por casi diez puntos. Y terminaron mucho más cerca de lo que se preveía. Además, el ex intendente de Quilmes es un blanco relativamente fácil. Más allá de que se compruebe o no la acusación del condenado Martín Lanatta, es difícil que el dirigente se pueda sacar de encima todo vestigio de sospecha. Sobre eso le podría dar una clase magistral el ex presidente elegido por la asamblea legislativa Eduardo Duhalde, a quien la Presidenta, en su momento, comparó con el personaje de la película El Padrino y el hiperkirchnerista Luis D'Elía, sin ninguna prueba, lo acusó de manejar la droga en el vasto territorio de la provincia de Buenos Aires.

Faltan 75 días para la primera vuelta, pero ya hay decenas de analistas improvisados y gurúes de la última hora que repiten frases hechas como si fueran verdades irrefutables. Una de las más remanidas es que los votos de Massa y De la Sota son peronistas y que buena parte de ellos lo ayudarán a Scioli a ganar en primera vuelta. Otra es que el Frente para la Victoria ha alcanzado su techo y que no hay Dios en esta tierra que lo pueda ayudar a obtener el 45% de los votos. Mientras tanto, nadie se atreve a contestar adónde irán a parar los votos de Margarita Stolbizer, los de la izquierda, ahora liderada por Nicolás del Caño, y el voto en blanco, que siempre termina beneficiando a la primera minoría. Es que a veces el diagnóstico suele confundirse con el deseo, por más que se presente con aparente rigor científico y honestidad intelectual. Para muestra basta un botón: mientras Scioli piensa que los bonaerenses que no votaron por el temporal y las inundaciones son parte del electorado humilde que no pudo salir de sus casas, pero que le ratificarán su confianza el próximo 25 de octubre, Macri considera que pertenecen a la clase media y son parte del voto volátil que más adelante lo puede transformar en presidente de la Nación.