Quizá lo más preocupante es que todavía no encontró un estilo propio y definido.

Uno distinto al agresivo que representó Néstor Kirchner.

Un estilo capaz de despejar los fantasmas del doble comando que con mucha astucia instaló el ex presidente Eduardo Duhalde.

Un perfil de presidenta segura.

Una jefa de Estado apta para recuperar la credibilidad del INDEC. Una líder más comprometida con el combate contra la inseguridad.

Cristina Fernandez de Kirchner transcurrió los primeros cien días con una imagen positiva, entre la herencia buena y también la mala del gobierno de su marido.

No fue una luna de miel tradicional, pero la tolerancia y  la expectativa de “una nueva gestión” determinaron el clima.

A partir de ahora el tiempo empieza a correr en su contra.

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