La nota critica a los medios y a los colegas que no llamaron a las cosas por su nombre y no informaron que la verdadera razón de la muerte de Guinzburg fue el cáncer. Pero al mismo tiempo califica de respetable la decisión de Jorge de no haberlo hecho público. El artículo especula con las múltiples razones para ocultar a los medios su enfermedad. Desde el resquemor de los anunciantes hasta el deseo de no dar lástima. Pero además informa sobre la tendencia de algunas organizaciones que incitan a los famosos a mostrar como pelean contra el cáncer para aumentar la prevención.

Por la parte que me toca, desde el primer momento dije que Jorge tenía cáncer. Es más, durante el diálogo que mantuvimos con Aliverti en La Cornisa (radio), el propio Eduardo dejó en claro que Guinzburg peleaba contra la misma enfermedad que enfrentó él con éxito hace ya algunos años.

El trabajo de Villosio y Seifert es irreprochable. Sólo me atrevería añadir una idea que quizá no aparece tan explícita, aunque muchos la consideraran demasiado obvia.

Hacer público o no que uno tiene cáncer forma parte de una decisión íntima y personal, igual que confesar la elección sexual o la preferencia por fumar o no fumar marihuana. Nadie tiene derecho a exigirle al enfermo que lo grite, que lo exhiba y ni siquiera que lo admita.

Y no es mejor una persona que lo devela, que otra que elige no hacerlo.

Y no es más valiente el periodista que lo amplifica, que otro que elige callarlo por razones personales o humanitarias.

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