perrodismo

Por Adriana Amado - @adrianacatedraa Como todos los años, la semana pasada nos enteramos que en el país hay periodistas que la pasan mal por hacer su trabajo. Cada vez que estamos por conformarnos con eso de que la libertad de expresión es que cualquier energúmeno pueda decir tonterías sin freno, viene alguien a recordarnos que no. Que el insulto y el agravio es más bien lo contrario a la libertad. Y que si algo creció en la Argentina el último año fue el porcentaje de agresiones a periodistas. Un 41% de más amenazas y atentados contra la vida y la propiedad de gente que tiene el derecho a la información como trabajo. Lo que significa que durante 2012 día por medio un periodista presentó un pedido de auxilio en una asociación que se dedica a desarrollar un monitoreo y a brindar solidaridad al colega en apuros. Podemos suponer que hay bastante más casos que los que llega a compilar Fopea. O no. Igual denuncias de 112 agresiones físicas, 73 amenazas, 76 atentados a la transmisión, 37 restricciones de acceso a la información, 26 casos de censura con algunos otros casos más es bastante para los últimos tres años.

Lo suficiente para que se vaya internalizando en la cultura periodística que es mejor no meterse en problemas y ocuparse de temas que no llamen al garrote. Total, hay tantas noticias tan interesantes para cubrir que no se entiende la obstinación de ciertos periodistas en informar lo que alguien no quiere que se sepa. Por ejemplo, este fin de semana, tuvimos el huevo gigante de Bariloche y sus cuarentaydosmil pedazos de chocolate revoleados a la multitud vivante. Lo que se dice una linda cobertura pascual. Es cierto que después vino la inundación justo en la zona donde llegan rápido los móviles de Capital y se alteró la agenda informativa. Pero igual no es sencillo cubrir las aguas. Hay inundación por negligencia de funcionario público y hay otras por catástrofe natural por calentamiento global. Y la tipificación depende de muchos factores como para que una persona arriesgue una valoración en algún medio con el que mantiene un contrato laboral precario.

Hay un periodista que hace años se ocupa de rastrear una nueva forma de periodismo barata para el patrón y segura para la peonada, que muchos ejercen sin saber que están respondiendo a las últimas tendencias mundiales en la profesión. Nick Davies se dio cuenta hace bastante que hay noticias que no son noticias: no todo lo importante obtiene cobertura en los medios, ni todo lo que aparece en los medios es importante de por sí. Este periodista inglés dedica parte de su investigación a dilucidar de dónde salen las noticias y cómo se desparraman por ahí, sin más razón que la de que alguien lo dijo. Es el periodismo de copiar-y-pegar, que reproduce lo que otros escriben con la única precaución de poner comillas o algún potencial la irrelevancia. Si se trata de algo que ya fue dicho, la responsabilidad se diluye por elevación.

Davies llamó churnalism a este pseudo journalism, aprovechando la similitud fonética del verbo  churn out, producir algo en serie, algo así como “hacer chorizos”. No hay coincidencia en cuál es el mejor equivalente en español, pero podría llamarse parodismo, por ser una parodia del periodismo, o churrodismo, por la expresión de “hacer churros”. A mí me gustó la traducción de perrodismo que encontré en un blog, porque mantiene la homofonía como la expresión en inglés y recupera otro dicho popular, ese de “meter el perro”.

Porque el periodismo que copia y pega mete el perro a sus lectores, si no a sus editores y a sus colegas, con quienes trata de disimular esa indignidad de replicar lo que viene hecho de afuera sin más mérito que pegarle una estampilla con su nombre, como hace la maquila. Pero periodista que copia, sobre todo partes oficiales, es periodista que sobrevive, así que no viene mal repasar las reglas del perrodismo, sea para ejercerlo, sea para detectarlo. Está más instalado entre nosotros de los que nos gustaría reconocer.

Sepa cómo ejercer el perrodismo en diez reglas, según propone Nick Davies:

Regla 1: Prefiera historias que sean a) rápidas de cubrir, y b) seguras para publicar. Para qué meterse a investigar cuestiones intrincadas cuando hay tantas historias poco controvertidas que alguien dejó listas para ser difundidas.

Regla 2: Para ir a lo seguro nada mejor que  las fuentes oficiales. Citar una fuente siempre es más seguro y barato que andar revisando documentos y buscando testigos eventuales.

Regla 3: No hace falta desafiar los límites. Las declaraciones oficiales mantienen al reportero en una zona de seguridad de la que no conviene salir para buscar testimonios de ciudadanos o de organizaciones que podrían desmentir aquello que no se tuvo tiempo de verificar.

Regla 4: Nada más común que el sentido común. Si se maneja dentro de sus límites, las noticias quedarán en la confortable zona del consenso establecido.

Regla 5: Las declaraciones no se desmienten entre sí, así que esa es una forma sencilla de brindar los dos lados de la historia sin tener que tomarse el trabajo de buscar evidencias que saque la noticia del terreno de la opinión. La búsqueda de la verdad no es una tarea del perrodismo.

Regla 6: La noticia tiene que atraer las audiencias así que lo mejor es darles lo que piden. Para la mayoría de los editores las noticias son un negocio como cualquiera.

Regla 7: Imprima a todo el sesgo noticioso: preferir el interés humano por sobre impacto social; lo concreto antes que lo abstracto; el evento mejor que el proceso; lo actual preferible a lo histórico; lo simple a la complejidad; la certeza fácil a lo que pueda generar dudas.

Regla 8: Ideas y hechos deben seleccionarse con mentalidad comercial porque los lectores, como los clientes, siempre tienen la razón.

Regla 9: En tiempos turbulentos, sea parte del pánico moral: lo mejor es ofrecerle a la nación una versión que exalte su estado emocional de la forma más cruda posible. Cualquier esfuerzo en contrario, será compulsivamente descartado.

Regla 10: Publicar cualquier historia que haya sido profusamente difundida, aunque carezca de importancia. Gracias a esta regla, el periodista que no tiene tiempo y recursos puede sobrevivir reproduciendo historias atractivas, reducidas a lo básico que pueda contarse desde el más llano sentido común.

Si su medio responde a más de tres de estas reglas, no tenga dudas de que ejerce el más puro perrodismo. Ahora ya sabe que le están metiendo el perro.