CAMPAÑA ELECTORAL EN EL GIGANTE DEL SUR/
Brasil: tan próximo y tan distante

un cartel político en una calle de una ciudad de Brasil/Por: Adriana Amado - @adrianacatedraa Los argentinos tenemos un vínculo ambivalente con Brasil.  La mayoría de nosotros disfruta las bondades de sus playas, o ejercita la rivalidad futbolística con cierta frecuencia. Pero aun así esa familiaridad no soluciona la distancia que mantenemos con el vecino, que se delata porque aun con más ciudades mediterráneas que costeras, vayas donde vayas, al volver son más los que te preguntan si fuiste a la playa. O peor, limitan los comentarios al fútbol ignorando que el deporte nacional brasileño es la telenovela. Este fin de semana Brasil tuvo elecciones de segunda vuelta en cincuenta ciudades de las más importantes del país. El país que para muchos argentinos se identifica con el “coco gelado”, la Copa de la FIFA eligió sus candidatos locales con voto electrónico e identificación biométrica. Nosotros mientras tanto estamos discutiendo si la candidatura presidencial 2015 nos concederá la boleta única en alguna jurisdicción.

La campaña electoral del gigante del sur se ajusta a unas reglas de convivencia desusadas para quienes vivimos elecciones como la prepotencia de los partidos que creen que es libertad de expresión usurpar a fuerza de carteles y pintadas el espacio público. De visita en una ciudad populosa como Curitiba, invitada al congreso de Politicom en la Universidad Federal del Paraná, pude constatar que los candidatos solo se exhibían en unos discretos caballetes dispuestos en las esquinas y con alguna que otra camioneta voceando su nombre y número de boleta, dato imprescindible para teclear el número correcto en la urna electrónica. Las propuestas se comunican, desde hace cincuenta años, en el Horario gratuito de propaganda electoral (HGPE) de radio y televisión. En un país donde más de sesenta por ciento de la población no supera la enseñanza primaria es crítico encontrar lenguajes que lleguen a todos, y para eso nada mejor que hacerlo un rato antes de la telenovela, ritual brasileño que atraviesa todas las clases sin discriminación.

Al comienzo, allá por 1965, ese espacio se limitaba a mostrar los nombres de los candidatos. Con los años, se fue perfeccionando una narrativa más institucional que publicitaria, con reportajes de calidad audiovisual a la altura del horario central en el que se insertan. Roberto Gondo, presidente de Politicom, señala que no puede olvidarse que Brasil es un país de casi doscientos millones de habitantes dividido en cinco grandes regiones,  lo que obliga a que los mensajes transmitidos en esos veinte minutos nocturnos se concentren en los grandes temas, que los asesores saben comunicar muy estratégicamente.

Claro que competir por la atención es más fácil para los grandes partidos con recursos y experiencia. Para los minoritarios, o para aquellos candidatos que duran una elección, la limitación de recursos los empuja a procurar recordación a partir de ciertos excesos, como el payaso Tiririca o la “Mujer pera”, que apelaba a la analogía de sus formas femeninas para ser votada. Para la profesora Neusa Damartini Gomes, de la Universidad Católica de Rio Grande do Sul, el HGPE se transformó en un santuario de promesas electorales incumplibles, catálogo de sandeces de personajes excéntricos que buscan conseguir la atención ya que no votos. Para la especialista, “La lucha por la visibilidad no siempre tiene límites éticos y estéticos”. El tema mereció una mesa especial en el Congreso de la organización a resultas de la cual académicos y consultores elaboraron una carta convocando a colegas y autoridades a revisar la herramienta para equiparar la participación equitativa de todos los actores de la elección para que el horario gratuito cumpla con los objetivos cívicos a los que responde.

Hace cincuenta años que existe el HGPE en Brasil. Hace una década que funciona el voto electrónico. Esta elección estrena la acreditación por huella digital: el mismo sistema que en Argentina usan en migraciones, Brasil lo usa para evitar fraude electoral, agilizar el acto de votar y obtener los resultados, que se difundieron antes de la hora con precisión. Las del 28 de octubre fueron elecciones municipales de segunda vuelta y el comentario fue que la abstención de un distrito central como San Pablo había marcado un record de 19.1%. En las últimas elecciones argentinas, escuché a funcionarios argentinos festejando como un éxito de la votación con porcentajes de ausencia en las urnas que son superiores, a pesar de que nuestro sistema, además de obligatorio, es de empadronamiento automático. El año pasado estrenamos sistema de minutos cedidos a los partidos, pero ninguno de los oficialismos se abstuvo de continuar con su propaganda de gobierno. Nuestro sistema es mucho más inequitativo porque agrega el dinero del Estado a las diferencias que señala la Carta de Curitiba, que tienen de por sí los partidos que carecen de respaldos corporativos. Es mucho más burocrático para los partidos que tienen que imprimir sus propias boletas y velar porque estén en las mesas. Es más oneroso al Estado, que requiere mucho más para organizar la votación y el recuento. Es hostil al ciudadano, que vive con resignación que las elecciones sean saturación de propagandas y ausencia de debates y explicaciones. El nuestro es sobre todo, un sistema menos confiable. Y seguramente esa sea la razón por la que la gente que no votó por ningún candidato haya alcanzado récords de 35% (2007) y 28% (2011). A la vuelta a Buenos Aires, a una ciudad caótica, con transporte alterado por las tormentas y vecinos evacuados por inundaciones evitables, muchos colegas me hicieron la clásica pregunta de si había podido ir a la playa.

elecciones en una ciudad de Brasil

 

 

 

 

 

 

 

 

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