EVENTOS DE COMUNICACIÓN PÚBLICA/
Periodismo y sensación térmica

Cristina x 2/Por: Adriana Amado. Estuve unos días afuera y me perdí el discurso del retorno de la presidente a sus actividades así que lo vi en diferido y fragmentado en la pantalla del móvil. Y ya se sabe, no es lo mismo.  Así que hice lo que aconseja el manual del lector avizor, y a mi vuelta busqué dos análisis del evento en dos medios tipificados como distantes entre sí. Elegí lo que llaman un diario “opositor” frente a un “militante”. Por un lado, la columna del Dr. Eliseo Verón, que  viene analizando estos eventos de comunicación pública en el diario Perfil con una clara posición crítica. Por el otro, un tal Raúl Ludueña, en Tiempo Argentino, que se presenta en las redes como “alguien como vos” pero con el nombre @conorgulloK, para que quede claro qué tanto se nos parece. Las dos me darían una mirada lo suficientemente contrapuesta, pensé, como para buscar un aristotélico punto medio. Pero no. Al final, resultó ser que estaban más de acuerdo de lo que ellos mismos podrían suponer.

Cuando se escurre un poco el romanticismo que se le chorreó a Raúl en frases como “Su sonrisa iba empalideciendo la luz del salón”, o “Se la vio radiante, compitiendo con la tormenta solar de estos días”, resulta que su presentación del acontecimiento coincide bastante con la de Eliseo Verón. Por caso, el semiólogo escribió que  “el ‘retorno’ de la señora Presidenta ha sido la reiteración-confirmación de lo que podríamos llamar la poética discursiva de Cristina”. Ludueña coincidió en que “Fue la Cristina que conocemos”. Para el primero, se trata  de “una estrategia definitivamente cristalizada y estabilizada”; para el segundo, su “marca registrada”.

Para Verón, el evento fue un “didáctico show cristinista”,  en tanto que recurrió a esa “enunciación pedagógica que la señora Presidenta no parece dispuesta a abandonar: Cristina es siempre una maestra cordial, informal, que explica cada cosa para que se entienda”. Ludueña, que se ve que tiene más confianza con la  señora, directamente dijo que “bajó línea para casi todos”. Para Verón, el mensaje a transmitir en el discurso de regreso fue “No se equivoquen, aquí la jefa soy yo”. Ludueña entendió exactamente lo mismo: que quedó claro que “es ella y sólo ella el centro del universo político”, al punto que “Su persona se recortaba sola y el entorno se ponía difuso”. Para el entusiasta Ludueña era porque que “Así de grande es su personalidad”. Tan pero tan que “El brillo fue aumentando la intensidad ante cada certeza lanzada como un sutil estilete a un blanco predeterminado” [sic], diana que vendría a conformar aquellos que “la crucificaron”, “la maltrataron, la criticaron”, que formaron parte de la “descarnada y sistemática campaña en su contra”.

Y acá es donde me parece que el señor Ludueña debe de haber estado leyendo alguno de los veinte libros que escribió Verón, porque viene a darle el argumento central de la columna del especialista.  Porque concluye Verón que “un aspecto muy importante de la táctica comunicacional oficial consiste en incitar a los medios a producir crítica: es una trampa que hasta el momento ha funcionado bastante bien”. Así es que la mandataria “necesita desesperadamente que los medios hablen mal de ella, necesita sentirse atacada para poder operar”.  Por eso, como bien dijo el señor Raúl, el “estilete” presidencial estaba certeramente “destinado especialmente a los curanderos que diagnosticaron desde la ignorancia profética que editaban los medios opositores”.

Mientras Verón decía que el televidente se aburría, para Ludueña el pueblo “que la ama” no podía menos que compartir la “alegría de millones de argentinos que se sienten correspondidos en su amor”. Pero acá vuelven a coincidir ambos analistas: para el de Tiempo, el “perfume” que lo embelesaba  solo podía ser olido por “todos los argentinos que votamos a Cristina y que disfrutamos su reaparición pública”. Entonces, seguramente es que Verón no la debe de haber votado y por eso, para él, se trató de un show “al que los televidentes asistimos, pero del que quedamos fuera”.  Ahora entiendo: si no mal leí a Ludueña, habría que estar profundamente enamorado de Cristina para sentir sus efluvios encantadores, o para ser parte de los “pocos privilegiados” invitados a la ceremonia presidencial. Hasta en las disidencias coinciden.

La semana pasada, las temperaturas extremas del mundo lograron que los medios se obsesionaran unánimemente en transmitir, hora a hora, la sensación térmica. Sin distinción de “hegemónicos/patrióticos”, “opositores/oficialistas”, “independientes/militantes”, en todos se habló de las temperaturas extremas. ¡Como si hiciera falta leer el diario o encender la tele para enterarse de que hacía un calor de derretirse! Las apariciones públicas de la presidente consiguieron algo parecido. Por eso concluía Verón que una actitud verdaderamente “destituyente” de los medios sería dejar de opinar, de evaluar. El periodismo será verdaderamente osado cuando vuelva a los hechos y deje de hablar de la sensación térmica.

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