PERIODISMO Y UNA VIEJA DISCUSIÓN
No culpes a la ética

Tapa PaparazziPor: Adriana Amado. Las últimas semanas algunas noticias menores alcanzaron para revolver unas discusiones sobre ética periodística que con bastante olor a naftalina, por eso de que se parece a esos abrigos guardados en el placar y que se sacan solamente los días de mucho frío. La ética es algo más que un tapado de ocasión y merece mejor destino que disimular las manchas del traje diario. Sin embargo, no sale de eso.

Por caso, ¿hay un tema de ética en la publicación de las fotos de Juana Viale a los besos con Martín Lousteau? El dilema ético no es si esas fotos deberían publicarse, cosa que ya está resuelta en la ley que establece claramente que la privacidad es un concepto relativo y que las personas públicas corren el límite con sus propios actos. Como hacen, por ejemplo, cuando el involucrado decide libremente contar su vida privada ante una cámara o anunciar su boda en la tapa de una revista o mostrar su infidelidad en la vía pública. No puede reclamar que esos temas no sean públicos cuando el propio interesado los había hecho tales. El dilema ético en este caso lo tienen aquellos que plantearon si había que ocultar al público esa información. Prohombres del periodismo reclamaron, escandalizados con el chisme de peluquería, si no debían llamarse a silencio los que obtuvieron esas imágenes. La pregunta ética es cuántas otras imágenes estos periodistas estarán guardando en nombre de una moralidad que no necesariamente es la de todos.

El otro caso que sacó la ética del armario fue el de CQC, que otra vez hizo trampa inventando una noticia sobre un suceso irrelevante  que involucraba a dos personajes intrascendentes. El juego demandó la complicidad o la negligencia de algunos para poner en circulación una versión y aun así la noticia duró lo que el engaño. Pero antes también la ética se desarchivó a raíz de la cámara oculta producida por una empresa de medios para dar a conocer una negociación sindical, como también se había mentado con otra grabación obtenida mediante ocultamiento, exhibida por el canal público para acusar a un periodista de otro medio.

Malos y males hay en todas las actividades, pero en ninguna como en el periodismo un caso sirve para cuestionar el todo. Será porque de todas las profesiones es la única que vive exclusivamente de la confianza. Lo que se olvidan quienes sacan partido del escándalo, es que el relativismo es veneno que se esparce en una noticia, un programa, una entrevista, pero que termina por contaminar el sistema.  Las noticias pasan, pero los emisores quedan. Por eso ahora no importa tanto el qué como el quién. En un mundo con tantos emisores elegimos las noticias por la confianza que nos da quien las cuenta. Y ahí es donde talla la ética.

Es importantísima la ética de los medios y de los periodistas. Pero también hay una ética de las fuentes, públicas o privadas, que pueden informar honestamente pero también engañar, ocultar, abusar de su posición para intimidar a empresarios y productores, públicos o privados. O la inversa. También hay una ética de quien produce contenidos, en cualquiera de los formatos que se les presenten a las audiencias. Y no es una cuestión de verdad o mentira, sino de calidad y de respeto por quien la recibe. Solo una concepción paternalista pondría las acusaciones en un solo responsable y se sentaría a esperar que sean los otros los que hagan las cosas bien. El engaño, las malas artes, la estafa pueden ocurrir en cada tramo de la cadena. Pero claro, siempre se corta en el eslabón más débil, que vendría a ser el de los periodistas.

Enfrascados en ver quién grita más fuerte, fuentes, medios, periodistas, productores, a veces se olvidan de que del otro lado hay ciudadanos eligiendo a quién le van a dar el voto de confianza. Y que es con ellos que se establece el pacto ético. El pacto ético de 678 con sus seguidores no es el mismo que tiene TN con sus audiencias ni el de la revista Paparazzi con sus lectores. Lo que tienen que saber es que ninguno es mejor que el otro, siempre y cuando estén claros para quienes reciben la información y asumidos por quienes la producen. Lo que tienen que saber los que les encanta desparramar el barro cuando alguno derrapa es que la confianza no es un mercado de competencia en donde uno puede quedarse con todo. La pérdida de credibilidad de las noticias puede socavar la credibilidad en todas las instituciones, no solo la de los medios. Aunque, claro, estos son los únicos que se la juegan todos los días.

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