FESTEJOS DEL BICENTENARIO
No entendieron nada

Instantánea de los festejos: fotos con la policíaPor: Adriana Amado. No es que no supiéramos que se festejaba el Bicentenario. Convengamos que fue un tema bastante conversado los últimos tiempos. Por eso no entiendo por qué ahora resulta que los festejos fueron una sorpresa justamente para aquellos mismos que se encargaban de anunciarlos. De hecho, los que se declaran más sorprendidos son, en primer término, los periodistas (grupo confesamente desconcertado), luego los propios organizadores (todos insistían en recalcar que las mejores previsiones habían sido desbordadas), y luego los analistas de siempre. Tan desorientados quedaron que los medios más oficialistas se volvieron neutrales al lado del entusiasmo bicentenario que abrazaron diarios que hasta el 21 eran acusados de feroces enemigos de la causa patriótica. Por caso, Página 12 no le dio al asunto la nota principal de tapa hasta el último día: primero habló de Villegas, después de los militares, de los vuelos de la muerte y recién el 25 le dedicó a la gente que estaba en la calle una caricatura. En cambio, Clarín “arrancó” el mismo sábado con una foto a pleno de la “gran fiesta”, para seguir con multitudes, brillos y festejos a pleno en sus tapas. Los detractores podrán decir que fue una cuestión de marketing, que había demasiados lectores en la 9 de Julio como para no incluirlos en las noticias. Pero a las tapas me remito.

Sin embargo, ante la evidencia incontrastable de que no conocen tan bien a la ciudadanía como les gustaría, en lugar de llamarse a la reflexión en silencio, insistieron en erigirse en interpretadores de eso que ni siquiera vieron venir (el primero que notó todo esto fue el DsD).

Así, a pesar de que el entusiasmo ciudadano fue a contramano de la pelea mediática previa, el consultor Artemio López insistió en una nota por Radio Nacional que el Bicentenario era un éxito de los argentinos que “desafiaron a los medios hegemónicos”. ¿Qué medios? ¿Los opositores que invitaban a la fiesta o los oficialistas que hablaban de temas que habían ocurrido, en el mejor de los casos, una semana antes? ¿No será hora de reconocer que no son tan hegemónicos? ¿Cuántos millones tenemos que juntarnos para demostrar que no estamos tan pendientes de los medios como suponen?

Las antinomias que atraviesan la política y las peleas mediáticas no funcionan para explicar por qué alguien pasaba por el stand de las Madres después de haber visto el desfile militar. O después de escuchar el festival folklorísimo esperaba bajo la lluvia que pasara la comunidad coreana. O aguantó por igual los apretujones de la inauguración del Colón y del recital del Chaqueño. O visitó el stand de Ambiente para después arrojar impune en la vía pública los folletos de papel no reciclable, que se acumulaban junto con las banderas de plástico patriótico y la basura capitalista de la sociedad de consumo. Eran los mismos que se llevaban en las cámaras recuerdos del Bicentenario tan contrapuestos como la foto de la Sole, los inflables sindicales, el Ford Falcon de colección y el coche de la nueva policía metropolitana.

Bien dijo Eliseo Verón en su interpretación de la interpretación que “el ‘mensaje’ del enorme colectivo de los ciudadanos que participó de los festejos del Bicentenario no está todavía escrito (…) Es un sentido abierto y hasta cierto punto impredecible”. ¿Será por eso que la última campaña del gobierno se inspiró en el diario La Nación? Porque si te fijás bien, el aviso oficial dice que no fueron los desfiles, ni la música, ni las provincias y países hermanos, ni los autos, ni el paseo, ni el 3D, ni las carrozas, que “lo más inolvidable del Bicentenario fuiste vos”. O sea, exactamente lo que había dicho Pablo Sirvén cuando tituló “La gente fue el principal espectáculo”. Mirá si resulta impredecible este bicentenario.
 
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