A TONO CON LAS ÉPOCAS DE CRISIS
El croto chic

Celeste Cid onda retro en Para vestir santosPor: Adriana Amado. La primera década del siglo XXI ha creado un estilo que se esfuerza por diferenciarse de la tristemente famosa “del noventa”. Y así como entonces el signo era la ostentación, la marca de autor, el estreno, ahora la onda es la discreción, el eclecticismo, lo usado. Por eso en los boliches más cool de Palermo Hollywood, la onda son los muebles viejos (que no es lo mismo que antiguos), en lo posible cachudos, de materiales poco nobles como vinilos y cromados. En esos espacios se lleva mucho el sillón de cuerina, la mesa ratona sesentosa con tapa de marmol ónix, los plásticos colorinches, ¡las carpetitas de crochet! Esa mesa horrible donde tomabas el Vascolet en la casa de tía Adela, ahora queda divina en esa foto de Casa Chaucha, pintada de colorado, con la Mac blanca y la lámpara Ptolomeo encima. Sus cultores llaman a este estilo “casa popular”, aunque claro que no se refieren a una vivienda tipo de una barriada conurbana. Generalmente es una casa armada con los rejuntes de familias bien, que pasan los muebles que renuevan en herencia anticipada para los jóvenes que salen del nido.

En la tele, es la casa donde viven las chicas de “Para vestir santos”. Que en realidad es una auténtica falsa casa de barrio. La insistencia de los productores con el mantel de hule, el verde esmeralda, la fórmica y los muebles de Cotolengo dan cuenta de que los chicos de ahora adoran el kitsch, y lo transforman en camp. O sea, creen que es canchero honrar lo horrible/kitsch de los objetos de la producción masiva. Tener un enano de jardín en el balcón con vista al río es lo más, verlo en las casas del conurbano es divertiiiiido. Pero para mucha gente es un destino de pobreza que no causa ninguna gracia.

Lo mismo pasa con las pilchas. Como las que usan Griselda Siciliani o Celeste Cid, para convencernos de que son chicas de barrio. Pero esa ropa popular, imitación de ropa vieja (Retro rock; retro chic, retro…) cuesta una fortuna. Muchas marcas aprovecharon esta vocación de pobreza de los chicos ricos y les ofrecen pantalones agujereados y camisolas arrugadas a precios de shopping. La onda no solo es andar con algo que parezca estropeado, sino que parezca reciclado, reusado, “vintage, ¿viste?”. Quizás para sentirse más a tono con estas épocas de crisis, suelen estrenar modelitos que intentan aparentar las pilchas que usaban sus padres cuando iban al recital de Virus. O van a bailar con un simil del equipo de tres tiras, hecho de polyester parecido al que usaba su mamá para hacer gimnasia. Pero de la última colección de la marca.

El “croto-chic” es un estilo que se lleva en los barrios del norte, en las universidades de elite, en los colegios universitarios, en los actos de la Cámpora. Es un falso vintage, en la medida en que es un envejecido industrial, amenizado con algún objeto del placard de los abuelos. Un gamulán del viejo, el Seiko que le regalaron cuando se recibió, los Risky de mamá, las carteritas viejas de la abuela que están impecables, porque son de buena factura. Es la Havaiana, que en Brasil es calzado popular pero acá las usan las chicas combinadas con un jean que pagaría más de una asignación universal. Una prueba irrefutable de esto es que podés ver nenas de Havaianas en el Subte D que va a Belgrano, pero difícilmente encontrarías una en la cola del colectivo en Liniers.

La muchachada auténticamente popular ya tiene bastante con ser pobre, como para gastar plata para parecerlo. Cuando tienen unos mangos los invierten en ropa bien nueva, bien de marca, que es en definitiva uno de los pocos gustos que esta sociedad les consiente. El croto canchero es para quien quiere sentirse nac&pop, quien necesita de la tranquilidad espiritual que le proporciona esta pseudo austeridad de marrones y grises, con la que marcan diferencia con la ostentación de la generación de sus padres. Esta rebeldía juvenil no se la iban a perder las marcas, que saben bien, como decía Naomi Klein, vender a los niños ricos la marginalidad de los chicos pobres, y ponerle el logotipo glamoroso que convierte en deseable todo lo que toca. Y que no discrimina ni a pobres y ni a ricos (claro pero por diferentes razones).

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