-Autos como los de antes, de chapa dura y paragolpes cromados, que todavía se pueden ver, enteritos, circulando por el conurbano, todavía con la patente original. Esos eran fierros, cotizados hasta el día de hoy en los mejores desarmaderos, y no los plastiquitos que te venden hoy que se rompen al primer ciclista que te llevás puesto.

-Pendejos como los de antes, que no se emborrachan ni se pelean en la puerta de los boliches, como los de ahora. Eso sí, los de antes venían con el mensaje de la revolución socialista de mano de la lucha armada. Pero con ideales…

-Futbolistas como los de antes, que a lo sumo cambiaban de club, y no de país, como les ocurre a los mejores jugadores del mundo de ahora, que tienen el pasaporte argentino, pero los goles los hacen para afuera.

-Conductores como los de antes, y no los Tinellis y las Anabelas de la televisión de ahora, que lo único que quieren es distraer a la audiencia y socavar la cultura de la población. ¿Dónde están los Pipo Mancera, los Roberto Galán, los Orlando Marconi con que nos obsequió el siglo pasado?

-Votantes como los de antes, que siempre elegían el partido al que estaban afiliados de toda la vida, y listo. Ahora, para votar, les alcanza andar viendo quién imita a quién en Gran Cuñado.

-Policías como los de antes, que no tenían otra cosa que cuidar la esquina y saludar a los vecinos. Nada de andar rastrillando cunetas ni escuchando llamadas como tienen que hacer los de ahora.

-Árboles como los de antes, porque a Ibarra no se le caían las ramas arriba de las niñitas de las plazas o de los autos que esperaban el semáforo en Figueroa Alcorta.

-Chorros como los de antes: cada tanto alguna víctima o funcionario recuerda que antes, los chorros “tenían códigos”. Los de antes, roban, pero hacen. Ahora, dicen, estamos llenos de “víctimas inocentes”. Cómo si las víctimas de antes lo merecieran…

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