PARA COMPRENDER LA CATARATA DE ENCUESTAS
Manual del encuestado desorientado II

datos de las encuestasPor: Adriana Amado. Vos creías que el desasosiego que te generaban los llamados de encuestadoras ignotas no podía superarse. Pero agarraste el diario, viste las últimas encuestas y se te terminó de empastar la única neurona electoral que había sobrevivido a la campaña. ¿Cómo puede ser? Un día gana uno, otro día, otro. Unos vaticinan triunfos de los mismos que en la radio dicen que van para atrás. Como dice un viejo refrán, una persona con un reloj sabe la hora; con dos, nunca está seguro. ¿Pasará lo mismo con las encuestas y los medios que las difunden? Por lo menos, es así mientras nos falten los datos que se necesitan para entenderlas. Porque en las encuestas, contrariamente a la verdad matemática, 2 es 2 sólo si se aportan las garantías necesarias para estar seguros de que no es 1. O 3, ó 4…

Y no estoy hablando de las encuestas truchas, que presentan números de fantasía como parte de operaciones de prensa, que las hay. Me refiero a aquellas de buena voluntad, que durante estas semanas se presentaron indiscriminadamente, abonando la confusión general. Por ejemplo, con gráficos que suben y bajan con dudosas pendientes, donde la línea de un candidato cruza a la del otro, aunque los resultados corresponden a encuestas distintas. O sea, no es que la tendencia del Fulano sea ascendente o descendente, sino que el diario acomodó primero la que le daba mejor al candidato, con lo que a ése no le queda más que caer. Y viceversa. Para peor, a veces se compara una encuesta telefónica de 500 casos, hecha en Gran Buenos Aires, y otra que está hecha con 1.100 cuestionarios anónimos que vienen de todo el país. Y al lado, le ponen los resultados de los que votaron en la página del diario. Sería un milagro que a las tres les diera lo mismo. Siempre una encuesta es un recorte, porque no se puede entrevistar a todo el mundo (excepto, claro, en las mismísimas elecciones), pero la precisión del dato cambia si se llama por teléfono a 500 personas evitando la larga distancia, que si se entrevistó personalmente a 1.100 personas de todos los partidos de la provincia de Buenos Aires. No sólo porque la precisión de la respuesta es diferente (ya habíamos descripto una típica situación de entrevista telefónica), sino porque cambia sustancialmente la confiabilidad del resultado.

De hecho, todos hablan del margen de error, pero nadie se hace cargo del asunto. De asumirlo, no abrazarían los números con tanto ardor. Cuando se lee que “X tiene 15% de votos” en una encuesta con un margen de error de +/- 4 puntos, debería leerse “En el 95% de los casos (típico “intervalo de confianza” de las encuestas que leemos), el porcentaje de población que apoya a X está entre el 11% y el 19%”. Y si resulta que “Z tiene 14%”, los porcentajes podrían ser para X, 19 y 11, y para Z, 18 y 10. ¡En cualquier combinación! Esto quiere decir que sería factible el resultado inverso y que el que parecía perder, ganara, sin que hubiera algún error.

Acordate de esto cuando los mismos que salen a repetir resultados leídos de la tapa del diario después digan que las encuestas se equivocaron. En realidad, los que se suelen equivocar son los periodistas que no tienen la prudencia de hablar de las encuestas con la relatividad que merecen. Y que debería extremarse cuando los resultados caen casi dentro del margen de error. ¿Y qué hacer si el medio no informa cuál es el margen de error de la encuesta? Voy a hacer una revelación: raramente se encuentren por acá encuestas con menos de 3 puntos de error, porque es raro (¡y carísimo!) entrevistar a más de 1.400 personas rango mínimo para reducir este margen, que es de los más bajos. Y si la cantidad de entrevistados es de 500, el error aceptable está alrededor de 5 puntos. ¿Entendés? Más que la diferencia que se da entre la mayoría de los partidos para estas elecciones. Lo que pasa es que, como el tema es bastante complejo, siempre resulta más atractivo como título de tapa un mal pronóstico que una buena explicación técnica. Pero tenelo en cuenta, antes de que los resultados de una encuesta tuerzan tu decisión electoral.

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