FENÓMENOS ERAN LOS DE ANTES... |
Tinellización, ¿de qué? |
Por: Adriana Amado. Dos semanas de programa y ya hay cráneos que andan llenando columnas, programas y rotativos sobre el mundo de Marcelo. Entre las que me encuentro, claro. Pero una cosa es tratar de entender el fenómeno y otra es andar exaltando la cosa como si verdaderamente creyeran en el “fenómeno Tinelli”. O lo que es peor, hablando de “la tinellización de acá”, “la tinellización de allá”... ¿Qué fenómeno? ¿De qué tinellización me hablan? |
Pensemos las dos ideas y vamos a ver que no resisten un análisis sesudo. Por empezar, no voy a negar que el show de Tinelli es un “fenómeno” como producto televisivo: permanencia, espacio atractivo para anunciantes, bolsa de trabajo para estrellas fugaces, una base de audiencia más o menos constante. Lo que no está nada mal viendo los vaivenes de la TV argentina. Pero tampoco es Pipo Mancera, que llegó a tener más de 80 puntos de rating, ni el show de Biondi, que convocaba siempre a más de la mitad de los televidentes. Fenómenos eran los de antes… Por supuesto que eran otras épocas, con menos oferta televisiva y de entretenimiento variopinto, pero justamente por eso hoy no puede sostenerse empíricamente que “todo el mundo ve Tinelli”. Todos hablamos de él, es cierto. También lo es que es el programa de mayor audiencia. Pero no la tiene toda. Por los datos que manejamos, el programa tiene, en este momento de arranque, un tercio de las pantallas encendidas de Capital y GBA, que es lo que mide el rating. Y podemos suponer que la cosa puede declinar con la pérdida de la novedad. O sea que ahora y en el futuro podemos suponer que una clara mayoría de la audiencia a la hora de Showmatch hace otra cosa.
Pero más grave es la pretensión de echar a rodar la idea de “tinellización”. Que hasta donde entiendo es una traspolación de la idea de Colón-ización al ámbito televisivo. Como si hubiera una transferencia forzada de patrones culturales del programa de Tinelli a… ¿quién? Es innegable que el show tiene ciertas características que son un sello propio: fuerte impacto popular, humor fácil basado en la broma pesada (cuando no en el escarnio), conducción desacartonada y compinche, alto contenido sexual (no solo en el reaggeton: en las bailarinas, en las cámaras ocultas, etc.), lenguaje directo y procaz, predilección por el escandalete que sale del programa. ¿Algo más? Ah, sí, fama fácil. O para decirlo con el nombre registrado: “Cinco minutos de fama”. Estos condimentos, en distintas proporciones, estuvieron presentes en los sucesivos shows. Y algunos han sido copiados por muchos otros, con mejor o peor suerte. En este sentido, podríamos aceptar que alguna parte de la televisión fue tinellizada. Como también podría pensarse en la tinellización cada vez que el resto de la programación repite en cadena sus escenas.
Pero de ahí a sostener que “la sociedad” se tinelliza por el simple hecho de que un tercio decide ver dos horas de programa cuatro días a la semana siete meses al año, ¿no es un poco mucho? Que la gente prefiera el domingo hablar del expulsado del Bailando… o de Gran Cuñado no se explica por la colonización de cerebros (o la tinellización de la audiencia). La tele y el fútbol (que no la supera en calidad ni dignidad) siempre suelen ser tema de conversación que así como se cultiva se suplanta de inmediato por el próximo objeto de interés. Quizás lo que preocupa a algunos analistas es que alguna parte de la sociedad está más tinellizada que otra. Y me refiero a esa clase que desde hace unos meses estaba preocupada por cómo iba a salir en Gran Cuñado y ahora está preocupada por cómo la nominación en la casa va a influir en los votos que saque en junio. Esa clase que está convencida de que los comicios dependen más de lo que hagan los sosias que de lo que estuvieron haciendo ellos todos estos años. Ésa sí que está tinellizada. Sobre todo porque es la más afecta a la afrenta, al escándalo mediático y a la fama fácil. Es la clase política que sigue preocupada más por lo que dicen los medios que por lo que pasa afuera de ellos. Hasta ahora su mundo se limitaba a la agenda de los diarios. Hoy creen que la realidad de la ciudadanía está encerrada en la casa de Gran Cuñado.
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