Por: Adriana Amado Suárez. La TV, siempre criticada por el gag fácil y oportunista, nos está regalando un derroche de parodia, forma de humor un tanto sofisticada. Y para mejor, la tele no se ríe de nosotros como en la época de las cámaras sorpresa, si no de ella misma (¡justicia por fin!). Tampoco lo hace con el trazo grotesco de “Los Roldán”, que hacía escarnio de los usos y costumbres de las clases venidas a menos. O de “Gasoleros”, que ridiculizaban a los que alguna vez fueron del medio, y que desde esa época engrosan las filas de los pobres. Ahora la TV se ríe del estrato que le sigue en el nivel ascendente: los bienaventurados progres de espíritu, clase social que se define por su capital cultural más que por el monetario. Sí, esos que el ascenso social argentino ubicó por encima de su origen hoy son el objeto de parodias varias. La primera sorprendió a todos por youtube y extendió la gracia como un virus. Capusotto con inteligencia exquisita se estaba riendo de los ahora sagrados setenta y sus cantantes de protesta y de los pretensiosos de los noventa que van a comer a restaurantes de la cadena “¡Uy nos rompieron el orto!”.Después fue a por todos: el subsecretario de Educación que preserva el lenguaje de los jóvenes como les gusta a algunos funcionarios (¡con mano dura!); Micky Vainilla, el cantante pop que no disimula su racismo; o el Emo, ese niño rico que tiene tristeza.
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