TESTIMONIOS DE LOS EXPERIMENTOS SOCIALES Y POLÍTICOS DE LA IZQUIERDA
Desde la revolución

Hacia la RevoluciónPor: Juan Terranova. “A fines de agosto de 1960 tuvimos la oportunidad de conversar durante más de tres horas y media con Mao Tse Tung, en su residencia en Tian A Men en Pekín”, así empieza la crónica que Carlos Astrada tituló, filosóficamente, “Convivencia con Mao Tse Tung en el diálogo”. El texto está incluido en la antología Hacia la revolución. Viajeros argentinos de izquierda, preparada por Sylvia Saítta y publicada por Fondo de Cultura Económico. Cuando supe del libro, lo primero que se me ocurrió fue una pregunta. La preposición del título, ¿qué ánimo encierra? Leyendo las diferentes crónicas, uno se da cuenta que los viajeros se acercan al oráculo rojo del comunismo sin  grandes preguntas, más bien con ansias de confirmación. El viaje, sin embargo, vale la pena.

La idea es buena

Como artefacto literario, las antologías son libros donde se arriesga mucho. Su lectura es una gimnasia intensa que demanda la permanente atención del lector. Los juicios sobre lo que se lee varían necesariamente. Hay un todo y hay partes. Una novela se puede leer en duermevela, depositar la confianza en el autor desde el principio, dejarse arrastrar. Las antologías, por los mismos corcovos de su confección, son como rompecabezas. Cada pieza se juzga por separado y también se examina la lectura del antologador. En este sentido Sylvia Saítta es esmerada y prolija. Su introducción a los textos es sólida y las elecciones que realiza, verdaderos rescates bibliográficos, lejanos a la demagogia compositiva, arman un muestrario atractivo. La idea, entonces, es buena. (Termino de escribir esta frase y me llaman por teléfono. En algún punto de Buenos Aires se está craneando otra antología y un amigo me pide opinión. “¿Vale la pena intentarlo?” me pregunta. Y yo respondo: “Sí, las antologías nunca son demasiadas. Si hay algunas malas, la culpa no es del chancho”.) 

La patria roja

Hacia la revolución está dividido en tres partes. Los relatos de viajeros a la Unión Soviética, a China y a Cuba. Más allá del entusiasmo de Bernardo Kordon por Pekín –y el impresionante Carlos Astrada entrevistando a Mao– o las comprometidas impresiones de Martínez Estrada y Leopoldo Marechal sobre La Habana, me quedo con la primera parte. El de la Unión Soviética se trata de un ciclo cerrado –un sistema político que vimos entrar en decadencia y caer– pero descrito aquí en su principio y en su apogeo. De hecho, el entusiasmo de los cronistas es diferente pero constante y también nos habla de los derroteros tomados por la izquierda vernácula. La prosa y las anécdotas de Ghioldi, que viaja en 1921, son ingenuas hasta lo ridículo. El dirigente escribe: “Rusia  no tiene puesto para los pesimistas. El pesimismo halla en ella su muerte”. León Rudnitzky, que lo hace en 1928, se entrega a una frenética propaganda de metáforas engoladas. Abel Ponce titula “Visita al hombre futuro”. Y Elías Castelnuovo, por su parte y sin dejar de lado el arrebato, logra colar una simpática anécdota de cariz sexual que le trajo problemas cuando, a su vuelta quiso, publicar su crónica en Buenos Aires. Castelnuovo es el más escritor de todos y el personaje de la mujer que está pintando La última cena con Lenin como Cristo es uno de los más sorprendentes y vivos de esa parte del libro. 

Un dogmatismo conocido

Así, frescos pero no por eso libres de un dogmatismo conocido, que muchas veces rozando con comodidad el panfleto, estos textos resultan objetos conceptuales simples cuya interpretación es compleja y su enraizado en la historia los hace, incluso por su torpeza, merecedores de atención. En una entrevista, Horacio Tarcus dijo una vez que la izquierda había cerrado su ciclo del siglo XX y ahora había que esperar para ver qué pasaba en el siglo XXI. Hilachas y girones del exotismo político, Hacia la revolución es un intenso y atípico testimonio de los experimentos sociales y políticos de la izquierda. Empujado por su lectura, me imagino el otro libro, el de los otros experimentos. Tiro una punta. Para empezar, habría que incluir la entrevista que Mussolini le concedió a Victoria Ocampo en el Palazzo Venezia. Esa también sería una excelente antología.

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