EL ENTRAMADO DE MERSADAS CULTURALES |
Juan Gelman juega a las escondidas |
Por: Juan Terranova. Su vida familiar me es indiferente. Su poesía no me gusta. Sus notas sobre política internacional estaban bastante mejor pero siempre con ese gusto a “estoy haciendo lo correcto” que las volvía desagradables hacia el final. Venía tratando de no opinar sobre su cara en la tapa de la revista VIVA, el parecido físico con Alfonsín y las razones por las cuales empezó a ligar premios importantes. Sin embargo, llegó la gota que colmó el vaso. |
La cajita feliz
Que operara con la pesada carga del pasado, que vuelve en las noches y se come las entrañas del insomnio, es previsible. Juan Gelman pertenece a ese tipo de “intelectuales”, a ese grupo cuyo pasado lejano todavía los marca, los presenta, los auspicia, los politiza y los flagela. Pero que ahora intente extender su campo de acción sobre el futuro, envalentonado por un prestigioso premio que no recibió por su literatura, ya me parece demasiado. ADN lo puso así: “El escritor argentino Juan Gelman depositó hoy en el Instituto Cervantes de Madrid su legado para futuros poetas, dos días después de recoger de manos del rey Juan Carlos en la Universidad de Alcalá de Henares el Premio Cervantes. El legado del poeta vivo más importante de Argentina es un texto inédito y un pergamino antiguo envuelto en satén rojo, que no se podrá conocer hasta el 3 de mayo de 2050.”
Hasta acá, un solo error. Gelman no es el poeta vivo más importante de la Argentina. Mucho antes están Leónidas Lamborghini y Ricardo Zelarayán. Por su parte, la revista Ñ en su sitio web, aportó este dato: “El legado, que incluye el antiguo pergamino, está depositado en la caja de seguridad número 1.028 de la antigua cámara acorazada del edificio que alberga el Cervantes”.
El mensaje cifrado
No le demos más vueltas. Podría llenar esta columna con alusiones al romanticismo tonto de la botella al mar, con el análisis de la poesía ñoña de Gelman, con una descripción del sistema de premios literarios como agenda política y diplomática, con los abundantes detalles ridículos y sus derivaciones –mi preferida, la de mandar al futuro un pergamino antiguo, aunque el satén rojo tiene lo suyo–. Todo bien. Pero no lo voy a hacer. Tampoco voy a publicar la lista que sí hice de los contenidos tentativos del mensaje doctrinario a los futuros poetas. Lo importante, en todo caso, es señalar que Gelman finalmente realizó un gesto que desnuda todos sus otros gestos. Fue el gesto del vacío, de la tensión, de la postergación, del espectáculo. Llamó la atención con algo que hoy no existe, sino que va a existir dentro de cincuenta años, cuando Gelman no exista más. La operación fue tosca y, como digo, descorrió un velo. Atrás, hay cuestiones escamoteadas, autocríticas que faltan, historias latentes que nadie se mete a revisar. Es un desván lleno de muebles polvorientos. No los vemos con claridad, pero adivinamos sus formas y sobre todo que algo se nos oculta.
Operativo Cervantes
Desde esta columna, entonces, propongo, sin más, ir hasta la bóveda, coordinar un operativo, reducir por la fuerza a los custodios, reventar la caja y leer el mensaje para desmitificar de una vez este entramado de mersadas culturales y periodismo mainstream. Si hay alguna expectativa, la decepción está garantizada. Y aunque es muy probable que no bajemos nuestros niveles de ansiedad, por lo menos tendremos la certeza de que no estamos viviendo de la miseria del pasado ni para el futuro del autobombo, sino en el mismo atronador y confuso presente que nos tocó en gracia.
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