IDEAS, POLÉMICA, ANÁLISIS
Universidad y falta de autocrítica

José Pablo FeinmannEscudo de la Universidad de Buenos AiresPor: Juan Terranova. La última edición de Ñ, la revista cultural de Clarín, incluyó una columna de opinión del escritor y docente Martín Kohan. El título “Acábenla con eso de "la bandita de Puán" retoma una entrevista que, ya hace algún tiempo, José Pablo Feinmann dio a Página/12 y, al mismo tiempo, fija posición sobre la situación de ataque o desprecio que muchos intelectuales ejercen sobre la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, metonímicamente nombrada con la calle en la que se encuentra. Ñ tiene la política de mantener un sitio web pero no pone al alcance de los lectores los contenidos de la revista; sin embargo, la opinión de Kohan puede leerse transcripta en este blog. Sus ideas merecen un análisis.

Feinmann y la envidia

Para empezar, el título del artículo de Kohan es inexacto. Las palabras con las que Feinmann define, hacia el final de la entrevista, a los escritores surgidos de la universidad son “esa bandita puanista”, lo cual evidencia aún mayor desprecio. Luego, lo de Feinmann es muy previsible. La entrevista termina con envidia y un insoportable resentimiento hacia el sistema de becas y premios de la universidad. Ahí ya hay un escamoteo, no sólo ignorancia, lugar común y torpeza. Si la gente que sale de las aulas de Puán cobra mayor importancia, es porque las opciones de formación en la sociedad son escasas y se fueron reduciendo. De esto son responsables también los partidos y los “intelectuales orgánicos” que se alejaron de la universidad y se refugiaron en otros ambientes, otras redacciones, otros contubernios. Las masivas clases de Feinmann sobre la filosofía universal no pueden ser comparadas con la educación universitaria. Si Feinmann diera clases en las excelentes universidades nacionales del conurbano, la cosa sería diferente. Creo que no lo hace y nunca lo hizo. Así las cosas.

Un cuerpo docente que ya no existe

Por supuesto, que Feinmann se regodee en su desprecio no significa que Kohan tenga razón. Del primer párrafo, es objetable la lista que a modo de curriculum expone. Para empezar, es una lista que ya no está vigente. Kohan escribe “Yo mismo me formé ahí, cuando era joven, con profesores como David Viñas, Ricardo Piglia, Susana Zanetti, Josefina Ludmer, Noé Jitrik, Beatriz Sarlo, Nicolás Rosa, Enrique Pezzoni”.

Aunque quizás hoy de clases -no lo sé- David Viñas tuvo una situación de tensión con la burocracia de la facultad y apareció como docente esporádicamente en la década del 90; Ricardo Piglia, Josefina Ludmer y Beatriz Sarlo hace años que no enseñan en Filosofía y Letras; Nicolás Rosa murió hace poco y Enrique Pezzoni hace casi veinte años; Noé Jitrik tiene una pensión de privilegio y si enseña, la pierde, por lo tanto está recluido en el Instituto de Literatura Hispanoamericana; y Susana Zanetti, la única que sigue en actividad ahí es una pésima docente. Dejemos en claro que la universidad de la que habla Feinmann, entonces, no es la que reivindica Kohan en una primera instancia. 

Un buen trabajo 

Como me licencié en Letras en ese lugar y fui docente de una materia de la carrera durante cuatro largos años, me creo en holgadas condiciones para disentir abiertamente con Kohan cuando afirma: “Trabajo, como digo, en una institución de formación de lectores. Lo considero un buen trabajo; sobre todo si la vocación de docencia está vigente, como es mi caso.” 

Enseñar en la carrera de Letras de la UBA no es un buen trabajo y el mismo Kohan explica por qué, cayendo en lo que entiendo como una contradicción grave. Si los que están afuera insultan y cuestionan, es la misma universidad la que se encarga de ser la primera agresora de sus docentes. Lo apunta el mismo Kohan: “Hay que decir igualmente que muchas cosas podrían y deberían mejorarse, y que en las condiciones generales en que el trabajo se desarrolla suelen ser bastante desfavorables. Hay problemas edilicios, limitaciones en el equipamiento, desigualdades, taras administrativas. Las remuneraciones son casi siempre escasas, a veces son un tanto humillantes y a veces son sencillamente nulas (a veces no pagan nada: nada de nada).”

¿Cómo puede ser un buen trabajo el que no renumera al que lo realiza? ¿Cómo puede ser un buen trabajo aquel que depara para la vocación docente salarios “a veces un tanto humillantes”? La Universidad de Buenos Aires maltrata desde hace mucho tiempo a sus docentes e investigadores, que como el mismo Kohan, siguen adelante en penosas y – coincido- humillantes condiciones. Este gesto de resignación, coraje y compromiso tiene mi respeto. Muy diferente es que no se vea que allí hay un problema o que ese problema se minimice. 

Si Kohan quiere definir su lugar de pertenencia en la universidad, me parece perfecto. Si su vocación lo lleva a trabajar en el durísimo oficio de la docencia sin ser retribuido, está en su derecho. Pero la autocrítica debería ser una de las virtudes de la razón universitaria. Al no realizarla, ¿no alimenta Kohan las ideas de aquellos que la denigran desde el desconocimiento?

Formación de lectores

El artículo habla de la formación de lectores. Ese parece ser para Kohan el objetivo último y la función primordial de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Si se me permite la bravata, bastante mejor sería si formara profesionales decididos a interactuar con la realidad nacional y, de ser posible, modificarla. No los veo como objetivos diferentes, sino más bien afines. Pero si el primero se realiza, el segundo está muy lejos de cumplirse. 

El 9 de octubre de 1974, Ángel Rama, a quién no podría tildarse tan fácil de anti-académico, escribe en su excelente Diario: “Al margen de estas notas, sigo preguntándome: ¿Por qué parecen de algodón los universitarios? ¿Por qué el horizonte en que se mueven parece tan limitado? ¿Por qué resultan tan enajenados respecto a las auténticas líneas de fuerza que recorren el medio en que viven?”. Preguntas difíciles de responder, pero cuya pertinencia sigue vigente.

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