carta astral J L Borges

Por Juan Terranova. Sábado. Hoy, fiesta. Mañana, a la iglesia, a cantar las verdades de Dios.

 

Domingo. Hablé con Masoch. Lo sentí bien, de buen ánimo. Me contó que estuvo en Misiones porque está haciendo una película sobre Horacio Quiroga. Después me encontré con Rafael Cippolini en el Parque Rivadavia. Me llamó y me pidió que lo acompañara a comprar películas. Le comprá aun mantero especializado que tiene cosas raras, japonesas, documentales, rock, etc. Cuando terminó de comprar, nos sentamos en uno de los bancos que hay cerca del monumento. Había bastante gente en el parque. Hablamos mucho de Lindner.

Lunes. Pese a todas las tecnologías del estilo, la lengua siempre es sucia y vieja.

Martes. Voy a dar un taller de literatura y astrología en el CEC con Mercedes Dellatorre. (Delatorre y Terranova.) La idea es cruzar las dos disciplinas. Entiendo hay una relación entre el acto de leer los astros y el acto de leer los libros y que muchas veces ambas operaciones pueden potenciarse y enriquecerse. La actividad es la misma: leer y encontrar un sentido. O no encontrarlo. O fingirlo. O leer mal. Las pinturas de Xul Solar son muy inspiradoras, incluso para leer. También encontré en la web la carta astral que Xul Solar le hizo a Borges.

Martes, más tarde. Hegel leía mucho. Libros y también los diarios de la época, que suponían una revolución como lo es hoy Internet. Se dice que leía sistemáticamente y copiaba mucho ya desde muy joven. Llevaba un diario que se conserva. Un diario caótico, lleno de citas, materiales de trabajo. Parece que lo llamaba “el molino extractor” y lo alimentaba con fisionomía, filosofía, filología, pero también notas sobre los hiperbóreos y remedios caseros contra el reuma. Los asuntos personales entraban en el diario si ilustraban algún principio abstracto. Encuentro una descripción de ese diario: “Compone una oración en latín, argumenta en contra de dictar un tema en alemán para ser transcrito al latín, anota su horario escolar al margen, dice que él y sus amigos han visto unas chicas bonitas, hace anotaciones sobre Virgilio y Demóstenes, expresa su curiosidad acerca de un reloj musical y un atlas de las estrellas, y el domingo estudia trigonometría.” Al parecer, Hegel tenía mentalidad enciclopédica pero citaba de memoria. Y es verdad que en La fenomelogía hay muy pocas citas.

Miércoles. Leo que, según el Talmud, el emperador Tito Flavio Sabino Vespasiano tenía un insecto en su cerebro que fue creciendo hasta que lo mató, como una forma de castigo divino. Los judíos lo odiaban porque había participado en las primeras guerras judeo-romanas y había sitiado y tomado Jerusalén. (Pese a su orden de preservación, los soldados saquearon la ciudad.) Creo que todos tenemos un insecto creciendo en nuestro cerebro. Freud bien podría haber tomado la metáfora. Y Hegel ¿no tenía el principio de un estilo, que era un insecto, muerto, y fusionado con otros miles de insectos? Quizás no era ni siquiera un estilo sino apenas una gestualidad.

Miércoles, más tarde. Wikipedia dice: “Según el Talmud, un insecto se introdujo en la nariz de Tito y se escondió en su cerebro durante siete años causándole un gran dolor. Tito notó cómo el sonido de un herrero que martillaba disminuía su dolor, tanto que pagó a unos herreros para que martillaran cerca de él; sin embargo, aunque el efecto cesó, el insecto continuó en su sitio. Cuando Tito murió, abrieron su cráneo y encontraron que el insecto había crecido hasta alcanzar el tamaño de un pájaro. El Talmud cita esto como la causa de su muerte y lo interpreta como la venganza divina por sus malas acciones.”

Jueves. Lectura sistemática. El insecto cerebral insiste. Hay que hacer una lectura sistemática. ¿De qué? De todo. La lectura tiene que rendir, se debe acotar. Pero hay otro insecto, en las manos, que establece las distracciones y las derivas. Parece que el insecto de Tito no era tan malo después de todo porque aparte de un militar exitoso, Tito terminó el Coliseo y mandó construir otros muchos edificios públicos. Plinio el Viejo, que murió durante la erupción del Vesubio, que se dio durante el gobierno de Tito, le dedicó su obra Naturalis Historia.

Viernes. Titular: “El tren nazi tendría cadáveres y no oro.” El principio de la nota dice: “Al final, no sería oro y joyas lo que esconde el misterioso tren nazi enterrado entre viejos túneles, en una zona minera en los bosques de Polonia. No. El “tesoro” oculto allí sería tan siniestro y macabro como lo fueron sus dueños. Según pudo saber el diario MailOnline, el tren probablemente tenga en su interior cadáveres, documentos secretos y posiblemente armas químicas en vez de oro y joyas fruto del saqueo alemán durante la Segunda Guerra.”

Viernes a la noche. Vuelvo de trabajar cansado pero me hago un rato para repasar a Lugones. En una obra de teatro que me linkea Mercedes encuentro la frase fácil pero no por eso menos interesante: “Yo amo a los asnos. Son pacientes y fieles. Su rebuzno distante, en las noches claras, está lleno de poesía.” Después leo un poema titulado “A mis cretinos.” Algo feo y al mismo tiempo moderno. El tema central es la respuesta que le da el poeta a sus críticos. ¿Qué les opone? La luna. Bueno. Pero no solo eso, también tiene estos versos: “Allá, en vida rechoncha/ Y a vuestros dogmas sordo./Lo pasaré cual gordo/Caracol en su concha.” El super-insecto de Lugones no descansaba.