ESCRITORES EN MESA REDONDA |
Jóvenes narradores, una vez más |
Por: Juan Terranova. El equívoco de la “joven narrativa” es directamente insoportable. Ya se hicieron todos los chistes posibles y la cosa no se descompone. Los que reciben ese mote se sienten culpables porque, por un lado y con razón, saben que el tiempo es inexorable pero los epítetos persisten. Y nunca falta el iluminado que denuncia su falta de significado real. Es imposible evitar la pregunta, de lucidez trasnochada, “¿hasta cuándo se es joven?” o, mucho peor, “¿qué significa ser joven?”. Y cada vez que se inaugura una mesa redonda, todos tienen que salir a explicar que el rótulo da la sensación de que se están aprovechando del accidente oprobioso de la juventud y esa no es su intención. Por todo esto, los “jóvenes narradores”, con suerte actores de un nicho de mercado, dejaron hace rato de conformar un lugar común para transformarse en un virus. Un virus livianito, como la gripe. Y los periodistas, por su parte, necesitan esa sangre infectada como vampiros. |
La mesa redonda
Coordinada por Mario Goloboff, la mesa se armó de forma despareja y quizás eso fue su mayor acierto. El auditorio Francisco Madariaga de la SEA le ponía su onda al asunto. Los convocados eran, por un lado, Martín Kohan, que ya cruzó el umbral de los cuarenta y viene de ganar el prestigioso y muy codiciado Premio Herralde con la novela Ciencias Morales. Y por el otro, Florencia Abatte y Juan Terranova. Abatte publicó dos novelas, un libro de poemas y es responsable del excelente sello Tantalia. La mesa, entonces, recordaba mucho a un set de cómicos de varieté. Estaba el nombre con punch –Kohan–, más experimentado aunque todavía sospechado de joven. Y las dos figuras en ascenso, de perfil más bien alto. Eso tenía que garantizar, supongo, algún público. Aunque a veces son el equívoco y el azar los que mueven los hilos y no tanto la razón y la premeditación.
Sin chicanas
Fue muy placentero discutir, por una vez, sin chicanas ni agresiones. Se fijaron posiciones y eso es muy bueno. Lo que realmente importó de todo lo que se dijo es que Kohan escribe desde Adorno, un ensayista que estudió y domina, y yo escribo desde Soiza Reilly. Después, coincidimos en un montón de autores comunes. Abatte se situó por el medio, contemporizando las posiciones.
Ñ es una mesa cuadrada
Chesterton decía que el periodismo consiste, esencialmente, en informar con énfasis que Lord Jones ha muerto a gente que no sabía que lord Jones estaba vivo. En el caso de la nota aparecida en el sitio de la revista Ñ con motivo de la mesa, no llega ni a eso. Mejor le cabe la famosa frase que implica descubrir la pólvora tarde y mal. O sea, los cohetes te explotan en la mano la mañana de navidad.
Ñ envía un cronista undercover
El título fue “Las diferencias también existen entre los integrantes de la nueva narrativa argentina”. Y el primer párrafo dice: “Hay que agradecerle a Martín Kohan, flamante Premio Herralde con su novela Ciencias morales, por haberle regalado al auditorio consagrado en la Sociedad de Escritores y Escritoras Argentinos una declaración de principios, un corajudo manifiesto de su escritura en tiempos en los que no abunda ni la más remota afirmación sobre literatura nacional, sobre la propia, la ajena, la actual.”
Esto es, como poco, hiperbólico y errado. Ese estado de la cuestión donde no “abunda ni la más remota afirmación sobre literatura nacional”, quizás propio de los 90, quedó cerrado con la publicación de Literatura de Izquierda de Damián Tabarosky y la aparición de los blogs. Más adelante se agrega en el artículo: “Sin tanto dramatismo hay una noticia y es que después de mucho tiempo hubo un debate, acalorado y necesario entre escritores argentinos.” Bueno, perdón, insisto, esa es noticia vieja. Lo más raro resulta que se aclara que el término “nueva narrativa argentina” es trillado y engañoso. ¿Y entonces? ¿En qué quedamos?
Le mot juste vs. resto del mundo
Como lo entiendo yo, la cosa se juega entre la tradición de le mot juste y las historias con tramas truculentas, el indirecto libre y cuidado versus el diálogo y el coloquialismo, el gesto de hacer estilo versus contar para emocionar o conmocionar. Dicotomías reales a medias, llenas de matices, pero que todavía siguen vigentes o pueden ser articuladas. Como fuere, en la Argentina, el tema es más viejo que el siglo XX. Ya está en la lectura que Sarmiento hizo en los Viajes de los poemas de Mármol.
La desidia del periodista
Pero el centro del asunto, como suele ocurrir con el periodismo cultural argentino de los grandes diarios, está en otra parte. ¿No aparece esta discusión ya muy claramente definida en los libros? Es ahí donde se ve que las estéticas, las éticas y las políticas son diferentes. Pero Ñ se empecina en informar mal, en sustraer no sólo lecturas, si no ya directamente datos y situaciones. Incluso su uso del Google es limitado. Así, se reciclan errores y se los vuelve a emplazar como verdades. De hecho, esta nota es un largo muestrario de lo que no hay que hacer cuando se cubre un evento. La cobertura de Silvina Friera para Página/12 rescata los mismos momentos de la charla, pero es muchísimo mejor porque no comete toda esta serie de ampulosos errores. Y que quede claro que de Ñ no me molestan tanto las opiniones mordaces, la falsa objetividad y la obsesión espuria por el canon, como la idea de que lo que dicen los escritores es mucho más importante de lo que escriben.
Céline
Otro de los problemas evidente de la nota de Ñ es que se empieza celebrando el debate y se lo termina tildando de onanismo; “¿Sabrán los "jóvenes narradores" que, a los ojos de los lectores y de los más jóvenes y potenciales nuevos escritores, conforman aun por fuera de la academia una elite ilustrada, un canon nuevo y diferencial? ¿Sabrán además que cualquier discusión teórica sobre literatura, aunque apasionante, tiene un dejo palpable y gozoso de puro onanismo?”. Son preguntas que intentan algo y no lo logran. Louis-Ferdinand Céline, que se consideraba y era un estilista, lo dijo mejor y mucho más corto en una entrevista que le hizo Madeleine Chapsal para L'Express en 1957: "Parler d'un livre, c'est toujours l'impuissance".
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