Por Juan Terranova. Domingo. Elecciones para gobernador de CABA. Mientras pasan, pienso no sabemos lidiar con el rechazo. Es parte de nuestra vida moderna. La trampa es que la modernidad está llena de rechazos y negativas.
Domingo, más tarde. Me gustaría escribir sobre el rechazo. Es un tema contemporáneo. Edad Media, Renacimiento, Ilustración. La pregunta era “¿te vas a portar bien o te vas a portar mal?” La modernidad también hace esa pregunta, pero mientras la hace se ríe.
Domingo, a la noche. Corregí un relato. (La palabra “cuento” no me gusta. Es ingenua. La frase “escribo cuentos” dicha por un aspirante a escritor me resulta lastimosa. Relatos es un poco más noble.) Corregí un relato, entonces, y me fui a votar. Voté. Volví y corregí otro relato. Pero el segundo me costó bastante más que el primero.
Lunes. Cristino pone en Facebook un fragmento del Bulletin Dada, fechado, según él, en febrero de 1920: “Nada de pintores, nada de literatos, nada de músicos, nada de escultores, nada de religiones, nada de republicanos, nada de realistas, nada de imperialistas, nada de anarquistas, nada de socialistas, nada de bolcheviques, nada de políticos, nada de proletarios, nada de demócratas, nada de burgueses, nada de aristócratas, nada de ejércitos, nada de policía, nada de patrias, en fin, basta de todas estas imbecilidades, no más nada, no más nada. NADA, NADA, NADA.” Me llama la atención como “religiones” funciona de puente entre la enumeración de las artes y las ideologías. ¡Y cómo tardan en aparecer los demócratas! Es muy probable que no significara mucho en esos años. ¡Y cuánto tardan en aparecer los burgueses y las fuerzas represivas! Aunque quizás ponerlas al principio habría sido muy obvio. Nos quedamos entonces pregonando la nada frente a las artes y las instituciones burocráticas del mundo moderno. ¿Somos avaros en esa repartida? Se aceptan, eso sí, los medios de masas que en ese momento estaban en auge. Al cine y a la frivolidad de los salones no les cabe la nada, o al menos no se los niega. Incluso en la enumeración de la nada hay un orden y ese orden puede ser leído. ¿La negación de la negación según Hegel? Más bien la negación como aspiración artística absoluta. Y a Hegel se lo acusó también alguna vez de entregarse a la fantasía, o a la lengua alemana, o al estilo, que para el caso sería un poco lo mismo.
Lunes, más tarde. ¿Cuántos de nosotros seremos almacenados como invendidos? No es un final tan aterrador, supongo. En Buenos Aires me resulta casi un final fijo y con la medida justa y previsible de oprobio.
Martes. Empiezo a leer Malvinas, la guerra desconocida, de Esteban Boschi, un libro escrito por un veterano donde se señala con datos, a veces fehacientes, a veces verosímiles, y a veces inverosímiles que la Argentina peleó bien y pudo haber ganado. Más allá de la información que puede resultar valiosa, es un libro escrito por alguien que no lee libros pero que fue a la guerra. No es tan inusual lo primero, se podría decir. Y muy inusual lo segundo.
Martes, más tarde. Vuelvo a ver la foto de los australianos. Y la foto del sobre manuscrito de Lovecraft. Hay afinidad. Cierta idea de azar las une: la granada que explota por un defecto, de forma accidental, arrasando a sus portadores que quedan congelados en la imagen y la caligrafía apurada y atractiva, un fragmento de la intimidad del soñador de monstruos. Son fotos que podrían conversar.
Miércoles. En el disco La Biblia de Vox Dei parece que había un poema. Lo encuentro en la información que da el full album en YouTube.
“Siento que crezco
y que subo
y que me veo por dentro
y me toco y me reconozco
y a mi lado estoy yo
que me hablo y me entiendo
y que ahora soy sueño
y me acerco y no muero.”
Jueves. Termino de leer Malvinas, la guerra desconocida. Nada de pintores, nada de literatos. Almacenados como invendidos. Guerberoff en Twitter: “Y todo lo que hacemos en la vida lo hacemos para dormir mejor.”
Viernes. Las odas seculares de Lugones me parece un título acertado y sensual. Lugones ponía bueno títulos. Las fuerzas extrañas, La guerra gaucha, La patria fuerte, títulos asertivos, frontales, decisivos. Una vez intenté leer La guerra gaucha y es un laberinto bastante reactivo, una especie de alto modernismo telúrico. Lugones confiesa en el prólogo, como si fuera un detalle, que recupero viejas palabras castellanas que ya no se usaban en ese momento y que en algunos casos también inventó algunas. No sé por qué caí en Lugones. Más tarde, le escribo un mail largo a Ricardo Piglia y en vez de mandárselo, lo borro. Después escucho una selección de lieder de Schubert.