acuarela de hitler

Por Juan Terranova. Lunes. Facebook nos demuestra a cada paso que todas esas ideas sobre democracia, arte, revolución y humanismo que nos enseñaban en el CBC son pura verdura. Sin embargo, después Internet, que contiene a Facebook pero que no es Facebook, presenta otros reflejos e intenta la continuidad de esa forma de saber, de esa ética. Por ejemplo, hoy escucho las sonatas de Mozart, de la primera a la décima, tocadas por Jeno Jando. No puedo ser indiferente a una posibilidad tan inmediata. Ser indiferente a esa música universal ahí, a mi disposición, esperándome, implicaría ya no indiferencia y desagradecimiento sino ceguera epistemológica. El problema quizás termine siendo siempre el acceso. Mayor acceso, más ruido. Pero eso, aunque verdad, es simplista. Más complejo es pensar que hay un mal en la docencia. Nuestra querida docencia de repetición, tergiversadora, anti-cultura, mero ejercicio burocrático de Occidente. Pero ¿quién soy yo para quejarme de las decisiones que toma Occidente? Roma todavía resiste. Y yo resistiré, como pueda, cuánto pueda, con ella, intentando volver a construir, cada tanto, un romanticismo de la ortodoxia.

 

Martes. Releo el libro con los artículos que Borges publicó en Sur. Hay uno, sobre el nazismo, escrito de forma contemporánea a la guerra. Se titula “Una pedagogía del odio.” A ese título atractivo se le suma una primera frase todavía más ambigua: “Las exhibiciones del odio pueden ser más obscenas y denigrantes que las del apetito carnal.” Se la paso a Mavrakis que responde con sorpresa y asintiendo.

Martes, más tarde. Releo lo que escribí el lunes y pienso, pomposo, que no compro heterodoxia barata y eso me empuja a la aventura de intentar el romanticismo de la ortodoxia.

Miércoles. La belleza de un titular al azar en Internet: “Un presentador de Fox News lanza un hacha a un baterista durante una emisión en vivo.” La historia, contada con la prosa brutal y desinteresada de un periodista ligeramente hispánico: “Hace una semana un periodista de Fox News estuvo a punto de matar a un baterista durante una emisión en directo. El presentador del programa Fox and Friends trataba de alcanzar con un hacha el blanco de una tabla de madera que estaba aproximadamente a un metro y medio de él pero erró en su difícil propósito.” El “baterista”, en realidad, era un tamborillero de ceremonia vestido de gala. El periodista erró dos veces. Primero al blanco, luego a la cabeza del tambor. Le pegó en el brazo. Igual debe haber dolido.

Miércoles, más tarde. En el museo empiezo a leer Notas sobre Juan Manuel de Rosas de Antonio Caponnetto. Hegel, prólogo de La fenomenología: “Bien puede enunciarse, entonces, la vida de Dios y el conocimiento divino como un jugar del amor consigo mismo; esta idea se degrada hasta lo edificante, e incluso lo desabrido, cuando faltan en ella la seriedad, el dolor, la paciencia y el trabajo de lo negativo.”

Jueves. Bárbara Pistoia me manda el link a un sitio con alrededor de doscientas imágenes, fotos y dibujos, de erotismo duro japonés. (Los japoneses están obsesionados con la nariz, parece.) Pierdo alrededor de dos horas y media mirando. Y tengo que mirar las imágenes sin música. No sé por qué. Mavrakis me fotocopia un ensayo de Samuel Johnson sobre las “Falklands” escrito a fines del siglo XVIII. Empiezo a leerlo pero no me puedo concentrar.

Jueves, más tarde. Al parecer, una casa de subastas alemana vendieron acuarelas pintadas por Hitler a un precio de cuatro cientos mil euros. “Una casa de subastas alemana recaudó esa cifra este fin de semana con la venta de 14 dibujos del dictador...” Etcétera. La noticia es casi rutinaria, incluso banal. El detalle más interesante es que se dice que “la obra más cara fue la del castillo que inspiró el logotipo de Disney.” Disney-nazismo no es una relación que me entusiasme tanto. Para el caso, es casi obvia. Pero parece que mi fama es sólida y precisa porque me la empezaron a mandar tanto amigos como desconocidos. Terranova aparece en la intersección entre arte y nazismo. Eso sí me da un poco más de curiosidad. Pero no lo puedo negar. Como esa vez que Luis Diego Fernández dijo que me interesan los dictadores y los santos. Touché.