sigfrid kaos

Por Juan Terranova. Lunes. Viendo en YouTube viejos capítulos del Agente 86. Mi preferido siempre fue Sigfrid. Él y el Coyote del Correcaminos. No los dejaban ganar pero todo el que entendía bien esas historias sabía que ellos eran los importantes, los sensuales, los que hacían el trabajo duro, los que se comprometían. Lo demás era el escenario, la escenografía moral, el tono desabrido de la arenga positiva.

 

Lunes, más tarde. Hace calor. El verano siempre tan corto. Enero debería tener noventas días.

Martes. Aprender a leer tiene que ver con aprender a soportar la afectación del otro. Escribir tiene que ver con matizar la afectación propia. “Estoy totalmente a favor de usar gas venenoso contra tribus incivilizadas” parece que dijo Winston Churchill en 1937.

Miércoles. Un titular: “mujer fue demorada por clavarle un tenedor en la cara a su pareja.” Otro: “Operaron a una beba para quitarle un tenedor clavado en la cabeza.” Busco el tercer tenedor casi sin darme cuenta pero no lo encuentro. ¿Por qué tres? Tenían que ser tres. Cuidado.

Miércoles, más tarde. Mavrakis me mandó algunas preguntas para una nota que está armando sobre los usos de YouTube para escuchar música. ¿Qué ofrece YouTube que lo diferencie de otras plataformas exclusivamente musicales? ¿Por qué te gusta y compartís videos desde esa red antes que en otra? También quería saber sobre la cuestión “generacional.” Respondí que YouTube era extremadamente simple y variado. Que no era nada invasivo y de hecho no lo es, no hay que descargar nada ni poner a funcionar nada. Respondí que podía manosearlo como quiero. Avanzar, detenerlo, elegir. Tengo canciones y full albums, puedo ponerlo a sonar y olvidarme. Puedo ver fragmentos de películas, películas enteras, bandas de sonido de películas: puedo explorar esa relación, y luego encontrar versiones acústicas hechas por un ruso o un brasileño de canciones del pop, viejos videos o performances televisivas de David Bowie o Lou Reed o el grupo español Barón Rojo o ver el último video de Pitbull que jamás alcanzaré en la TV, o espiar, Dios mío, imaginarme gracias a esa acotada pantalla, lo que fue David Oistrakh interpretando a Prokofiev en el Conservatorio de Moscú hacia 1972. Expliqué que la gestualidad de Richter, cómo estaban vestidos, ese blanco y negro poroso, esa falta de foco tan soviética, hacen a la música y son parte de mi curiosidad y mi agradecimiento. Di otro ejemplo. En YouTube encuentro una versión de la “Danse Macabre” de Saint-Saëns, arreglada por Liszt, que Horowitz trabajó e hizo famosa y tocada por el pianista griego Vassilis Varvaresos. Solo ahí encuentro esa música. Y la camisa que tiene puesta Varvaresos es color violeta. Una hermosa camisa, con un excelente cuello, que nos muestra toda su juventud y de alguna forma también habla de la frescura de su interpretación frente a la seguridad última de la muerte. Todo esto para no señalar el valor pedagógico insuperable de poder ver las partituras a medida que se escucha la música, como proveen muchos canales hoy en día. Sí, Grooveshark que tiene mejor sonido pero poca variedad, poca sorpresa. Spotify parece más sólido. Sin embargo, enlaza con las redes, invade tu privacidad auditiva, la intimidad de la escucha, contándole a los demás qué elegís. Y si no pagás tiene esas horribles propagandas que en YouTube son fácilmente bloqueables. YouTube es simple, es artesanal, es sucio, es manejable. Está cargado del tegumento de lo humano, de nuestros pifies, nuestras vergüenzas, nuestros momentos únicos. Así, es el gran proveedor de versiones e interpretaciones de la web. Lo registrado, lo lateral, lo accidental, ese momento, aparece capturado ahí con mucha eficiencia, taxonomizado y clasificado pero siempre un poco envuelto en basura, lo cual propone un paisaje de vertedero que siempre me resulta magnético.

Ya menos interesado, más conceptual, también agregué este párrafo a mi respuesta: “YouTube es El Alpeh mecanizado, con una lírica violenta de superposición y yuxtaposición pero no proponiendo la melancolía del poeta de los arrabales, sino el caos obsesivo contemporáneo. Con YouTube vemos nuestra neurosis y el funcionamiento de sus amenazantes partes diurnas. (RedTube o PornoTube nos permitirían ver la acotada y predecible fantasía nocturna. ¿YouTube es lo que somos y el porno es lo que nos gustaría ser?) Lo generacional aparece diluido en este charco de tendones y abrevaderos. Por otra parte, no recuerdo cómo se escuchaba música antes. Creo que había que levantarse, ir hasta un negocio, enfrentar a un rudimentario neófito, o a un distante erudito, elegir, apostar, pagar, y luego volver a casa y empezar a escuchar. Era como trabajar en una cantera de piedras. Creo que la cultura digital liberó la música de ataduras innecesarias, entorpecedoras, y YouTube es parte central de esa liberación.”

Viernes. Me desbloquearon en Facebook.

Viernes, más tarde. Las preferencias heterodoxas ¿no confirman una vocación ortodoxa? O incluso más contradictorio, una voz ortodoxa. Una de mis predicciones preferidas de Baba Vanga: “2183: Colonia en Marte se convierte en una nación nuclear y pide la independencia de la Tierra.”

Viernes, medianoche. Encuentro un flyer de dos T-Rex en posición amatoria con la leyenda: “did homosexuality kill off dinosaurs?” El arte del siglo XXI.