Por Juan Terranova. Lunes. Feriado por la Vuelta de Obligado. El viernes en el almuerzo que compartí con Guebel y Garcés, Garcés pidió una porción de riñones asados. Fue un gesto joyceano pero los riñones estaban realmente sabrosos. Hoy me acuerdo que en la secundaria tuve una profesora que se reía a carcajadas sin mover los labios. No sé de qué se reía. Eso era lo peor.
Lunes, más tarde. Veo de a partes en YouTube El dinsaurio y el bebé, una conversación que Fritz Lang y Godard tuvieron como coda a El desprecio. La charla empieza extraviada en la impostura de la creación pero luego avanza sobre el tema de la censura. Eso hace que la conversación gane mucho. Godard improvisa un lista de aquello que no puede ser filmado en Francia. Y Lang cuenta que ellos en Hollywood podían hablar con los censores y que eso era algo bueno. Muy a menudo, demasiado, nos olvidamos que el siglo XX fue un siglo de una censura activa y abundante. Godard cita a un productor, Carlo Ponti, que le había dicho que la gente miraba las películas no con los ojos sino con el estómago.
Martes. Ese humanismo automático, por default, que se ve por ahí hoy, no puede ser otra cosa que producto directo de la ignorancia. O quizás también del miedo. ¿Pero miedo a qué? Supongo que miedo a Internet. A lo fragmentario que es Internet. A su velocidad. Su innegable capacidad democratizadora. Un humanismo pobre que le tiene miedo a lo humano desatado. Aunque muchas veces el miedo no necesita un motivo.
Martes, más tarde. El último guillotinado en público fue de 1939, justo el año en que empezó la Segunda Guerra. Leo en un sitio que “Then "morality" stepped in and ruined public murder for everyone.” Entre 1940 y 1977 se guillotinaron docenas de criminales en Francia. Sí, la última ejecución con guillotina se hizo en 1977. No tengo dónde chequear si esta información es cierta.
Martes, medianoche. Pienso una historia protagonizada por un hombre manco. Tengo una sola línea. El hombre manco le dice a una señorita: “Me falta el brazo izquierdo pero con el derecho, le juro, hago maravillas.”
Miércoles. La delicada tradición estival de poner Schubert y pensar en las aguas tumultuosas del Paraná. Llegado el momento este diario de lecturas se acerca a ser también un diario de escuchas. No me parece mal.
Miércoles, más tarde. Acuso a Robles y a Mavrakis de “masticar en privado los intestinos secos de la literatura argentina."
Jueves. Según la biografía de Peter Neville, en su primera infancia, Benito Mussolini estuvo dos horas afilando una piedra para apuñalar a un niño que lo había insultado. Cuando terminó, fue y lo apuñaló. Ya joven y socialista, en Predappio, recorría las calles de noche recitando pasajes del Infierno de Dante para molestar a los burgueses que dormían. Parece que tenía una memoria excelente.
Viernes. Leo un poema de Anna Ajmátova traducido por Natalia Litvinova. Lo relaciono con el oficio del periodista:
Pensábamos: somos tan pobres, no tenemos nada,
pero al ir perdiendo una cosa tras otra,
de modo que cada día se transformaba
en Día de los difuntos,
empezamos a componer canciones
a la gran generosidad de Dios
y sobre nuestra antigua riqueza.
Sábado. Encuentro una imagen donde el coyote del correcaminos, lee un libro. Como está de espaldas podemos ver lo que lee. El libro, grueso, de tapas duras, está abierto en una página que dice: “Hypnotism. How to induce a person to jump off a cliff.” No es el título del libro, supongo, pero como título de un capítulo funciona muy bien. Se me ocurre que, en algún lugar de la web, está la lista de libros que leen los dibujitos animados. Una vez encontré los que lee Lisa Simpsons, pero esos son fáciles. Lisa es una intelectual.