SOBRE EL LIBRO REPORTAJES DE JORGE FONTEVECCHIA |
Diálogos políticos de la Argentina reciente |
Por: Juan Terranova. “Las entrevistas que incluye este libro fueron realizadas en un período de tiempo especial para la República Argentina: la campaña electoral del 2007. De hecho esta serie concluye con la veda política la semana previa a las elecciones de octubre donde Cristina Kirchner triunfó en primera vuelta con el 45 % del total de los votos emitidos.” Las dos oraciones que abren Reportajes de Jorge Fontevecchia, editado por Planeta en diciembre del 2007, son una autodefinición tan buena como cualquier otra. Publicados originalmente en el dominical Perfil, que el mismo Fontevecchia dirige, muchos de estos textos lograron cierta repercusión pública y otros cayeron con rapidez en el olvido. Juntos en un libro, sin embargo, cobran una identidad diferente. De hechos aislados pasan a ser eslabones en una cadena y el resultado es una atractiva instantánea del presente político argentino. |
Detalles menores y virtudes innegables
La desprolijidad de la edición es llamativa. En las entrevistas, uno puede ver esos signos de interrogación que abren y no cierran, las erratas de la puntuación y las cacofonías retorcidas, como vestigios de la identidad periodística de los textos. Pero en la segunda página del breve Prólogo firmado por el autor, mientras se explica cómo se logró el texto final se lee: “(…) el proceso de desgrabación consumía un día de trabajo de un asistente que me entregaba entre cien y ciento cin40.000 caracteres de conversación” (el resaltado es mío). Por otra parte, como en el Prólogo, la solapa del libro también adolece de errores y sobre todo de un innecesario didactismo, matizado con un autobombo al que Fontevecchia ya nos tiene acostumbrados. Algunas afirmaciones rozan el ridículo. Por ejemplo cuando dice: “A pesar de las casi 600 páginas de este libro, algo inusual también para los libros argentinos, se tuvieron que elegir veintinueve reportajes sobre un total de treinta y tres que se realizaron hasta las elecciones.” Ahora bien, si no es inusual que los libros argentinos –como los de cualquier parte del mundo– tengan seiscientas páginas o más, sí es verdad, y Fontevecchia hace bien en remarcarlo, que las entrevistas que se leen en la prensa gráfica rara vez son tan largas, abarcativas, y a la vez sintéticas, como las de Perfil. Mucho menos a un ritmo de publicación de una por semana. Y muchísimo menos con los actores políticos y sociales del momento como protagonistas.
Lo previsible
Como todo lo que tiene que ver con los libros y la política, hay un amplio espectro de cuestiones previsibles. No faltan la frenética idiotez de De la Rúa, el patetismo de Blumberg, ni Macri diciendo que el PRO “no se casa con una corriente ideológica. Se casa con soluciones prácticas de cada problema”. Por otra parte, los títulos monotemáticos, por no decir monomaníacos, eficientes en las páginas de un medio gráfico, quedan rimbombantes en un libro: “Kirchner es el más fondomonetarista” (Cavallo), “Dudo que Kirchner deje de ser presidente” (José María Aznar), “Kirchner gobierna con el bolsillo” (Francisco de Narváez), “Kirchner no es peronista” (Ramón Puerta). Sin embargo, lo previsible contrasta con la elegancia de Bielsa y la solvencia de Binner para responder, con la muy peronista obsesión de Duhalde por la productividad, con el interés de Lavagna por las nuevas tecnologías y revela, muchas veces, buenos momentos de análisis como, por ejemplo, Felipe Solá cuando explica su gestión en la Provincia de Buenos Aires (“Un gobernador de Buenos Aires lo máximo que puede aspirar es al empate”). Las entrevistas en sí superan la frivolidad de los títulos.
Fuera del discurso televisivo
Por supuesto, los personajes de esta novela política por entregas se comentan, se analizan, se descartan, se miden y se enfrentan a lo largo de todo el libro. Carrió habla de Duhalde, López Murphy habla de Macri, Solá habla de Lavagna (llega a decir: “Roberto es un pechito frío”), Lavagna habla de Carrió (“Ciertos planteos de Carrió se me escapan porque ya no son terrenales”), Ibarra habla de Macri (“Yo estoy convencido de que se disfrazó”), y todos hablan de Kirchner. Esto acarrea una extraña sensación de intimidad que difiere mucho de la que proyectan los hombres de la cosa pública desde la televisión. Mientras en la pantalla aparecen planos, acosados por el exabrupto o la falta de tiempo, cuando no asaltados por los noteros en la calle, Fontevecchia logra un espacio diferente de intervención en sus entrevistas. Hay pausas, silencios, razones y razonamientos, carisma, y dentro de los discursos previsibles nuevas miradas, metáforas y explicaciones. Entre las preguntas y las respuestas se entreve el know how político. O al menos, sus facetas y derivados públicos.
El entrevistador
Aunque todas las entrevistas, y algunas más que otras, tienen un toque “revista Caras”, Fontevecchia nunca pierde el norte. Si bien es verdad que en el dialogo del 1º de abril con Carrió la política se ve desplazada por un auténtico melodrama, si la mitad de la entrevista a Menem es sobre su relación con Bolocco, si la recurrente insistencia por saber si el entrevistado lloró o no lloró en determinado momento cansa, esos posibles extravíos no dañan el contenido del libro. Más bien se reciben como datos de color que completan un ambiente de intimidad. Fontevecchia es bueno entrevistando. Duro cuando quiere ser duro, flexible si hace falta, siempre es educado y correcto, saca lo mejor de cada personaje, incluso con gente como Fernando Esteche –líder de la agrupación Quebracho- o del consultor Durán Barba, alucinados participantes de la política desde lugares completamente diferentes. Si Fontevecchia coquetea con la idea de ser el psicólogo de los políticos –cita a Freud y a Lacan y les recomienda hacer terapia a un par de entrevistados– finalmente demuestra que es un periodista con audacia, seguridad y oficio.
Dulces momentos bizarros
En el libro brillan varios momentos bizarros. Por ejemplo, en la entrevista a Cavallo, y si yo no leo mal, Fontevecchia compara a Menem con Trosky y a Kirchner –o a Duhalde, no queda claro– con Stalin. Francisco de Narváez narra su intento de suicidio en el Hyatt, su creencia en el horóscopo y la afirmación de que en alguna otra vida pudo haber sido un cruzado. A esto se agrega Menem diciendo que “Los jóvenes también toman Viagra” y la afirmación “El celibato en mi vida es imposible”; López Murphy diciendo que con él, la Argentina de hoy hubiera sido como la Alemania de la postguerra; Durán Barba hablando de “revoluciones socialistas o masoquistas” y afirmando que en la Argentina perduró más el mensaje de Charly García que el de Firmenich. En un momento Fontevecchia le cita La Caída de Bruno Ganz a De la Rúa, y por lo tanto lo compara con Hitler. Y el mismo De la Rúa responde a la pregunta sobre cómo soporta ser caricaturizado como el colmo de la incompetencia con la frase: “Hay que tener gran vida interior”. El libro también atesora frases que el anecdotario político no debería dejar morir en esas páginas. Lavagna dice: “La Argentina está llena de pequeños Maquiavelos del subdesarrollo.” Sobisch, candidato a presidente, gobernador de Neuquén, compungido responsable de una muerte atroz en su provincia, dice “Hay una soledad en el poder que es muy difícil de explicar hacia afuera”. Y Bielsa aclara, en un libro donde muchos candidatos y políticos en ejercicio se empecinan en afirmar que ya no existe izquierda ni derecha, que “la derecha se come, se traga sapos espantosos. El estómago de la derecha es un verdadero caldero del diablo”.
Biografía fragmentaria y los problemas de la oposición
El tiempo siempre hace que las cosas cambien. Las opiniones de De Narváez sobre el destino político de Blumberg, las dudas de Michetti sobre la posible candidatura de Cristina, las especulaciones de muchos sobre la filiación partidaria de Lavagna, hoy se leen de otra manera. Sin embargo, esto no opaca esas voces. Reportajes es una biografía fragmentaria y por reflejo del mandato de Kirchner y el último proceso electoral argentino. Que falte la voz del poder, no redunda en un defecto. De hecho, llama la atención la ausencia de párrafos proselitistas. Lo que hay son miradas subjetivas, tendenciosas a veces, pero siempre envueltas en alguna de las formas de la racionalidad. Cuando Cavallo le reconoce virtudes al gobierno de Kirchner y a Kirchner mismo como político, la afirmación tiene un peso diferente. Otra cuestión fundamental que el libro dibuja con una precisión admirable es la dislocación de las figuras de la oposición y su patente imposibilidad de agruparse en una causa común. Michetti, en una entrevista excelente, examina el tema y concluye que esa “representación está muy fragmentada porque los líderes tienen esa concepción de identidades cerradas”. Lo cual se comprueba en la entrevista de Carrió, de Lopez Murphy, y en menor medida de Lavagna. Así, mapa histórico, bitácora ideológica del presente, breve enciclopedia de las militancias recientes, Reportajes se vuelve imprescindible a la ahora de pensar la actualidad. Pero también es un capítulo apasionante de la gran novela política argentina.
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