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Por Juan Terranova. Domingo, antes del mediodía. Cristino Bogado me mandó los famosos Cahiers de Cioran en epub. ¿Por qué todavía no se tradujeron al español? El francés acertivo de Ciorán me resulta legible, ameno, sensual. Aquí su escritura no es tan prolija como la de sus libros de aforismos y eso lo hace interesante. Un laberinto un poco más sucio, ligeramente descuidado, con algunas manchas de humedad, con algunas dudas, polvo y botellas vacías en el rincón. Ya en el breve prólogo de Simone Boué se cita la famosa frase, taxativa, simple, que tiene el peso de la verdad y la resignación vital: “J´ai le fragment dans le sang.” Qué momento de anagnórisis. Recuerdo la nota, a la distancia excelente, que salió en el Cultura y Nación de Clarín cuando se publicaron en Francia los Cahiers. El autor resaltaba la misma frase. Aunque algunas partes están fechadas, se explica y es verosímil que a Ciorán no le interesaba llevar un diario, día a día, “genre qui ne présentait pour lui aucun intérêt.” Cristino me resaltó las partes en las que habla del tango. Y, por supuesto, la frase "Je porte en moi une Argentine secrète."

 

Lunes. Estuvo haciendo mucho frío. En general no me gusta este clima pero ayer fue especialmente incómodo. Cuando estoy en la computadora, sin embargo, me olvido. Aunque escribir con los pies fríos es feo –hay que hacer un esfuerzo de concentración más grande–, se puede. Ahora leer con los pies fríos es imposible. El frío, y los pies helados, me hicieron acordar, no sé por qué, que cuando estuve en Córdoba, Lo Presti me dijo “creo que vos no hacés una lectura irónica del fascismo...” Le respondí: “No, hago una lectura irónica de la democracia.”

Lunes, más tarde. El primo Pons tuvo muchos otros títulos antes de llamarse El primo Pons. Uno de ellos fue El parásito. Pienso en eso mientras leo unas historietas pornográficas que encuentro en la biblioteca.

Martes. Aunque conozco las internas, y sé que Fogwill y Aira se elogiaron mutuamente en público, y los dos se insultaron de la misma manera con Piglia, los leo a los tres, leo sus obras, con el agregado de Juan José Saer, los leo a los cuatro, digo, como una especie de continuo. Me explico. Leo como si fuera, ¿me atreveré a decirlo?, un solo autor. ¿Puedo argumentar por qué? No sé. Pertenecen a una misma generación, incluso a una misma época. Y mientras sus tensiones se borran con el tiempo, sus intereses se acercan y sus diferencias no me parecen tan irreconciliables. De hecho podría hacerse una cadena de admiraciones y lecturas. Aira es lector de Fogwill, Fogwill de Saer, Saer de Piglia, Piglia de Saer. Aunque Saer es el que menos leía a sus contemporáneos y el que menos leía un general y el que menos sabía leer. Podría sumar a Laiseca, el Laiseca defendido y divulgado por Fogwill en los años ochenta y prologado por Piglia en Los Sorias. Incluso podría sumar a Germán García al grupo, que estoy seguro los leyó a todos y con todos tenía buen trato. Como puedo establecer estas relaciones más allá de los nombres, como hay estilos y conceptos en común, conceptos como “mercado”, “paranoia”, “Argentina”, como puedo leer por sobre las diferencias y las distancias, me examino a mí mismo con esas herramientas y temo, en el futuro, terminar asociado a novelistas con los que tengo diferencias insalvables. (O que yo considero insalvables.) Después lo pienso bien y comprendo que toda lectura que circule –pese a los equívocos– es en algún punto atendible –no tengo otra palabra ahora–, y que, la verdad última, sobre el final de mi pensamiento, no me importa. E incluso puede llegar a divertirme.

Miércoles. Leyendo sobre Friedrich Ratzel, padre del determinismo geográfico. Cesare Lombroso no es admitido ya en la actualidad. Aunque en ellas podamos encontrar más de una ambigüedad y mucho del ámbito contemporáneo, todos lo niegan y niegan sus teorías, supongo que muchos por pudor progresista y culto al relativismo antes que otra cosa. Ahora, el determinismo geográfico se practica con una asiduidad casi total y sin reparos de ningún tipo. En Wikipedia leo: “Determinismo geográfico es una escuela geográfica propia de la Alemania de finales del XIX y comienzos del siglo XX que se inscribe en la tendencia determinista de las ciencias sociales, dentro de un ambiente cultural e intelectual en el que estaban presentes el darwinismo social, el organicismo y el vitalismo.”

Jueves. Un titular: “Mueren dos argentinos por infartos a causa de la semifinal.” La nota da un par de detalles necesarios. “Los fallecidos son un joven de 16 años en la provincia de Santiago del Estero, noroeste, y un repartidor de diarios de 45 en la provincia de Córdoba, en el centro del país. El adolescente sufrió un ataque cardíaco en el momento en el que el arquero Sergio Romero atajó el primer penal pateado por los holandeses (…) El otro caso ocurrió en la ciudad cordobesa de Marcos Juárez, cuando Gustavo Offer sufrió un infarto en medio de la muchedumbre que celebraba.” Al menos el segundo murió sabiendo que Argentina estaba en la final.

Viernes. El periodismo deportivo es el periodismo más difícil, el periodismo de la saturación mundialista y la pasión abrumadora, el periodismo de los gritos vacíos y la brutalidad. Lo Presti me dijo que era una relato sobre otro relato y que por eso era difícil, como el chiste que no se puede hacer sobre el chiste. Iría más allá, el periodismo deportivo es totalmente desabrido porque es un relato innecesario sobre un relato pasional.

Sábado. Esperando el partido por el tercer puesto y leyendo el Sofonías de una Biblia de la web. Empieza así: “Destruiré por completo todas las cosas de sobre la faz de la tierra, dice Jehová.” Con la televisión en mute me entero que Putin llegó hace algunas horas a la Argentina. Espero que Cristina lo invite a ver el partido a la Casa Rosada. Rusia sería un buen aliado, sobre todo en cuestiones energéticas y de cara al 2018.