sol

Juan Terranova - @juanterranova Sábado. Clarín titula: “Una Corte decidirá si murió o está meditando.” Luego se lee: “El gurú Shri Ashutosh Maharaj, un destacado líder espiritual de la India, murió hace 5 meses, a los 70 años. Pero sus seguidores congelaron el cuerpo porque afirman que está en una meditación profunda. Su familia recurrió a la Justicia para que decida si está muerto, ya que pretende cobrar la herencia de 170 millones de dólares.” No se dice nada más. La versión local, y por eso más truculenta, de esa tensión entre familia, religión y propiedad la proveyó Crónica cuando tituló: “Anciana murió y sus perros le devoraron la cara.” La mujer vivía en Guaymallén, Mendoza, tenía noventa años y murió en su cama. Los perros tenían hambre, se ve. Y no dudaron si meditaba o no. Acá todo es más de esa manera.

 

Domingo. Seguí leyendo el libro de Edison y la silla eléctrica con la idea de escribir un artículo para Revista Paco. La idea general se podía plantear así: si bien volvía en Tenessee por falta de químicos para matar inyectando, la silla nunca se había ido. Habría salido algo bueno. Sin embargo, me doy cuenta que sé demasiado del tema para escribir con soltura y confianza. De hecho, alguna vez pensé en un libro sobre la electricidad desde un punto de vista a la vez técnico y ontológico. En ese marco la silla es inevitable. Nacemos asistidos por máquinas eléctricas, vivimos atravesados por máquinas eléctricas, y algunos mueren electrocutados. La idea de fondo es que en estas últimas décadas nos hicimos, como especie, adictos a la electricidad. Internet no es otra cosa que electricidad. Todo lo que nos rodea demanda, pide, produce, necesita electricidad. La electricidad es tan fundamental que casi ni la vemos, ni mucho menos la cuestionamos o dudamos de su utilidad. La silla es una anécdota en ese entramado. Y ni siquiera el más perverso.

Domingo, más tarde. Cristino Bogado citando a Céline hablando de Proust: "200 páginas para decir que Coco le coge a Cucu!" (el dativo de interés ibérico es casi lo que más me gusta de la frase.)

Lunes. Voy con mi hija y su división a una excursión a la Plaza de Mayo. Como todos los días, la llevo hasta el colegio, pero esta vez me quedo esperando en la entrada. Elijo un sillón y me siento a leer. Llegamos un poco antes de las ocho y recién a las ocho y media está pautada la salida. Así que llevo un libro y leo sobre Heidegger – no a Heidegger, sino sobre Heidegger– mientras van pasando todas las caras y los modos de la burocracia educativa. Cerca de las ocho cuarenta aparece tercero c y nos subimos al micro. Ya en Plaza de Mayo la excursión es lenta, estática. Hay una guía, una mujer vieja que con formas juveniles que habla de historia. Los chicos se aburren cuando escuchan sobre Cornelio Saavedra. Los entiendo. El sol es un beneficio importante en estas condiciones. Cuando volvemos lo único que aprendí es que en la época de la revolución, para ser considerado vecino, había que tener una casa, una vaca y un caballo.

Lunes, más tarde. Ya en la computadora, apenas me conecto, me entero que el rey Juan Carlos de España abdicó y escribo una nota para Paco. Luis la lee y me manda el testamento político de Carlos VIII. Es un monarca en el exilio y por eso su voz tiene el color de una épica resignada: "Desde mi casa del destierro, pensando en mi muerte y en la vida de España, con la mente fija en el tiempo y en la eternidad, trazo estas líneas para que, más allá de la tumba, lleven mi voz a vuestros hogares y, en ellos, evoquen la imagen del que tanto amasteis y tanto os amó.”

Martes. Ya respuesto de la enfermedad, salgo de mi casa, camino tres cuadras y un viento frío me hace doler la cabeza. Después tomo un colectivo con olor a raticida. Al menos hay sol. Bajo del colectivo y voy hacia un bar, en Chacarita, donde tengo una reunión de trabajo. Dispongo de unos minutos, así que cerca de la estación, encuentro una casa tradicional de ropa de hombre, entro y pregunto por gorros de lana. Me muestran algunos. Compro el que menos me disgusta. Pago y salgo a la calle. Me siento entonces bien pertrechado para hacer frente al frío, aunque es posible que entre el sobretodo, la bufanda y el gorro de lana negra muestre una figura algo ridícula, como de exiliado en Siberia o europeo desarrapado del Este. Camino una cuadra y veo venir un tipo en remera, caminando, tranquilo, como si estuviera en la rambla de Mar del Plata en plena temporada.

Martes, más tarde. Creo que muchos de los que dicen y repiten "Nunca más" se lo diceN a sí mismos, para recordarse que no debeN hacer eso aunque sienta la tentación de hacerlo.

Miércoles. Cristino Bogado citando vagamente a Derrida define “el culto a la droga como neoreligión en tiempos ateos o secularizados" y agrega que a Derrida "le parecía algo débil." Le pido la cita precisa. Tarda pero me la pasa. Dice así: "Estas formas de la alienación originaria, en el sentido más positivo del término, el más productivo e irreductible, estas figuras del dictado, ¿acaso no son arrastradas en una historia en que un día la droga, ante la "huida de los dioses", viniera a ocupar un sitio vacante o a jugar el papel de un fantasma extenuado?" Tiene lo suyo el párrafo. Cristino me comenta: "No la religión como opio del pueblo, sino la droga como religión de los poetas ateos– y de algunos otros, más o menos ateos, más o menos poetas..." Aunque en realidad creo que la droga es la religión de masas de la secularización. Y en el Siglo XXI, la droga magnífica y completa va a ser la electricidad.

Jueves. Releo, con mucha admiración, La Operación Masotta de Correas, un libro al que siempre me refiero sin el artículo, directamente Operación Masotta. La versión que elijo tiene un sesgo algo más castrense. Después, encuentro un artículo donde Fogwill habla de los conceptos filosóficos como “mercancías.” Me resulta disruptivo pero con algo, quizás mucho, de verdad.

Jueves, más tarde. La entrada del 26 de septiembre de 1949, Mircea Eliade escribe: “En casa de R.B. Para despedir a N.M. Que toma el avión mañana para Buenos Aires. Una quincena de refugiados. No se habla más que de esto: ¿a qué continente se puede emigrar y cuánto tiempo se necesita para obtener –lo más rápidamente posible– un visado de emigrante? Todo el mundo está de acuerdo en que tenemos que abandonar Francia; muy pronto; dentro de unos meses, dentro de un año a lo sumo, los rusos ocuparán toda Europa.”

Viernes. El sábado pasado Vanoli me regaló una figurita del mundial. Es la de Balotelli. Recién hoy la pegué en mi computadora. La figurita es una foto, un retrato de Balotelli. Dice que juega en el Milán, que nació el 12 de agosto de 1990, mide 1,89 y pesa 88 kilos. Mucha suerte para vos y para el escudeto, Mario. Ojalá Italia sea campeón.