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Por Juan Terranova. Domingo: “El fantasma del enano vampiro aterroriza el Bajo Flores” dice el titular de Crónica. La nota aclara que era húngaro, se llamaba Belek y había logrado escaparse del circo que lo había traído a Buenos Aires para desangrar perros y gatos con los dientes.

 

Lunes. Harold Bloom dijo en una entrevista que en su casa había libros en todas partes salvo en el baño porque, para él, todos los libros son sagrados. Secularización de nuestra sociedad mediante, ¿qué problema hay en ingresar al lugar de la higiene y las deposiciones con un objeto sagrado? ¿Tan grande es la contradicción? ¿O lo que importa es la tentación de usar el papel para fines no santos? La pregunta que más curiosidad me da es qué hará Bloom, el voluminoso hombre-máquina de leer, mientras va de cuerpo. ¿Alguna revista quizás? ¿Usará el Kindle, menos sensual, menos poroso y suave? ¿Silbará una melodía radial? Más tarde, leo que Pagni, un columnista de La Nación, cita una frase de Proust: "Llamamos claras a las ideas que se hallan en el mismo grado de confusión que las nuestras." Lo hace para ironizar a sindicalistas o políticos de turno, una coyuntura se va a disolver en días. Pero la frase me gusta, aunque su relativismo, bien leído, me incomoda. Y al final no estoy de acuerdo. Hay un protocolo de comunicación, existe el arte del decir, y las ideas claras se abren paso mientras las turbias se traban. Existe una objetividad de las ideas. Claro que luego los insectos del equívoco y las fieras de la tergiversación hacen lo suyo.

Martes. Leo la lista de suicidios por país en Wikipedia. Uruguay le gana a Escandinavia y a Suiza. El doctor Zurita, en una clase, me dice que los uruguayos son conscientes de eso y que hacen chistes al respecto. Incluso “usan la palabra depresión con una ambigüedad risueña.”

Martes, más tarde. Los libros de la guerra es lo mejor de Fogwill.

Miércoles, muy temprano. Hacia las ocho y media de la mañana leo en un sitio de noticias: "Insólito plan del Pentágono contra un ataque de zombis." Agrega que “según un documento del Departamento de Defensa, también hay un censo detallado de los tipos de zombis: patógenos, radioactivos, espaciales, vegetarianos, entre otros.” Al rato, pongo en Twitter: “Demasiado temprano para Wagner, demasiado tarde para todo lo demás.”

Jueves. A fin de demostrar no sé qué teoría reconstruyo la siguiente serie para Damiano por mail. 76, golpe, petrodólares en el mundo, represión y seguridad. 83, euforia democrática, ligera y necesaria hipocresía. 89, hiperinflación. 91, convertibilidad, crecimiento y desempleo estructural. 98, comienzo de una larga depresión económica. 99, euforia aliancista. 2001, desastre social y político. En veintisiete años, el paquete de la esquizofrenia total. Saltando de un barco de oro que se hunde a un piedra de mierda, y así. Y de vuelta, y de vuelta. Martínez Estrada acertaba cuando marcaba ese retorno, esa gimnasia, en otras fechas. El slogan kirchnerista de “la década ganada” me resulta irrefutable contrastado con esta serie de experimentos alicaídos.

Viernes. Estoy en la computadora, escribiendo. Suena el teléfono del escritorio. Atiendo. Es la voz grabada de Alejandro Lerner que me pide dinero para caridad. William Gibson se quedó corto. Ya nadie me llama al teléfono fijo para hablar, ningún amigo lo usa para contactarse conmigo. Sirve apenas para pasar publicidades, recibir amenazas o tener conversaciones incidentales con familiares. Más tarde leo que Gustavo Guerberoff ‏pone en Twitter: “El observador como destructor del sistema observado. Ese es un punto altísimo del procedimiento científico.”

Viernes, más tarde. Mavrakis me manda un link a la introducción del último libro de Saviano. Habla de la cocaína en el mundo, tipifica a sus cosumidores... Es realmente un texto muy malo. Intenta ser emotivo y verdadero, y no lo logra. El resultado es triste, impotente, desabrido. Los libros que no nos gustan, los libros que consideramos malos, y que quizás lo son o que quizás no lo son. Qué difícil es evitar tomarlos como una afrenta personal. Y sin embargo, ahí está el principio de la crítica, el de la lectura enterada, el comienzo de lo que vale el esfuerzo defender.