ACERCAR LA HISTORIA AL LECTOR
Entre el drama y el humor

Historia argentina con drama y humorPor: Juan Terranova. “Propongo una historia de problemas desde el punto de vista del pueblo. Una historia esencialmente democrática. Porque el pueblo es la democracia” escribe Salvador Ferla. Peña Lillo y Ediciones Continente acaban de reeditar su Historia argentina con drama y humor, un libro escrito en 1974 que generaciones de argentinos leen a la sombra de los grandes –o los pequeños– proyectos historiográficos con una fidelidad que se comprende al recorrer la prosa campechana y amistosa del libro. Su autor perteneció a esa brumosa pero chispeante corriente que se conoce como “pensamiento nacional”. Y así también se llama la colección de Peña Lillo/Continente que lo rescata.

Revolución de Mayo y más allá 

Historia Argentina con drama y humor empieza en 1577 cuando Juan Pérez de Zorita, teniente del gobernador García Hurtado de Mendoza, llega a Tucumán y funda una “Nueva Inglaterra”. Es el pie que usa Ferla para narrar las rivalidades imperiales de la época. Antes de unos breves apuntes sobre la piratería inglesa, explica: “Cansada de endeudarse onerosamente con los banqueros de Europa Central, Inglaterra descubre que mejor que pedir plata prestada es robarla”. Es el contexto en que la Argentina va creciendo hacia la revolución de Mayo pero también a esa independencia que se traba por distintos motivos a todo lo largo del siglo XX.

Bajando línea

Para Ferla, no sin razón, toda historia es revisionista y todo revisionismo es imparcial. Esta conciencia, que en muchos historiadores se trasluce en una escritura tímida, frígida, carente de riesgo, hace que la prosa de Historia Argentina con drama y humor brille. El drama y el humor tienen esa función, la de acercar la historia al lector. Drama porque, pese a todos los intentos que realizó, la Argentina nunca se pudo sacudir su situación de país dependiente. Y es dramático “ese complejo de barbarie del que están afectados los porteños, que los impulsa a confesar su sentimiento de inferioridad respecto de Europa con una actitud de agresiva superioridad sobre el Interior”. El humor, que está siempre, con la acotación risueña, con cierta picardía criolla, aligera la narración de ese drama. De hecho, Ferla nunca se olvida del lector, lo trata como un par y muchas veces lo incluye. Por ejemplo, cuando escribe: “Hay un cuadro que representa a Beresford, ruborizado y con la cabeza inclinada, rindiendo su espada ante Liniers. Cada vez que lo miro siento un espasmo de satisfacción. Si usted, lector, no siente lo mismo, si se inhibe de gozar ese precioso momento histórico por consideraciones ideológicas o racionales, perdóneme que se lo diga pero a usted le falla algo”. 

El cuento de hadas dado vuelta

Sobre el final, Historia argentina con drama y humor abandona la cronología y organiza opiniones más abiertas alrededor de anécdotas o problemas puntuales. Después de un apartado titulado Intermedio con humor donde cuenta anécdotas y curiosidades, avanza sobre el siglo XIX. Entonces aparece lo más dinámico de un libro que de por sí es dinámico. Ferla usa a Paz para darle a los marxistas contemporáneos, recupera con entusiasmo la figura de Artigas, recuerda el peligroso snobismo de Alberdi, que alguna vez escribió “Un paraguayo que sepa leer y escribir siempre será salvaje o inculto comparado con un inglés o un francés analfabeto”, y examina con juicio el rol histórico de Rosas, al que le reconoce virtudes de pacificador pero defectos de ególatra. Ferla no cae en el facilismo de ponerse como representante de “la otra historia”. Más bien entra en tensión con la historiografía como algo sólido, objetivo, desideologizado. Sus personajes son los que conocemos. Lo suyo es el cuento de hadas de la historia argentina, pero dado vuelta como un guante y cerca del lector de no especializado. La forma es la misma, la textura es diferente.

La historia como problema

Uno puede llegar a Historia Argentina con drama y humor con ánimo de corroborar lo que le enseñó la revista Billiken y la vulgata a-crítica de la escuela primaria. Lo que va a encontrar es una narración seria pero no acartonada de la historia del siglo XIX condimentada con problemas y tomas de posición. Un dato más. La forma de titular los capítulos del libro es descontracturada y casi oral. Este estilo llamativo y comprador pasó con Ferla a la revista Unidos, que dirigió el Chacho Álvarez en la década del ‘80, y de ahí desembarcó, con Mario Wainfeld, en Página/12. No es poco. Son muchos los que dicen que esto revolucionó el periodismo argentino.

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