meschonnic

Por Juan Terranova. Lunes. Esa fuerza que te hace pensar que estarías mejor viviendo en un cañaveral, siendo ateo, un ácrata, un hombre arrasado, ¿de dónde viene? Vencen los bárbaros, los gauchos vencen. Vencen en mí. Cada tanto. El sueño diurno de ser un vikingo, un anarquista, un federal, hombre de a caballo, matador de zombies, monstruosa alternativa al monstruo. ¿Y si pensáramos el rock nacional como una consecuencia de la sublimación de la gauchesca? Qué máquina de Dios y el demonio es YouTube. Ayer mi madre me regaló unos libros viejos que compró, hace mucho, en un viaje a Francia. Están marcados con precios en francos. Las etiquetas van perdiendo precisión y el negro ya es gris, pero se lee todavía con claridad. Son libros de otra época, libros que exhiben su marca del siglo XX.

 

Lunes, más tarde. Sigo leyendo una y otra vez el Poema Conjetural.

Lunes, medianoche. El final de Príncipe y mendigo está mal. Tendría que terminar como Hamlet. Tiran la perinola y sale “todos mueren.” La perinola me parece una versión mejorada del I-Chin. Más simple, más directa, más precisa.

Martes. Soñé una historia. Una vieja junta papeles en un geriátrico. La dejan porque no le hace mal a nadie. Los selecciona, los corta, los guarda. Lo hace durante mucho tiempo. Después, con lentitud, empieza a dibujar en esos papeles. ¿Qué dibuja? Billetes. Copia Billetes. Billetes de veinte con la cara de Rosas, o de diez con Sarmiento. Nunca de cien con Roca porque no tiene uno para copiarlo. Cada vez los billetes se parecen más a los originales. Después hace algunos con la cara de los otros viejos del geriátrico, o con la cara de las enfermeras. Los hace mejorados, llenos de sutilezas y arabescos. y todos empiezan a querer su billete. Los más banales le piden que dibuje su cara o la cara de alguien más, le traen fotos de sus hijos, de sus nietos, fotos viejas de gente que murió hace décadas. La vieja empieza a recibir encargos. Empieza a vender y a cobrar. Trabajaba siempre, siempre estaba dibujando. De día, de noche, de madrugada. Le regalan papel y ella lo rechaza. Le regalan lapiceras y lápices de colores, y eso sí lo acepta. El papel lo busca en los cestos de basura, en las oficinas del geriátrico. Cada vez vende más billetes, cada vez los vende más caros. Como no gasta en nada, ahorra el dinero. Un día la mujer se muere. Al otro día llega un sobrino, único pariente. No habla con nadie. No dice nada. Y se lleva todo lo que dejó la vieja. Dinero real, dinero falso, todo. Eso fue lo que soñé, más o menos. Me da la sensación de que, en el sueño, la vieja tenía la cara de la hija de Soiza Reilly. Hace unos diez años la visité en un pensionado en Palermo. Me impresionó que fuera tan antiperonista.

Miércoles. Escribo: “No hay que ir por afuera, ser diferente, ser más. Hay que ir por adentro, ser igual a todo y a todos, ser todos, ser la medida justa. No hay que entregar de más, nunca. Tampoco hay que entregar de menos.” No sé qué significa pero me convence.

Miércoles, más tarde. Leo una nota en La voz del Interior. Hace unos días, el bloque radical, impulsado por la concejala Miriam Acosta, presentó en el Concejo Deliberante de la ciudad de Córdoba un proyecto para que los semáforos de pasos peatonales sean “igualitarios.” La concejala dice que deberían mostrar también “figuras de mujeres y no solo de hombres como es actualmente.” El objetivo es “incorporar la perspectiva de género a las políticas de planificación y ordenamiento urbanístico, a través de un lenguaje no discriminatorio." La nota agrega: “Los semáforos peatonales de países como España, Alemania y México ya sumaron la muñeca con pollera a la clásica silueta del varón.” Pero ¿no resulta estigmatizador asociar a mujer con pollera? ¿No usaban las sufragistas de los años 20 pantalones en señal de protesta? Entonces también habría que iluminar la silueta de un negro o la de una judío, o incluso la de un mogólico, o la de un ciego o un tullido... ¿Qué pierde una sociedad si pierde su poder de abstracción y metáfora? Leo otra nota, esta vez en Clarín: “La mitad de la población cuestiona el funcionamiento de la democracia, y no cree que el voto sirva para cambiar las cosas. Estas son sólo algunas de las revelaciones de un estudio encargado por el gobierno porteño para radiografiar las condiciones sociales en la región metropolitana de Buenos Aires, que se realizó con información del Observatorio de la Deuda Social de la UCA.” Pero... ¿cómo cuestiona esa “población” a la democracia?

Jueves. Me deprime la idiotez ajena. La propia la conozco y es amiga. La ajena me sorprende, siempre demasiado enérgica, con algún truco nuevo, con algún reflejo inesperado. Ramiro Sanchiz citó a Mulder en su muro de Facebook. En el último episodio de la quinta temporada de X-Files, Mulder dice: “Me insultás, cuando deberías estar tomando notas.” Me gusta la frase porque el paso superador implica “bajar” de la oralidad a la escritura. La escritura como perversión necesaria, rompe un límite, fuerza una situación, pero te permite fetichizar la situación, congelar el ritmo, pensar, resolver, capitalizar, avanzar. “Deberías estar tomando notas.” Siempre es mejor tomar notas, incluso mientras se insulta. O mejor, sobre todo cuando se insulta.

Viernes. Cristino Bogado me pasó un libro de Gonçalo M. Tavares donde encuentro un significativo y breve relato, viñeta contemporánea. Se titula El amigo y dice:

“Era un chico pasivo. Aceptaba todo lo que decían los jefes. Sin embargo, como era adulador, molestaba. Le cortaron la lengua; dejó de elogiar. Después le cortaron los dedos; dejó de escribir alabanzas. Uno de aquellos días, golpeando la cabeza en una mesa, dijo a sus jefes en código morse: Otra como esta y perderéis a un amigo.”

Más tarde, leo a Henri Meschonnic, Un judío duro, anticristiano, antigriego. Me resulta estimulante. ¿Qué escribió? Esto: "Vivir no es suficiente. Todo el mundo vive. Sentir no es suficiente. Todo el mundo es sensible. La experiencia no basta. El discurso sobre la experiencia, tampoco. Para que haya un poema. No a la ilusión de que vivir precede a escribir. Que ver el mundo modifica la mirada. Cuando es al contrario: la exigencia de un sentido que no es, y la transformación del sentido por todos los sentidos que cambian nuestra relación con el mundo."