UN MANUAL QUE ARMA Y DESCRIBE
El dolor, el placer y la arbitrariedad

Una fotografía de Hans BellmerPor: Juan Terranova. “1. Sadismo es amor. 2. Masoquismo es ternura. 3. Vampirismo es protección. 4. Por el culo no es incesto.” Así empieza la cosa y sigue por ahí. Comentaristas furtivos de la columna que le dediqué al cancionista y la viuda me apuraban: “Para la próxima tirá un nombre vos que sabes tanto”. Bueno, ahí va. Anotá. El nombre es Alberto Laiseca y el título del libro Manual de Sado Masoporno [ex Tractat]. Lo editó Carne Argentina y eso sí que es rock and roll, viejo.

Jugar a la confesión

El miércoles 5 de diciembre pasado se hizo la presentación en Casa Brandon. El clima era bueno, relajado. Llegué temprano y compré el libro. Busqué al autor entre la gente que empezaba a llenar la parte de la barra. Quería que me firmara el libro. Lo tenían cooptado dos de sus discípulos. Me acerqué y me hicieron el gesto de “esperá un minuto”. Me fui. Y parece que me perdí un video donde dicen que Laiseca salía disfrazado y con un látigo. Ya en casa, empecé a leer el manual. Empieza con una larga seguidilla de aforismos que van armando y describiendo un universo donde el dolor, el placer y la arbitrariedad se entretejen contados por una voz que es muy parecida a la del mismo Laiseca. O sea, antes que una ficción, el manual o ex tratado, parece jugar a la confesión. Si uno entra en ese juego, y no es difícil hacerlo, la banalidad se disuelve y el chiste se vuelve revelación.

La única verdad

No me terminan de convencer los breves golpes de efecto. Por ejemplo, esos donde se parasitan enunciados categóricos al estilo “Todas las putas tienen tetas. Todas las tetas tienen putas” o las tres “Paráfrasis martinfierristas”. A la parodia, que siempre roza lo convencional y previsible, prefiero la aseveración sin más. La narración directa, esa donde Laiseca se destaca por sensualidad y astucia. En el fragmento 15, el autor anota, después de acariciarle los pechos a su amante con manos heladas, “Es inútil: el sadomasoquismo es la única verdad”.

Caballero chino

Se me ocurre que quizás hay algo de La gaya ciencia de Nietszche en El Manual de Sadomasoporno. Como si fueran parientes lejanos, una relación devastada por el tiempo, más de un siglo, pero que puede leerse en marcas que los años no borran. Menos pertinente sería citar a Ciorán. Hablar de una reescritura del Kamasutra u otros artefactos erótico-letrados es tautológico. Pero lo que sí brilla es la conexión con otros libros de Laiseca. En especial, Poemas chinos. Lo chino en Laiseca es una sana obsesión. “Las cosquillas. Nunca procedas como un maldito japonés o un coreano bárbaro. Recuerda en todo momento que tú eres un caballero chino” escribe.

Ciencia y placer

En el medio del libro, y antes del instructivo heavy metal Cómo conseguir una novia pa´siempre, antes de entrar es un espectacular proceso de reviente, el libro ofrece las Dieciséis opiniones, que como el mismo Laiseca explica se tratan de dieciséis opiniones de índole científica. Aunque se aclara que pueden saltearse y da la sensación de ser parte de otra obra, es evidente que su función es remarcar la relación entre ciencia y erotismo. La racionalidad del masoquismo, se sabe, es un puente entre Kant y Sade. Los agujeros negros y los números primos, por otra parte, pueden servir para ironizar sobre el cuerpo. 

Diseño y fotografía

Promediando el libro, el diseñador se empezó a aburrir e intentó salir de su sopor invirtiendo los fondos, cambiando la tipografía (algo que no hay que hacer nunca), probando con otros colores, y sobre imprimiendo las ilustraciones. No fue una experimentación feliz. Mejores resultados les hubiera dado leer el libro. La simplicidad y el humor del autor merecían un diseño acorde. Por otra parte, las fotografías en blanco y negro de la obra plástica de Lilian Almada, entre el naif y la violencia, se acoplan perfectamente a la prosa de Laiseca.

Murmullos

“Hay tantas voces para oír que ni siquiera hace falta oír voces” dice Laiseca, entre el dolor y el placer. En Manual de Sado Masoporno [ex Tractat], sonando cada tanto al ritmo de los murmullos, hay también un ritornello esquizo: “A mí qué me importa si total estoy loco”. Es antes una llamada de atención irónica sobre la falta de imaginación de la sociedad que sobre la sanidad mental. ¿Es loco el que pone en práctica este manual? En todo caso, es innegable que todos necesitamos un poco de angustia y violencia en algún momento.

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