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Por Juan Terranova. Domingo: Escribí una breve nota sobre Schönberg y me quedé con ganas de decir algo más sobre la brevedad de sus obras y su vacío general, sus silencios, que me resultan muy bellos. Después pensé cuál sería la música de Twitter, de Facebook, qué forma musical representaría mejor las redes sociales. Facebook es canción, opereta estrangulada, Verdi, zarzuela, un Wagner mal hecho, ridículo pero atractivo. Twitter tiene algo de serialismo, de abstracción. Imagino piezas fragmentadas, con evocaciones concretas, citas y paráfrasis irónicas del siglo XX. El compositor Jim Wilson grabó el canto de unos grillos y luego bajó la velocidad de la grabación, y la bajó y la bajó hasta que empezó a escuchar un coro demasiado humano. Había un estribillo “angelical” en “perfecta armonía.” Cuando mostró la grabación no le creían que eran grillos. Luego se dijo que sonaba “como voces humanas”, lo cuál me parece de un antropomorfismo excesivo. En todo caso, ¿por qué no somos nosotros los que sonamos como grillos en otra frecuencia? Me imagino que los grillos podrían acelerar nuestros coros de iglesia y decir que les recuerdan a lo que cantan ellos. Supongo que si uno baja la velocidad de Facebook escucha hablar al diablo. Es la ansiedad, la fuga hacia adelante lo que mantiene oculta esa música.

 

Lunes. El crítico de navidad. El crítico que se perdió la navidad. O como dicen los alemanes, “Entartete Kunst.”

Lunes, más tarde. Están haciendo arreglos en la casa de al lado. Martillean. Calor. El ventilador zumba. Me acordé de Mavrakis diciendo que el silencio es el último comodity. Martillo, el ritmo del oprobio. Martillo, final de año que se va.

Martes. Hoy también es 31 de diciembre.

Miércoles. Primero de enero. Escribo en Twitter al pasar: “Ahora mismo alguien en París entra en un cine para escapar del frío.” Luego pienso que quizás los cines no abren los primeros de enero en Francia. Intento buscar la información y me distraigo leyendo críticas de estrenos.

Miércoles más tarde. Me desconcentra más para leer recordar que hoy es primero de enero que el terrible calor del estío. Escucho más de Alban Berg pero no me termina de convencer. Leo sobre su vida que me impresiona y conmueve más. (Lo que más me gusta su primera y breve obra para piano. La escucho y la vuelvo a escuchar.) También escucho “Five Preludes in the form of a Canon” de Alexei Stanchinsky. Wikipedia dice "He tore up much of his work in fits of hallucination and rage." Era ruso y se tiró al Volga cuando no pudo más. Alexei, Alexei, cuando te fuiste y te llevaste tus armonías cromáticas postrománticas y esas bellísimas texturas polifónicas nos dejaste un poco más solos en este mundo. Te entiendo, te entiendo, pero ¿cómo perdonarte ese gesto melancólico de ir a besar tan profundo las aguas heladas del Volga? (Qué lírico.)

Miércoles, de noche. Sí, prefiero pocos instrumentos en la música. Piano antes que cuerdas. Las grandes instrumentaciones ¿no permiten la ironía? O el secreto. Mis peores errores los cometí escuchando a Wagner. (¿Al Wagner ridículo de Facebook? El escritor como un nuevo pianista, frente a su teclado, haciendo sus ejercicios de digitación y pensando en la gran obra que tocará mañana, cuando aprenda.)

Jueves. Leo una biografía de Schiller que sacó Tusquets. Schiller, el idealismo alemán. Algo comenzaba ahí. Pero no me resulta atractivo. Todo suena voluntarioso, escolar, el hombre alejándose de su cuerpo. (Los alemanes siempre tan superyóicos, siempre tan quilomberos.) Corto la lectura y busco el principio de Madame Bovary: "Comme il faisait une chaleur de 33 degrés, le boulevard Bourdon se trouvait absolument désert."

Jueves, más tarde. Le comento discusiones y exabruptos familiares a Mariano Canal y me recuerda con criterio un cuento de Cheever que empieza así: “La nuestra es una familia que siempre ha estado muy unida espiritualmente.”

Viernes. “El amor es un deseo y el capital, una necesidad” me escribe Mavrakis.