mirar el mar

Por Juan Terranova. Sábado. Viaje a la costa. En la ruta 2, paramos en una estación de servicio. Había mucha gente. Escuché que alguien hablaba por teléfono en el bar: “Quiero ser mala persona.” No, no puedo decir eso. Pensé “escuché mal.” Seguí escuchando. No logré definir nada más. El que hablaba era un tipo de mediana edad, en bermudas y con anteojos oscuros.

 

Lunes. En Buenos Aires hay problemas con el suminstro eléctrico en muchos barrios. Cortes, reclamos, calor asfixiante. El bosque está fresco, más húmedo que otros años. No tiene conexión. No es un bosque wi fi. El modem que traje anda mal, así que leo libros con una dedicación y una constancia que no frecuentaba hace años. La situación me deprime ligeramente, de forma, supongo, pavovliana.

Lunes, más tarde. En la casa de la playa hay un ejemplar de la revista Tokonoma y una edición reciente de La razón de mi vida. Hoy en el mar me acordé de que Nicolás Rosa decía que Saer se inspiraba leyendo a Lacan. Qué laberinto. (Le echo la culpa a la falta de conexión por mis extravíos.)

Martes. En el cable encontramos Catch me if you can. Me gusta. La vi varias veces. Di Caprio haciendo de Cary Grant haciendo de un estafador que a su vez hace de otros.

Miércoles. Papá Noel me trajo el Sade de Simone de Beauvoir, una vieja edición de Siglo XX. Tiene subrayados y marcas, pero el lector que leyó antes no se explayó. Yo sí lo hago. Una frase: “El verdugo disfrazado de amante se regodea viendo a la crédula enamorada, desmayada de voluptuosidad y de reconocimiento, confundir la maldad con la ternura.” La subrayo. Otra: “La sinceridad y la mala fe mézclanse en su alma inestrincablemente. Lo complace que la verdad escandalice. Si hace del escándalo un deber es a condición de que manifiesta verdad.”

Jueves. En la playa escucho hablar a los guardavidas. Hablan de problemas gremiales, de motos, de novias. Uno joven, otra más experimentando. Mientras hablan no dejan de mirar el mar. Todo el día hablando y mirando el horizonte. Hay poca gente bañándose.

Jueves, más tarde. Mi hija me pregunta dónde está la biblioteca de esta casa del bosque. Es una pregunta demasiado buena. Pienso en los libros que leí de vacaciones y en la bilioteca que formarían.

Viernes. El verano me resulta demasiado corto, y el invierno, siempre, demasiado largo.

Sábado. Hoy es mi cumpleaños y nadie me regaló libros.