Por Juan Terranova. Domingo. Ayer, durante un asado con amigos y alumnos del CEC, me sorprendió encontrar lectores de mi periodismo. Eso hizo que me recriminara a mí mismo cierto estado de egoísmo al escribir. “Pero también es necesario”, pensé. Si se comenta algo de lo que escribo en la web me parece incluso más raro que encontrar a un lector de un libro mío. Doy por sentado que la web es para comunicarse, no para leer y luego, ¡sorpresa!, hacer comentarios sobre eso en un asado. Como fuere, es grato ser tenido en cuenta. ¿Quién no siente un alivio narcisista frente a eso? (Si reaccionamos con prudencia es porque sabemos que puede ser un vicio, un feo vicio.)
Lunes. En un bar, tomando un café, miro la revista Gente. Me detengo en una entrevista a Julio Bocca. El personaje está retirado y el entrevistador lo construye, lo lleva, a mirarse con ecuanimidad, sosiego y algo de conmiseración. “Ahora estoy más tranquilo”, “ahora puedo hacer una vida normal”, “Hace cinco años vivo en el mismo lugar.” Cito de memoria pero esa es la idea. Las grandes aspiraciones de Julio Bocca eran ¡tomarse una cerveza y después ir a ver a Madonna! Cuando estaba de gira, vivía en hoteles de lujo, viajando por el mundo pero no podía tomar alcohol porque bailaba. Insiste también en “su pareja.” Una largo elogio de tres páginas a la estabilidad, la rutina y la monogamia. Se levanta a la mañana, va al trabajo, vuelve, se embriaga mirando el atardecer desde un balcón... Y encima todo en Montevideo. ¡En Montevideo! Por un momento duda y dice algo de una isla y un barco, pero ese plan no salió y está bien. “Mi pareja esto, mi pareja lo otro.” ¿El gran desafío de esta etapa de madurez? ¡Ir al banco y pagar las cuentas! Lo dice así. Acá cito al pie de la letra. Hay un problema periodístico en la nota. No se habla de música, de danza, de logros artísticos, de ambiciones profesionales. Algo de todo eso podría haber aparecido. (Es probable que el periodista no sepa nada de eso y se deje excitar por la imagen de un bailarín decadente. Pero, ¿y el lector? ¿No merece algo más que banalidad?) Cuando levanté la mirada de la revista y miré la calle, y en la calle vi Buenos Aires, me sentí bien. Pensé “bueno, finalmente, más o menos, yo siempre hice lo que quise.” Julio Bocca, según esa entrevista, habría sido mucho más feliz siendo un empleado de comercio, algo borrachín, amable, gay y uruguayo.
Martes. Me llega un mail invitándome a la presentación del primer Manual de monitoreo de lugares de privación de libertad. “La Comisión por la Memoria de la provincia de Buenos Aires (CPM) presentará el primer manual de monitoreo de lugares de privación de libertad realizado a partir del trabajo de inspecciones de lugares de encierro en la Provincia. (…) Este manual de monitoreo es el resultado de un riguroso trabajo de campo llevado a cabo por el equipo del Comité contra la Tortura de la CPM. Su presencia regular y sistemática en los lugares de encierro, la permanencia durante muchas horas, las entrevistas personalizadas, los registros y el procesamiento de datos dan cuenta de un trabajo colectivo que permite visibilizar lo peor del sistema a la vez que incidir en las políticas públicas.” Entiendo que esto es, entonces, para vigilar antes a los guardias que a los presos. Interesante pliegue. Ya no hay que controlar a los delincuentes sino a los que controlan a los delincuentes. Como dijo una vez Mariano Canal, la frase “Who watches the watchmen?” bien podría resumir los problemas más complejos de la modernidad.
Martes, más tarde. Siguiendo con la cárcel, por el muro de Facebook de Cristino Bogado llego al primer capítulo de Escritores delincuentes de José Ovejero. Copio un párrafo que me gusta: “Abbott tenía un largo historial delictivo: fraudes, robos, atracos a mano armada, lesiones, fugas, homicidio; había pasado más de catorce años en celdas de castigo; desde los doce a los cuarenta sólo había estado nueve meses y medio en libertad; su comportamiento en prisión era violento, tanto hacia los guardianes como hacia sus propios compañeros. Al mismo tiempo, era un ávido lector; había leído una cantidad enorme de libros de filosofía, él, que nunca consiguió terminar la escuela; también devoraba novelas. Su autodidactismo lo resume él mismo en una frase: «nunca había oído pronunciar las nueve décimas partes de mi vocabulario». A Mailer le fascinaron las cartas de Abbott; en ellas habla de literatura, de filosofía, del sistema penitenciario norteamericano, de política, de la rebelión como única forma digna de supervivencia; estas cartas contienen sin duda una mezcla poderosa de dotes de observación, sutileza y furia.”
Miércoles. Releyendo al Marqués de Sade. No sé bien por qué. Observación, sutileza y furia.
Miércoles, más tarde. Wikipedia sobre Montherlant: “los temas que va a abordar a lo largo de toda su obra: amistad, toros, Roma y el suicidio.”
Jueves. Por el muro de Ignacio Irulegui llego a un artículo de Marcelo Birmajer. ¿De qué trata? Cuenta la historia de un muchacho del Once que descalifica a Lacan y a Heidegger en una frase y deja entrever que Allende tuvo la culpa del golpe en Chile. También dice que analiza a Zizek y expresa un anticomunismo paranoide muy pero muy retro. Birmajer escribe. «Ya conocemos el chiste: después, cuando las papas queman, hay que volver a leer a alguien que diga más o menos cómo se prende la luz, cómo se ordeñan las vacas y cómo se enseña a leer y escribir; que hable con palabras claras y señale más o menos el camino en los próximos 500 kilómetros.» Supongo que "Cuando las papas queman" es básicamente 300 años después del Apocalipsis zombie, una especie de aurea aetas negativa. ¡Capaz que las vacas se extinguen, Marcelo, y tenemos que ordenar iguanas! ¿Y esos 500 kilómetros? ¿A Dónde pretende ir Birmajer? Irulegui comentó: “Tiene el mérito de cargarse buena parte de la historia intelectual de los últimos años sin entender nada, a pura prepotencia de perplejidad.” Para guardar y releer cada tanto, sobre todo si llegamos a olvidar en qué consiste la falta de imaginación y el anticomunismo alucinado.
Viernes. Pablo Gianera entrevistó a Salvatore Sciarrino que va a abrir el Festival de Música Contemporánea. En un momento le pregunta “¿Cómo es su vínculo con la tradición italiana?” Sciarrino contesta: “No sé, honestamente. Lo primero que diría es que la tradición no se funda en el lugar en el que uno nació. En música, la tradición española, por ejemplo, son dos franceses: Prosper Mérimée y Georges Bizet. Todo el mundo piensa que Luci mie traditrici es mi ópera sobre Gesualdo, pero eso no es cierto. No tiene nada que ver.”
Viernes, más tarde. Es Halloween. ¿Por qué nos gustan tanto las máscaras? ¿Que es lo que muestra, lo que devela cambiar nuestras facciones? Está la amenaza de jugar a lo feo. Doble amenaza, para nosotros, que somos otros por un rato, y para los demás, que ven un fantasma o un monstruo. Encuentro en la web fotos viejas de Halloween. Niñas brujas y niños esqueletos. Son hermosas.