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Por Juan Terranova. Sábado a la noche. Lectura y postergación. Los libros en los que más confiamos, los libros que más nos entusiasman, los separamos y los vamos dejando para leer más adelante. Nos paramos frente a la biblioteca y dudamos. No queremos defraudar esas expectativas. Leer, avanzar en la lectura, es un poco resignarse a lo que hay. ¿Pensamos que en el futuro todo va a ser mejor, que nosotros vamos a ser mejores lectores, que vamos a disfrutar más? Guardar un libro sin leer es un acto de esperanza, de fe, pero también de miedo a la decepción. Bibliotecas enteras se construyen así.

 

Domingo. Leo este titular: “Estados Unidos les permite a ciegos portar armas de fuego”. La nota empieza así: “El Estado de Iowa se encuentra ante una nueva polémica por haberle otorgado el permiso necesario a invidentes.” Patrick Clancy, director de la escuela del sistema braille de ese estado, dice que “Aunque las personas invidentes pueden participar en la mayoría de las experiencias en la vida, ¿por qué portar armas de fuego debe ser una de las pocas excepciones?”. El profesor Clancy se juega en contra. ¿Para que van a aprender a leer en braille si pueden tener un arma? Es probable que pierda el trabajo. A veces pienso que lo único sobre lo que me gusta escribir es sobre titulares. (El chiste sería que no le vendan las balas a los ciegos o que les vendan balas de fogueo. Casi se puede escuchar la risa de los parroquianos cuando disparan. ¿Le di? Un poco más a la izquierda, John, solo un poco más a la izquierda.)

Domingo a la noche. Trabajo en un artículo. Escucho la televisión prendida en el otro cuarto. Bart pregunta por qué todos se comportan como él. Lisa responde: "Muy simple, te definiste como un rebelde y en ausencia de un medio represivo tu nicho social ha sido asimilado". Decido poner la frase en lo que escribo.

Lunes. La pila de libros en la mesa de luz y la pila de libros en el escritorio a veces coinciden. Pero los libros no se leen de la misma manera. Y en un escritorio donde hay pantalla resulta difícil leer un libro. ¿La pantalla excluye el libro? Yo tengo dos escritorios. Pero es una solución rara, transitoria, esforzada.

Lunes, más tarde. Cuando escribí mi primera novela recortaba noticias y las guardaba en una carpeta. Ahora escribo este diario.

Lunes, a la noche. Releo Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires. El cruce de géneros que hace Arlt es muy lindo y le sale bien. De entrada parece que va a empezar El juguete rabioso, después se pone monográfico y al mismo tiempo cáustico, sin dejar de narrar, de componer escenas y personajes. Por momentos parece David Foster Wallace o Michael Chabon. Ese cruce entre crónica y ensayo, mezclado con herramientas de la ficción más tradicional, va a marcar toda la obra de Arlt y es una solución intensa y compleja al problema de la autonomía literaria y a la participación de la escritura en la vida social. Vuelvo una vez más a Arlt y, otra vez, uno de los grandes lugares comunes a la hora de leer a Arlt asocia su rusticidad con falta de formación, su potencia con ignorancia. Es una lectura precaria que ya fue cuestionada y desarmada. Arlt era una excelente lector, muy informado, se autoeducó con mucho esmero y siempre estuvo pendiente de su formación. Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires demuestra que muy temprano en su vida ya manejaba con erudición muchos temas, y podía argumentar y citar con elegancia y precisión. La idea de un Arlt "analfa" es un prejuicio tonto que él difundía de forma irónica, como parte de su programa de demolición de la parte adocenada del campo intelectual, y que fue reproducido por sus lectores menos avispados. Hace rato que la crítica lúcida sabe que Arlt no fue un bruto. Su obra lo demuestra.

Martes. La exageración es muy importante a la hora de escribir y también de leer. Una frase exagerada de Günther Anders: “Los medios destruyen los fines.” Qué exacta parece.

Miércoles. Me gustaría hacer una lista tentativa de libros que en el futuro serán leídos como “kirchneristas”. ¿Alguno de los míos entrará?

Miércoles, más tarde. Encuentro una galería de fotos de bandidos australianos. También hay mujeres, supongo que prostitutas. Alguien escribió sobre las películas números y letras que aparecen en blanco. Las marcas en la cara, las cicatrices, el pelo, la ropa, los zapatos. La selección es de una intensidad que corta el aliento. A veces el pasado es demasiado sensual.

Jueves. El gran castigo geopolítico y sentimental de hoy es la indiferencia.

Jueves, más tarde. La gente que aparece en la televisión tiene que hablar sí o sí. No puede aparecer en silencio. Si es una mujer que muestra su cuerpo, hay música. En la televisión el silencio no existe. En Internet sí. Es casi una obligación. Imposible pasar por alto esta diferencia.

Viernes. “No hay que llevarse la frontera a casa, sino vivir en la frontera y ser audaces" dijo Francisco en una entrevista. Una frase argentina. La frontera, la audacia. Es casi gauchesca. Ahora mismo, maníaco, la siento el epígrafe ideal para todos mis libros. Luego, unos versos de Marechal sobre el tema de las cosas que tampoco hay que llevarse a casa:

Si la Tristeza es ya tu inquilina morosa,

Échala de tu casa, pero sin altivez.

Le dirás que se lleve su catre y su baúl,

Que se ponga su gorro de astracán o de lluvia

Y que se vaya, en fin, a pisar hojas muertas

O a tocar los llorosos violines del hastío.