DESDE EL ESPACIO EXTERIOR |
El crítico y los mutantes |
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Antes que en todas partes
En 1966, la ciencia-ficción era un planeta sin colonizar, habitado por lectores voraces, fans de todo tipo y editoriales que compraban los manuscritos al peso. Eran muy pocos los críticos literarios –ninguno en la Argentina– que se demoraban en esa zona plagada de selvas interestelares, ucronías y space-westerns. Y eso que ya asomaban varios genios de otros mundos, como Ray Bradbury, que para ese entonces había publicado Crónicas marcianas, Fahrenheit 451 y Las doradas manzanas del sol. Con todo el camino por recorrer y avanzando en un idioma ajeno al circuito, Pablo Capanna logró uno de los ensayos más importantes del género. Hoy vive, enseña en La Plata y ya escribió otros libros. Pero Sentido de la ciencia ficción tiene relevancia planetaria.
Esto vale la pena
El movimiento crítico que realiza Capanna es de legitimación. Su pelea es para que esa masa de libros, muchas veces editados en pulp o ultra-rústica, sean reconocidos como arte, o por lo menos, tengan el mismo tratamiento a la hora de olvidarse de los prejuicios. Con ese fin, vuelve atrás, revisa la tradición humanista de Occidente y fija su plataforma de lanzamiento en Thomas Moore y su Utopía. Si la ficción es crear mundos, la cosa empieza por ahí, dice Capanna. Lo que sigue es de una erudición inédita y una verdadera clase magistral sobre cómo leer, cómo argumentar y como hacer rendir esas lecturas en relación a la historia.
Cinco razones para leer Ciencia Ficción, utopía y mercado
1. Porque Capanna es un prosista esmerado, analítico, sobre todas las cosas claro, pero al mismo tiempo no desdeña entrar en los detalles y en los problemas más complejos del género. 2. Porque es un mapa bastante completo del género que aborda. 3. Porque la edición es muy cuidada, viene ampliada y con excelentes ilustraciones de la época. 4. Porque su lectura es motivadora, refrescante y muy placentera. 5. Porque la próxima vez que en una fiesta los techies del grupo empiecen a hablar de Stanislav Lem, Theodore Sturgeon, Olaf Stapledon, o de la última adaptación al cine de Philip K. Dick, vos vas a entender que se están citando las máquinas narrativas más importantes del siglo que pasó.
Túnel del tiempo
Alguna vez Borges dijo que como argentino le debía a la obra de Victoria Ocampo. Mi generación, que se crió merodeando los puestos del Parque Rivadavia, consumiendo Sábados de Super-Acción y leyendo las columnas de Isac Asimov en la Muy Interesante, le debe a Pablo Capanna. Y no sólo la sonrisa del reencuentro, sino ese verdadero reconocimiento al método, la paciencia y el talento que todos le debemos a los más grandes.
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