Por Juan Terranova. 1. Aira hablando sin mucha innovación lectora de Nacha Regules en un examen de la vieja Facultad de Filosofía y Letras. Los profesores que le toman asienten satisfechos.
2. Aira como un escritor frío, cerebral. Un escritor hiperborgeano. Un narrador de procedimientos. Historias fromalizadas, géneros formalizados, estilo formalizado. Un buen narrador surgido de la negación de las aporías, ya clásicas, de la vanguardia. En las fisuras de esta impostura remanida, un narrador atendible y, a veces, conmovedor. Lo mejor que entrega sigue dándose en estos hiatos en su método. Está ahí, latiendo, el romanticismo residual que también se puede apreciar en Duchamps, que habla de una novia arrebebatada por solteros, o incluso en el Zolá que argumenta lo que debe ser la literatura en La novela experimental. Todos somos modernos y por lo tanto románticos y, en esa rebarba, es donde Aira me resulta, sino genial, al menos un buen escritor.
3. Aira corrigiendo la pruebas de imprenta de una de sus novelas y confundiendo el título que le puso.
4. Aira como un entusiasta extremo. Aira como un militante de sí mismo. Como un autor demasiado serio, casi aleccionador. “La literatura es esto, la literatura es esto otro, la literatura jamás puede ser aquello...” Luego, vestido de mago en un cumpleaños, insiste y hace los mejores y los más complejos trucos y el público bosteza.
5. Aira como un capocómico argentino que es, en el fondo, una persona seria y melancólica, por no decir directamente un amargo.
6. Aira como un servicio.
7. Aira como un pulpo que te chupa. (Un clásico de la Hammer.)
8. Aira como una computadora que llena los vacíos de sus sistema operativo con la palabra comodín “literatura”. Aira como un procesador de textos open source.
9. Aira llorando como un chico, como el chico que siempre defendió en sí mismo y en sus libros -como si fuera algo original y virtuoso-. Digo, Aira berreando porque un crítico ocasional, un mal crítico, no entiende uno de sus libros en una reseña de un suplemento domincal.
10. Aira forzado a escribir, por su amistad y su admiración hacia Lamborghini, “La Argentina lamborghiniana es el país de la representación. El peronismo fue la emergencia histórica de la representación. La Argentina peronista es la literatura”. Algo que evidentemente no cree, porque ya sabemos que si los intelectuales argentinos se suben al caballo por la izquierda y se bajan por la derecha, Aira jamás vio ni un pony de cerca.
11. Aira como un autor que estuvo de moda.
12. Aira odiando en secreto haber nacido en Pringles.