/Por Juan Terranova. Sábado. Ayer cené con Canal, Marzioni, Alcácer y Mavrakis en una parrilla al paso de Villa Crespo. El piso en la vereda estaba inclinado como si fuera una vieja casa de la risa. Alcácer le decía “la parrilla de Vecino” y recordó que ahí se juntaban a pensar una excelente revista que hacían ya hace un par de años. Después, cerca de las once, Canal y Marzioni partieron y nosotros nos fuimos a la presentación de un libro en Palermo. En el auto de Alcácer, Mavrakis comentó que esperaba el fracaso de un novela de próxima publicación ya que su éxito lo devastaría emocionalmente. (No uso ni ese verbo ni ese adverbio pero el énfasis era ese.) Me acordé de la frase de Gore Vidal, “No basta con tener éxito, otros deben fracasar”, pero no venía por ahí la cosa. Le genera malestar todo lo que le recuerda la falta de inteligencia, la incapacidad real de leer, del campo literario actual, o al menos esa parte donde nos toca movernos a nosotros. (¿Hago mal en suponer que en otra época se leía mejor? Siempre se lee mejor en otra época porque la objetivizamos. En todas las épocas se leyó tan bien como mal. El tema, supongo, tiene que ver con los que te rodean. Y hoy con Facebook uno tiene muchísima más conciencia de eso, casi de forma taxonómica.) Hoy a la mañana no me acordaba bien de la anécdota y Alcácer me la recordó por mail.
Lunes. Empiezo la semana con dos versos de Esteparia de Natalia Litvinova, de Ediciones del Dock: "Cada lobo suelto mío/ por cada lobo suelto tuyo".
Lunes, más tarde. Leo que Larra se suicidó en 1837. O sea, se suicida Larra y empieza la literatura argentina. Habría que chequear los meses del Salón, pero el escritor madrileño se mató el 13 de febrero, bien a principios de año. ¿Cuánto tiempo pasó hasta que Sastre abrió las puertas de la Librería Argentina a esos jóvenes románticos con inquietudes? Me fijo en el ensayo de Félix Weimberg y dice que Sastre “el 16 de mayo de 1837 habilita la Librería Argentina su nuevo local, en la calle Victoria número 59 “a dos cuadras y media de la plaza para el campo”. Más adelante aclara que “generalmente los estudiosos” han aceptado como fecha de inicio del Salón el 23 de junio de 1837. Pero enseguida dice que la primera reunión propiamente dicha se celebro el 26 de ese mes. A instancias de mi breve investigación, lo que vale es que hay un par de meses entre la muerte de Larra y el inicio del Salón. Un vacío en el continuo de las ideas de la periferia del mundo. (Más allá de todas estas coincidencias, no creo que la literatura argentina haya empezado en 1837. Negar el romanticismo local me llevó a pensar una historia paralela, que finalmente siempre sería una historia suplementaria. O sea, una historia literaria argentina que empezaría en 1750 y terminaría en 2012 con Facebook y los Simpsons.)
Martes. “Nunca subestimes las endorfinas de la obsecuencia. Y nunca subestimes la obsecuencia tampoco” escribí en Twitter. (La primera frase me la dijo el presidente.) Está bien. Y sin embargo, ¿cómo no desear en algún momento, cómo no envidiar, cómo no lamentar quedarse afuera de la tan necesaria obsecuencia en estos días? El tema es hacerla rendir. "Cantémosle a la guita/ que eso es lo principal / cantémosle a la guita/ ella es la que nos da/ consuelo y alegría/ amor y libertad" escribió Vacarezza alguna vez.
Miércoles. A un escritor hay que preguntarle qué lee, cómo lee, cuándo lee, no qué escribe. Redes sociales, pantallas, teclados y periodismo digital mediante, escribir escribimos casi todos igual y decimos casi todos lo mismo.
Jueves. Borges dijo que si se hubiera canonizado el Facundo en vez del Martín Fierro, la Argentina habría sido otra. Entiendo que, para él, mejor. ¿Y si hubiéramos canonizado Excursión a los indios ranqueles? ¿O alguno de los exabruptos periodísticos de Francisco de Paula Castañeda? Todo país utópico que no fue parece mejor que esta actualidad de aburrimiento, nube tóxica y clima tropical.
Viernes. Le escribo a un amigo, lector atento: “Empezá a considerarte un crítico, un ensayista, un moralista. Que para los otros quede la identidad usurera del artista que cuenta sus moneditas de ego”.