CON COZARINSKY EN SANTÉ/ |
Diario de lecturas 34 |
/Por: Juan Terranova. Lunes. Pasé la tarde leyendo, lejos de la computadora. Aunque no tan lejos. Cada tanto volvía y miraba. Fue un día raro. Como de otra época. Como vacaciones de otra época. La melancolía va más allá de Internet, es intrínseca en el hombre, esa culpa del conocimiento de la que habla Steiner citando a Schiller. Lo demás es accesorio, cosas de la democracia, del acceso, de las pulsiones. |
Martes. La paja en el ojo ajeno del morbo. Lo que vende son los muertos. “Escritor argentino, ponga un desaparecido en su novelita de la dictadura latinoamericana.” Pero acuérdese que, atención: “España es el segundo país del mundo con más muertos en las cunetas, sólo superado por Camboya". La nota de Publico.es que estoy leyendo dice que al menos son 88.000 los muertos que siguen desaparecidos del período franquista. ""Sólo el régimen de Pol Pot en Camboya supera a España en número de desaparecidos", señaló Miguel Ángel Rodríguez Arias, investigador de Derecho Penal Internacional de la Universidad de Castilla-La Mancha.” Leyendo sobre los muertos argentinos los lectores españoles deben sentir el olor a podrido que les sale de su misma tierra. (Y después dicen que los editores de las multinacionales no son audaces.)
Miércoles. Después de la noticia de los 88.000 desaparecidos españoles me puse a leer la Historia de los heterodoxos españoles de Marcelino Menéndez y Pelayo. Hay algunas ediciones en la web. (Antes Alejandro Soifer me había dicho, con un gesto muy torpe iniciado con los jovencitos del 37, que la literatura española era una mierda. Díos mío. Me indigné. Y eso que me cuesta bastante.)
Jueves. Una gorda con la cara tatuada me escaneó mis papeletas de trámites varios en una galería pringosa y con iluminación de neón en rosa y amarillo. (Mi scanner se había revelado desconfigurándose al punto de solo escannear la letra chica de los contratos.) Mientras eso sucedía en esa galería, fui a otra galería caballitense, y otro gordo no me quiso vender tres dvds regrabables porque no tenía cambio. En ambas galerías, para no generar decepción en mi ideario de joven narrador y antropólogo trasher, había sex-shops. También compré un radio reloj despertador. Me salió 178 pesos. Pagué con débito.
Viernes. Me encontré con Cozarinsky en Santé. Hablamos de su nueva novela, Dinero para fantasmas. Hablamos de dinero y de fantasmas, por supuesto, pero también de la juventud, su pérdida y la tematización de su ingenuidad. Los temas de Cozarinsky no son los míos (¿o lo son y no lo reconozco?). En todo caso hay una distancia concreta entre su vocación de último intelectual del Imperio Astrohúngaro –su amor confeso por todos los modales de Europa–, y mis remeras compradas en la Galería París de Caballito. Al mismo tiempo, sus formas tuvieron y tienen una influencia definitiva en lo que escribo. Es mezcla, esa superposición de géneros y registros, ese riesgo, esa ansiedad, la manera de hacer chocar los materiales, de trabajarlos, esa necesidad de buscar el documental en la biografía... Su obra es docente en mí, arma una pedagogía que me asombra, me seduce y me determina.
Hipercrítico en Twitter:
http://www.twitter.com/hipercritico
{moscomment}