EN EL PANTANOSO TERRENO DE LAS LETRAS/ 
Diario de lecturas (veinticuatro)

nanina/Por: Juan Terranova. Lunes. En La Gaceta de Tucumán le hacen una entrevista a Germán García y el entrevistado me nombra. Es generoso de su parte. Pero pensándolo bien, lo que le debo es mucho más que una cita en un diario. Le debo una buena parte de Masotta y haber demostrado que es posible la autonomía intelectual. Le debo ser ejemplo temprano de un anti-academicismo vital, de un trabajo sin monsergas. Le debo la idea de que para narrar no hay que olvidarse de nada, y mucho menos de lo que uno aprendió leyendo. Cuando me olvido cómo escribir una buena argumentación vuelvo a su ensayo sobre Gombrowicz. Y si no lo hubiera escuchado hablar un par de veces mientras hacía el CBC, seguramente habría tenido más dudas para el mar de dudas que era mi vida en ese momento. Ahora releo Nanina en la nueva edición de Fondo de Cultura. En Nanina hay frases hermosas. Copio: “Sus eructos sobre nosotros cuando nos regalaba duraznos eran los eructos de los muertos”. Otra: “(…) para soportar la escuela hubiera sido necesario un planeta más chico, un planeta donde nuestros cuerpos fuesen tan livianos como el de los pájaros”. ¿Se reía García del boom de la novela latinoamericana con el personaje del colombiano vendedor de libro? Escrita en 1968, Nanina sigue siendo una narración entretenida y melancólica que me sigue capturando y hay en él, incluso en sus zonas de primera novela, el dibujo de una ética, una ética de la supervivencia, una ética desdoblada, la idea final de que a veces en el pantanoso terreno de las letras uno puede ser maleducado con provecho.

Martes. Luis Chitarroni en una entrevista: “El prólogo es una práctica crítica, ni más ni menos. Decir que trato de comportarme generosamente con las cosas que leo es menospreciarlas: actúo y escribo de acuerdo con la pasión o (para ser menos tremendista) el entusiasmo que despiertan en mí lo que leo.” El tema de la generosidad, el tema de decir al filo del cajón “era un buen tipo”. Qué tema, ese tema.

Miércoles. Hoy, dos noticias en Clarín. Detienen a quince empleados en Ezeiza por robar equipaje y un agente de la Bonaerense asaltó el mismo banco dos días seguidos. Los empleados aprovechaban cuando acomodaban el equipaje en las bodegas de los aviones y el policía robó a punta de pistola dinero de las cajas de la sucursal del Banco Francés de Ituzaingó. La segunda vez, un custodio lo siguió y le metió un tiro. Siento que las historias están conectadas y podría escribir un relato con ellas. El que tiene que cuidarte, te roba. El que roba una vez ya no puede parar de robar. En eso coincidirían. Me imagino las valijas girando en la cinta sin fin. Me imagino el policía metiéndose billetes en los bolsillos o contando el botín en su casa, con el arma reglamentaria arriba de la mesa. Sin embargo, no logro conectarlas. La conexión que no se da es el relato que no llega.

Jueves. Leo la noticia de que Twitter podía predecir la actividad en la Bolsa de Valores. El descubrimiento se dio en 2010, cuando una investigación determinó una correlación del 86,7 por ciento entre el humor social en Twitter y el movimiento del mercado bursátil. Hoy se reflota esa información como un gesto que suena desesperado. Pero es como si escuchando un grupo de monos pudieras acertar el número de la quiniela. O mejor, adivinarlo con un algoritmo producido por un censo en el zoológico. El descubrimiento ocurrió por casualidad, cuando Johan Bollen, de la Universidad de Indiana, descubrió que el OpenFinder, una herramienta de software libre que clasifica los tweets de manera positiva o negativa, producía curvas similares a los períodos de la Bolsa. Así identificó setenta y dos adjetivos (¿cuáles? ¡Por Dios!) y buscó qué palabras se usaban de manera similar. Algunas de las palabras tenían relación durante ese período con el índice del Dow Jones. Pese a todo se duda de que esto permita “interactuar” con la Bolsa. Después leo artículos y notas sobre la expropiación de YPF a manos del gobierno nacional. La palabra “expropiación” suena mucho, en muchos sentidos. Se la repite y también tiene una carga semántica y asociativa contundente. Quizás por eso se la repite. 

Viernes. Leo en una columna que escribió Lala Toutonian esta frase: “Dostoievski asegura que hasta los pobres de espíritu logren la plenitud de la inteligencia tras haber dado con el dolor”. Me impresiona como hablando de algo negativo se puede predicar la esperanza de ser mejor. La necesidad del contraste está ahí de una manera delicada y precisa. A lo positivo por, a través de, la negatividad. No me gusta que la columna se titule “Manifiesto del dolor”. Pero la columna en sí la leí tres veces.

Sábado. Leo 1 Corintios 10:10: “Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor”.

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