LEO Y RELEO LA MISMA LÍNEA/ 
Diario de lecturas (diecisiete)

LUY/Por: Juan Terranova. Lunes. Un amigo me comenta que se reencontró con Stephen King por el Kindle. Le digo que es el Balzac del siglo XX. Dobla la apuesta. “¿No sería el Dickens?” Respondo que no leí tanto a Dickens. ¿Qué leí de Dickens? Hago la lista con la ayuda de Wikipedia. Poca cosa. Oliver Twist, el famoso Cuento de Navidad, y David Copperfield. Tengo buenos recuerdos de esas lecturas. Una vez intenté leer Historia de dos ciudades en inglés. Fracasé, me aburrí, no pasé de la tercera página. Y otra vez, en un conocido bar de Mar del Plata, confundí a Dickens con Mitre. Había un retrato en una pared. Supongo que Dickens es mejor compañía para tomar algo. Aunque ahora que lo pienso bien, Mitre también debería tener lo suyo.

Martes. Respondo algunas preguntas que me hacen desde España para una entrevista. Releo las respuestas. Siento que siempre me preguntan lo mismo. Después llego a las reglas de oro de Jim Jarmusch para hacer una película. Me gusta Jarmusch y me gustan sus reglas. Son reglas de trabajo. Algunas me parecen demasiado progresistas, el de “todos son importantes”, por ejemplo. La mejor regla me parece la segunda, cuando dice “No te dejes agarrar por esos hijos de puta. Ellos no pueden ni ayudarte ni dejar de ayudarte, pero sí pueden detenerte”. La idea de que es pretender la autenticidad que la originalidad también me parece útil.

Miércoles. Ñ publica una entrevista a Robert Darnton. El titular dice “Los libros y los ebooks se complementan”. Es algo que ya se dijo, que incluso yo dije por ahí. Pero desde luego, hay una clara diferencia entre Robert Darnton y yo. Él es el autor de La matanza de gatos, un libro tan famoso como bello, y también es el director de la biblioteca de la Universidad de Harvard. Por mi parte, apenas soy un sospechoso crítico literario de los arrabales del mundo. Y seamos honestos creo que él lo dijo mejor. (Hagámoslo con humildad, no todos los días puede uno compararse con Robert Darnton. De paso, el libro del cuál habla en la entrevista, El beso de Lamourette, puede bajarse de la web en pdf y es muy recomendable. Y una más. Me resulta extremadamente sugestivo que la expresión web de Ñ esté flanqueada a derecha e izquierda –visite la nota que se visite– por un publicidad de la editorial Dunken.)

Jueves. Me llega un mail de Córdoba diciendo que se suicidó Vicente Luy. Leo y releo la misma línea. "Terra, se suicidó Luy". Dudo. ¿Se suicidó? No hay mucha información. Pienso en Bañez. Es posible. Siguen existiendo los autores suicidas, entonces.

Jueves, más tarde. Me llegan los rumores. Todos por escrito. Se tiró de un edificio. Fue en Salta. Me pongo a pensar que leo de todo, todo el tiempo, pero que leo pocos libros.

Viernes. Sobre el accidente ferroviario en Once, encuentro una nota en La Nación donde se reproducen declaraciones del jefe del SAME. “Más de 140 personas estaban apretadas en no más de cinco metros" leo y pienso automáticamente en los 140 caracteres de Twitter. “Tuvimos que pedir a los hospitales vaselina y aceite para hacer que resbalen los cuerpos y poder sacarlos. Así de aprisionados y de enganchados estaban. Era muy difícil". Apretados, enganchados, aceite para los muertos… Sobre Luy no encuentro nada. Me confirman que sí, se mató en Salta y que sus cenizas llegan hoy a Córdoba Capital. Pero no veo o no hay nada en los diarios. A las ocho y media de la mañana, si se pone “Se suicidó Vicente Luy” en Google, sale una entrevista que le hizo Laura Delmonte titulada “La maté por la distribución de la riqueza”. No hay más noticias. Carlos Busqued puso en su Twitter: “Bueno Vicente. Gran abrazo, loco, allá vamos todos en un rato”.

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