VIAJE HASTA EL HIELO/ 
Diario de lecturas (trece)

ilustración/Por: Juan Terranova. Lunes. En el baño encuentro una Rolling Stone vieja y leo una nota sobre el peligro ecológico que representan las bolsas de nylon ultra finas. Retengo dos datos. El primero, que se fabrican un millón de bolsa por minuto en el mundo. El segundo, que las bolsitas de supermercado pueden aguantar mil veces su propio peso. Dos horas después voy al supermercado y pongo mis compras –un poco de carne, un desodorante, pan, queso, una botella de vino– en una bolsa blanca de nylon. Mientras vuelvo a casa me imagino el fondo del mar tapizado de bolsas y a un artista ganando la beca Kuitca con un proyecto que consiste en miles de bolsas una adentro de la otra. Después, mientras pongo lo que compré en la heladera, pienso en escribir un relato sobre las bolsas, sobre cómo podemos soportar algunas cosas, incluso ser indiferente a algunas cosas, y que esas cosas al mismo tiempo sean incómodas y nos esté modificando. Pienso que sería un buen relato sobre un posible fin del mundo en silencio. Al final no escribo nada.  

Martes. El 17 y el 18 de enero se cumplen cien años de la misión al polo sur comandada por el capitán de la Royal Navy Robert Falcon Scott. La primera que dirigió, entre 1900 y 1904, no llegó. La segunda, sí. Pero un mes después que el explorador noruego Roald Amundsen. El 14 de marzo se cumplen cien años, entonces, de que Lawrence Oates, enfermo de escorbuto y consciente de que estaba retrasando la expedición y condicionando la vida de sus compañeros, dijo la famosa frase: “I am just going outside and may be some time” y salió de la carpa para morir en la nieve. Su gesto y su frase, hoy recordados como heroicos, no sirvieron de mucho. Scott y los demás expedicionarios murieron durante una tormenta. Sus cadáveres y el diario de la expedición fueron encontrados el 12 de noviembre de 1912. El barco en el que hicieron el viaje hasta el hielo se llamaba Terra-Nova. 

Miércoles. Busco el diario de Robert Falcon Scott en la web. Enseguida llego al catálogo de la editorial española Interfolio. También encuentro una breve ponencia, muy reciente, de una becaria del CONICET, Julieta Yelin, sobre la recepción de Kafka en lengua española. Se lo comento a un amigo y me dice: “Todas cosas para leer en invierno”.

Jueves. Veo en Youtube un viejo video de un tipo joven que salta desde una terraza a la calle. Salta de espaldas, gira en el aire y choca contra el asfalto. No hay sangre pero queda inmóvil. La placa de Crónica dice “Apuñaló al padre, tomó de rehén a su madre y se atrincheró en su casa”. Veo el video varias veces. Pienso que es un hombre que está enfermo y cansado y toma una decisión. Siento mucha tristeza y mucho respeto.

Viernes. Nadando en la pileta de Ferro se me ocurrió una buena lectura, generacional, programática, reflexiva, sobre los personajes principales de Cielos de Córdoba de Federico Falco. La reseña que publiqué sobre el libro me suena de compromiso. Me impactó lo despojado del estilo y creo que no estuve a la altura de lo que el libro propone, que es muchísimo.

Sábado. Un amigo me dice en un mail: “Hay que encontrar el ritmo. Lo importante es encontrar el ritmo. Si encontrás el ritmo todo lo demás viene solo”.

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