CIELOS DE CORDOBA/
Sin estridencias

cielos de cordoba/Por: Juan Terranova. Tino recorre un hospital, un rio, la casa paterna, un museo de ufología. También pasa por el taller semi-abandonado del tío de Omar que era mecánico y se mató con el auto.  Tino es el protagonista, serio, silencioso pero activo, de Cielos de Córdoba la primera novela de Federico Falco publicada por Editorial Nudista. Con un lenguaje simple y directo, pero también hermoso en esa simplicidad, Cielos de Córdoba cuenta  una historia que no es difícil ubicar a fines de los años ochentas y en la línea del sutil y muy cultivado género, o subgénero, de la iniciación. Tino masturba a Omar. Luego, Tino se masturba en un rio de cara a una perra que amamanta a sus perritos. El deseo se despierta. Es confuso, no abruma, hay que sondearlo con cuidado. A veces sale mal. Y todo sucede en el límite frágil entre la infancia y la adolescencia. Pese a esto, Cielos de Córdoba no es una novela ingenua ni limpia. Tino es un niño-adulto, que cocina, que cuida a su padre, un ufólogo idealista, indiferente e incluso violento, y también a Alcira, una vieja ciega que vive en el hospital donde su madre espera la muerte.

Más tarde, Tino se anima a bajarle los pañales de adulto a una mujer postrada, para encontrar una forma retorcida de erotismo. Como dijo Sebastián Robles en la presentación de Los años felices, otra novela de iniciación reciente, Stephen King es el especialista en este tipo de relatos. Si Falco lo hubiera seguido, la casa de Tino habría estado embrujada, o el ovni que logra ver en el cielo habría hecho contacto, pero no. Falco se detiene antes. Confiando en el lector, le da pocos datos. Incluso menos de lo que debería. Menos información, menos palabras, en su lugar pone diálogos, silencios, descripciones económicas pero vívidas, y todo eso tonifica el relato de una manera que fluye, que atrapa. En los momentos más logrados da la sensación de que, sin necesidad de describirlo ni consignarlo, Falco nos “transmite” lo que está pensando Tino. En otros momentos su estado de ánimo resulta un enigma. Así consiguiendo una especie de neorrealismo cordobés o hiperrealismo serrano, Cielos de Córdoba ofrece una historia tímida, contada sin estridencias, pero no por eso sin fuerza; Falco narra con solidez, inteligente y flexibilidad. Su estilo, cuidado, sobrio, sirve para construir un mundo complejo y también, casi al pasar, haciéndonos creer que no se da cuenta, una excelente novela.

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