EL ESCENARIO ES EL MUNDO/ 
Diario de lecturas (tres)

Platón/Por: Juan Terranova. Domingo. Me encuentro con Samantha Schweblin. Le pregunto si no la invitaron al FILBA. Me pareció  haberla visto en el programa. Me dice que no. “Les dije que iba pero a leer algo, así para hablar en una mesa sobre cualquier cosa, no.” La admiro. 

Lunes

Releo el Fedro de Platón. Es la primera teorización que conozco sobre la técnica y está ligada a la escritura. De paso recuerdo la belleza del comienzo de La República: “Acompañado de Glaucón, el hijo de Aristón, bajé ayer al Pireo con propósito de orar a la diosa y con deseos al mismo tiempo de ver cómo hacían la fiesta, puesto que la celebraban por primera vez”. 

Martes 

Antes de entrar en la radio, que queda sobre la plaza, busco la escultura de Rodin vandalizada por los bárbaros urbanos del paco que denunciaba Giardinelli. No la encuentro. Se me hace tarde. Repito la frase antes de abandonar la búsqueda: "Pensá de qué te sirvió tanto pensar antes de que se termine". Hay que ser realmente muy tonto para no ver el potencial de la frase, su belleza barroca. Ahora mientras escribo pienso en El teatro del mundo de Calderón, estrenada en 1645. Los hombres actúan como actores en presencia del Dios Padre y la corte celestial, hoy los decadentes Bill Gates o Steve Jobs, o incluso dioses menores en ascenso como Mark Zuckerberg y Jack Dorsey. Gente, entonces, en acción. La obra que interpretan es su propia vida y el escenario es el mundo. Las redes sociales como reedición del barroco. Un, digamos, barroco contemporáneo. La autoescenificación del soberano que se democratizó durante el barroco, ahora todos nos autoescenificamos. Ofuscación, impresionar, saturación. La ilusión, el pathos teatral. Años 20, Benedetto Croce dice: “Un juego... Una búsqueda de medios para crear desconcierto. Por su propio carácter, el barroco... en última instancia, a pesar de los movimientos y del calor de su superficie, resulta frío. A pesar de su riqueza de imágenes y de la multiplicidad de las combinaciones de las mismas transmite la sensación de vacío.” Pero Croce es injusto. Tan injusto como toda esa gente que ataca las redes sociales como si fueran una única identidad confirmable e indivisible. 

Miércoles

Me pasé toda la mañana buscando El pliegue de Gilles Deleuze en la biblioteca. Como no lo encontré, terminé abandonando la búsqueda y haciendo otra cosa. Después salí a comer y volví y finalmente encontré el libro hacia las cuatro de la tarde. Ya con el libro –que yo recordaba de lomo gris cuando en realidad es de lomo negro- me senté en la computadora. En un momento de lucidez irónica puse Deleuze + Pliegue + PDF en el buscador de Google y descargué el libro de Mediafire en menos de treinta segundos. Leí la primera frase: “El Barroco no remite a una esencia, sino más bien a una función operatoria, a un rasgo”. Creo que vale el ensayo completo. Después recordé mis épocas de estudiante universitario sin Internet. Me imaginé un grupo de gente vestida con pieles alrededor del fuego, sacándole punta a un palo y dibujando mamuts en las paredes. 

Jueves

Quiero encontrar alguien con quien discutir la columna del domingo en la que Maxi Tomas examinó  la propuesta del FILBA. No sólo me parece una buena columna, sino que tiene razón. Copio el final: “El Filba podrá adoptar, ahora que se confirma como una cita fija anual del calendario cultural porteño, los destinos que prefiera: pero bien haría en olvidarse de los no lectores, y preocuparse más por los lectores habituales de literatura, y ofrecerles un espacio de debate, reflexión y discusión (¡basta de concordia y buenas costumbres!) que deje, tras de sí, una huella o una marca que sirva para repensar el estado actual de la literatura y el campo literario. No sería poco.”

Creo que los organizadores del FILBA entienden la literatura y los libros con un lugar de salvación y de placer, incluso de conocimiento, algo que se debe compartir y predicar como un bien último. Qué diferencia con el titular de la entrevista que le hicieron en Página/12 a Chitarroni: “Soy un enfermo de la lectura, pero no sé si es una virtud”. Después, plantea la lectura como un vicio. (Y ahora recuerdo y cito, seguramente mal, la frase que dijo Lamborghini hablando de una mujer que lo perseguía para que leyera su libro: “Pobre, ella piensa que esto es para salvarse, cuando en realidad es para perderse”. Todas citas fáciles, a mano de cualquier escolar, pero también el periodismo se arma así y hasta está “literatura” que tanto nos preocupa.)

Mientras tanto, a la sección Filbita dedicada a los niños la prendería fuego, la sabotearía al grito de “¡Niños, escapen ahora que pueden, maten a sus padres y huyan, la verdad está en la web!”. Lanzallamas ya para la sección Filbita del FILBA, entonces. Y digo esto: Pedirle a un niño o a un adolescente que sea agradecido por lo que le dan los padres es ridículo y más aun si se lo dan los padres. Primero, lo que le dan por lo general es un derecho del hijo. Segundo, la mayoría de las veces los hijos no pueden comparar. Tercero, son ellos los que se lo están dando. Si tan injusto les parece a los padres que su hijo reciba algo, deberían dejar de dárselo. Algo así me parece que pasa con el FILBA. Nos dan, no nos dejan opinar, nos piden que estemos agradecidos. Por otra parte todos sabemos que al padre hay que amarlo, no respetarlo; más aún en el ámbito siempre turbio -¡siempre!- de las artes y las letras. Eso es lo que no entienden los programadores del FILBA. Con todo, yo, aunque no lo parezca, estoy muy agradecido y el FILBA me interesa mucho. Por eso escribo estas líneas. A diferencia mucha gente lo ve como algo bueno y necesario, pero también ajeno.

Viernes

Releo lo que escribí  ayer. ¿Es injusto? Quizás sea injusto pedirle al FILBA que sea otra cosa. Leído dentro de las buenas maneras de la gestión, de la tradición diplomática, está bien. La sospecha me surge de revisar la parte dedicada a Brasil, una comunión fraternal. En ningún caso se piensan en el FILBA categorías como clase, dinero, trabajo o sustitución de importaciones. Su orientación es distinta. En ese sentido, Tomas le pide peras de oro al olmo del olvido. El FILBA parece ser una instancia antes amena que crítica o dialógica, de confirmación y administración de un prestigio, destinada a celebrar –y autocelebrarse- y pasar sin más. Si les pidieran una ponencia a los autores que invitan al menos quedaría un libro o un conjunto de textos en la web. Pero no. Es una fiesta. Sería de mal gusto exigir algo. Aunque es verdad que incluso en la fiesta más elegantes se cuela, cada tanto, un poco de aire frío.

Sábado

Leo a Cioran. Una entrevista que le hizo un tal J.L. Almira. El filósofo del pesimismo pop habla de cuerpo. Cuerpo y filosofía. Y también del masoquismo innato de los españoles. Después, antes de acostarme a dormir la siesta, en el Descanso de caminantes encuentro un fragmento donde Bioy Casares compara las últimas tolderías de Azul y Cachari con las villas miserias del siglo XX.

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